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América Latina, una suma de regiones

«De proseguir este escenario, el septenio 2014-2020 sería el de menor crecimiento económico en la región en los últimos 40 años, en un contexto global de bajo dinamismo y creciente vulnerabilidad del que no se esperan impulsos positivos significativos. Por ello, para acelerar el crecimiento de los países se requieren políticas económicas nacionales expansivas y coordinadas. El principal desafío de la política económica es evitar que la región se estanque en el ámbito económico y social, así como preservar los avances en materia de estabilidad macrofinanciera y sostenibilidad de la deuda». Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2019

Con frecuencia se tiende a pensar que las economías latinoamericanas tienen un alto grado de uniformidad. Por eso, cuando se habla de América Latina como una región quedan ocultas grandes diferencias en el desempeño económico. Por ejemplo, la CEPAL ha estimado que el crecimiento en nuestra región será prácticamente cero en 2019. Sin embargo, en materia de crecimiento no es lo mismo referirse a Centro América que a los países de América del Sur. Mientras República Dominicana y Panamá registrarán tasas de crecimiento aproximadamente del 5%, países como Venezuela y Argentina tendrán tasas de crecimiento negativas.

Mas aun, el ciclo económico de los países del sur ha sido, durante el presente siglo, muy diferente al ciclo económico de los países centroamericanos; lo que, en parte, refleja las diferencias en las estructuras productivas de estas dos subregiones. Es así como en el presente año, la CEPAL establece que «18 de los 20 países de América Latina, así como 23 de las 33 economías de América Latina y el Caribe, presentan una desaceleración en la tasa de crecimiento de su actividad económica». Claramente, cuando se incluye la región del Caribe, el número de países que experimentaría crecimiento económico en 2019 se elevaría a 10; pero como las economías caribeñas y centroamericanas son relativamente pequeñas, los valores promedio para América Latina están muy afectados por el tamaño, relativamente grande, de la subregión de América del Sur.

Asimismo, se pueden observar las diferencias regionales al examinar el comportamiento de los términos de intercambio, un indicador que mide la relación de precios de las exportaciones y las importaciones y que está asociado con la competitividad de un país. De acuerdo con la CEPAL dichos términos experimentaron un deterioro para el conjunto de los países de América Latina y el Caribe, como consecuencia de una caída en «los precios de exportación de los productos energéticos, de los minerales industriales (cobre, zinc, estaño y plomo) y de algunos productos agrícolas claves para la región (café, maíz, soja y derivados)». Sin embargo, el informe señala que para las economías centroamericanas y para los países exportadores de productos agroindustriales los términos de intercambio permanecerán neutrales.

Las diferencias regionales también se pueden notar en el impacto que el boom de las materias primas y de los precios del petróleo produjo sobre América del Sur y el resto de América Latina. En el primer grupo de países el impacto fue muy positivo, pero varios gobiernos populistas utilizaron los recursos adicionales para hacer transferencias sociales – nada mal si se hacen en un marco de sostenibilidad – y se olvidaron de hacer las provisiones y reformas de cara al futuro de mediano y largo plazo. Muchos salieron de la pobreza artificialmente, y cuando el boom terminó aproximadamente en 2014, con una economía resentida por el estancamiento de la productividad, comenzaron su retorno a la pobreza, como ocurrió con los gobiernos de Lula y Dilma.

Desde el 2010 hasta 2015, la región – como un todo – registró una transferencia neta de recursos (la CEPAL calcula esta variable tomando en cuenta el endeudamiento neto, la inversión extranjera directa y repatriación de utilidades, entre otros factores) equivalente a más de US$ 200,000 millones. Sin embargo, en los siguientes tres años – 2016-2018 – el flujo neto de recursos verificó un saldo negativo de unos US$ 100,000 millones. Esto, junto a una caída en el crecimiento del ingreso per cápita y aumento del desempleo (especialmente el juvenil) han sido factores que han ido alimentando la denominada “brecha de frustración” en muchos países de la región, en un contexto de altos niveles de corrupción y desigualdad.

En el caso de la República Dominicana, la transferencia neta de recursos apenas acumuló unos US$6,000 durante el período 2010-2013; pero, a partir del 2014 y hasta el 2018, dichas transferencias registraron un monto negativo de US$ 8,557 millones, a pesar del creciente proceso de endeudamiento público y de los flujos de inversión extranjera. En efecto, la inversión extranjera directa acumuló un poco más de US$12,900 millones, mientras que la repatriación de utilidades, por ese mismo concepto, totalizó casi los US$13,800 millones. También influyen en el balance negativo de las transferencias neta de recursos el hecho de que nuestro país está entre los países latinoamericanos que más intereses de la deuda pagan, como proporción del PIB.

Del informe citado también se desprende que el riesgo soberano dominicano, medido a través del EMBI de JPMorgan, no es tan bajo como pudiera parecer. Según la CEPAL el promedio de ese riesgo para América Latina es de 565 puntos básicos; en tanto que para República Dominicana ese promedio es de 339 puntos básicos, lo que parecería muy por debajo del promedio de la región. Sin embargo, en la muestra de países hay unos cuantos que pueden considerarse con valores extremos (outliers) que si se dejaran fuera del promedio – como los casos de Argentina y Venezuela – nuestro país quedaría por encima del promedio de riesgo soberano y solo superado por tres países de la región.

El Balance Preliminar de las Economías 2019 de CEPAL muestra una sumatoria de regiones que conforman una América Latina que no necesariamente coincide en una agenda común y que, por el contrario, a menudo presenta intereses opuestos, surgidos de ciclos económicos no sincronizados. Sin embargo, es un subcontinente que sigue unido por la transversalidad de los valores extremos de la corrupción y la desigualdad...

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