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Atrapados y entrampados

Lo cierto es que estamos atrapados y entrampados en una ficción democrática tras la que se oculta una dictadura de élites y de mafias políticas y económicas que gobiernan revestidas de una falsa legalidad y legitimidad.

Montar un “proyecto presidencial” requiere, en el actual sistema político-electoral dominicano, cumplir con unos rituales inexcusables: abundante publicidad en radio y televisión; prolífica difusión por las redes; anuncios permanentes en periódicos impresos; movilizar de forma constante a seguidores; difundir periódicamente encuestas de posicionamiento; llenar avenidas y autopistas de vallas; proliferación de afiches; distribución de volantes, entre muchas otras más.

El hecho es que los llamados “mayoritarios”, poseedores de inmensas cantidades de recursos, se apropian muy temprano de todos los espacios de promoción y hacen uso de ellos sin límite ni control y apabullan y dejan fuera de competencia a toda propuesta alternativa y emergente.

A esto se agrega, el operativo del día de las elecciones. Los partidos dominantes disponen de un verdadero ejército electoral integrado por delegados y suplentes, coordinadores de recinto, responsables de la logística, animadores para comprar cédulas y votos en los alrededores de los colegios electorales para lo que disponen de importantes sumas de dinero.

Los responsables de hacer respetar la ley electoral se han mostrado incapaces de detener y perseguir estas infracciones graves. La inseguridad electoral llega al extremo de que, a pesar del colegio tener autoridades que deben garantizar el respeto del voto ciudadano, es práctica común que en muchos colegios, se repartan los votos de los partidos que no tienen delegados, con la evidente complicidad de los funcionarios electorales del colegio.

Se trata, el nuestro, de un sistema político-electoral dominado por una oligarquía partidaria que por su presencia durante décadas en el control del aparato del Estado y los recursos que maneja en el proceso electoral, se ha garantizado una posición dominante, desde la cual, elecciones tras elecciones, se reproduce a si misma.

En un sistema político-electoral con el nivel de inequidad del nuestro, al margen de la propuesta, no es competitivo quien no cuente con el nivel de recursos que manejan los partidos dominantes.

Ahora bien ¿de dónde proviene este caudal de dinero de los partidos dominantes? Lo único que se conoce con certeza es el origen de los recursos que aporta el Estado, que los distribuye de forma inequitativa. Sobre el resto del dinero no hay ningún tipo de control pero es sabido que proviene de grupos corporativos que hacen “inversión” política para asegurarse favores del nuevo gobierno, de corruptos que necesitan impunidad y del narcotráfico que requiere de protección.

Quien se resiste a someterse a esa lógica está obligado a plantearse cómo transformar este sistema político que ni es democrático ni representativo, sino más bien plutocrático, inequitativo, clientelar y corrupto

Algunos ilusos recomiendan sentarse a esperar pues, en su pensar, el sistema político, por si mismo tiene una tendencia a la evolución positiva. La verdad es que después de varias experiencias electorales puedo afirmar que este modelo, en el país, solo evoluciona para empeorar. Cada vez es peor la calidad de la democracia, se profundiza la crisis de representatividad, el órgano electoral está cada vez más sometido al oficialismo, en las campañas electorales es cada vez más determinante el peso del dinero y cada vez parece importar menos si su origen es ilícito.

Otros, predican la teoría del “tacticismo” aliándose a uno de los partidos dominantes. Ese fue el relato del peledé en el 1996 para justificar la alianza con el Partido Reformista. La verdad es que la táctica se tragó la estrategia y este partido terminó haciendo los gobiernos más corruptos, entreguistas y antidemocráticos.

Otros han preferido quedarse fuera del escenario electoral, que es donde se disputa el poder político en el país, y se contentan con predicar el derrumbe del sistema y de una eventual irrupción popular. Todos estos años de crisis permanente, incluyendo la poblada de 1984, demuestran la capacidad que tiene el sistema para reciclarse y para clientelizar a importantes sectores de la población, como también para fabricar falsos liderazgos que en su momento juegan el papel de despertar esperanzas, hasta que al cabo de unos meses llega la nueva frustración.

Lo cierto es que estamos atrapados y entrampados en una ficción democrática tras la que se oculta una dictadura de élites y de mafias políticas y económicas que gobiernan revestidas de una falsa legalidad y legitimidad.

La cruda realidad es que sin producir la ruptura de la lógica en que funciona el actual sistema político-electoral, dando la batalla desde dentro, no hay salida ni para la construcción democrática, ni para el desarrollo de fuerzas políticas alternativas en condiciones de ganar el gobierno.

El camino que nos queda por delante es inequívoco: La acumulación de fuerzas propias, alternativas e independientes, en capacidad de producir la ruptura de la lógica plutocrática e inequitativa que domina el actual sistema político electoral, para forzar a nuevas reglas que garanticen en los procesos electorales la equidad, la participación libre, la legalidad, elecciones limpias y respeto de la voluntad ciudadana.

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Guillermo Moreno es abogado y político. Presidente de Alianza País.