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Atención a las zonas rezagadas

La desigualdad territorial es un fenómeno presente en las principales naciones de América Latina, del cual República Dominicana no ha podido escapar a pesar del envidiable crecimiento económico sostenido en las últimas tres décadas, donde ha mantenido la primacía en la región desde el 2013 (4.9%) hasta la fecha (5.1%) y solo ha registrado números negativos en el año 2003 (-1.3%).

En nuestro país esta desigualdad se expresa en las disparidades presentes entre los distintos puntos de la geografía nacional, donde las principales zonas urbanas continúan atrayendo la población de cualquier punto del país debido a la concentración de oportunidades y empleos formales que empujan a los residentes de las zonas más remotas a salir de sus comunidades de origen con una maleta cargada de precariedades, buscando mejorar su bienestar. Esta situación acompañada de la desigualdad en el acceso a los servicios básicos (energía, agua, saneamiento y transporte); diferencias en la oferta de educativa y de salud, al igual que una gran brecha tecnológica que limita un segmento de la población a conectarse con un mundo de oportunidades nacionales y globales, son algunas de las causas que colocan el país en el puesto 126 del coeficiente GINI (0.453) de 159 países del mundo (Banco Mundial 2018).

Para revertir esta situación se requiere impulsar políticas diferenciadas en el territorio que garanticen acciones focalizadas para las distintas zonas y regiones del país en atención a su estado de situación, el potencial existente y las capacidades de los grupos de interés local. Dentro de ese abanico la mayor atención debe situarse en aquellas zonas con precariedades y limitaciones históricas que no han podido conducir un proceso de desarrollo endógeno y que se han quedado estancadas, convirtiéndose en un territorio productor de precariedades y expulsor de población.

Este tipo de territorios concebidos a nivel global como zonas rezagadas han sido tomadas en consideración por diversas naciones, orientando políticas e iniciativas de desarrollo para devolver la esperanza a sus habitantes con el fin de que permanezcan en sus lugares de origen y así revertir la tendencia histórica que ha sumido esas comunidades en la pobreza, la exclusión y el deterioro progresivo de su calidad de vida.

A través del Ciclo de sesiones sobre Desarrollo, coordinado por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, con el apoyo del Banco Mundial conocimos el pasado lunes, de la mano del Dr. Andrés Rodríguez-Pose un panorama global sobre las regiones rezagadas e instrumentos para su desarrollo, donde se evidenció que existe un costo económico para las naciones cuando estas abandonan a su suerte este tipo de zonas rezagadas.

En la disertación se explicó como la infrautilización del potencial endógeno de un territorio, no permite conducir un proceso sostenible que impacte este tipo de territorios y su entorno; por el contrario, estas zonas podrían convertirse en una trampa para el desarrollo, solo acostumbrando a sus residentes al asistencialismo contínuo como incentivo para su subsistencia. De igual manera quedo claro como el mantener a lo interno de una nación la polarización e inequidad se puede traducir en tensiones económicas y políticas que podrían provocar inestabilidad social y política afectando todo el país.

De manera que la ausencia de una atención especial a las zonas rezagadas se convertirá en menor crecimiento de las localidades situadas en esta zona, menor desarrollo nacional como resultado de no aprovechar el potencial del territorio para complementar otros procesos nacionales y finalmente mayor malestar por segmentos de la población que originalmente residen en estas zonas rezagadas y que continuarán desfilando hacia las áreas metropolitanas a reproducir su descontento en un contexto urbano. El mensaje de impulsar estrategias, políticas e iniciativas focalizadas en las zonas rezagadas es a su vez un llamado reiterado a prestar atención especial a la gente sin importar el lugar en donde resida.