Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Ministerio Público
Ministerio Público

¡Ay, Miriam!

Ahora tienes una responsabilidad mayor: has devenido en faro que debe guiar el paso seguro por aguas turbulentas y putrefactas.

Expandir imagen
¡Ay, Miriam!

Estimada Miriam: Creo que nunca te he saludado, ni he estado cerca de ti. En mi ya largo trajinar no hemos coincidido o, si lo he hecho, no lo recuerdo. Pero, aun así, es como si te hubiera conocido desde hace mucho tiempo.

El rumor de tu nombre me ha llegado por todos los costados. Mis oídos han escuchado con insistencia la expresión de que posees recia formación, dilatada experiencia en la carrera judicial, integridad, valentía, fuerte personalidad y sentido leal de la amistad. No te amilanas ni temes defender tus convicciones.

El sonido del agua del arroyo que baja cristalino antes de ser enturbiado por el murmullo de las miserias del sapiens, se decanta por asegurar que tú, a quien llaman Miriam, pero que eres docta y Germán, antepones el interés general y abstracto de la justicia a los tuyos propios. Y en particular, en tu condición de juez, no te sumerges en el charco de las intrigas partidarias ni de los negocios.

Sin que fueres perfecta ¡qué pretensión tan vana!, eres como aquella ave peregrina que atraviesa indemne el fango del oprobio.

Te confieso que sufrí el espanto de verte maltratada en la rueda ancha y amplificada del circo mediático; sometida sin piedad al escarnio alevoso y ruin; sorprendida en tu intimidad con asechanza maliciosa y pendenciera.

Vi con horror tu cabeza puesta en la guillotina moral de nada más y nada menos que el Consejo Nacional de la Magistratura, con la intención de aniquilarte, trocearte en pedazos de carne de a kilo y tirarte a la jauría que desea replicarse a si misma, como si fuera necesario que se hundieran desde los pies al cuello en el lodo nauseabundo, hasta llegar a asfixiarse en el dominio de triquiñuelas rancias.

De pronto, caí en la cuenta, oh Miriam, de que quieren quitarte de en medio porque molestas al concierto que se afana en mantener una planta judicial adocenada, obediente, que responda a sus intereses y no a los más altos de esta nación.

Y fue cuando me vino el repente de pensar que, ¡ay Miriam!, sin quererlo has ido convirtiéndote en un símbolo con la ayuda eficaz de tus fallidos verdugos. Es como si la mano de Dios hubiera operado para convertir su acritud y maldad en bendiciones para ti.

La historia es antigua. Lo ejemplifica el boomerang que se torna en contra de los que siendo torpes en su prepotencia, lo utilizan y terminan golpeados y a veces aniquilados por el instrumento para hacer el mal que ponen en operación.

Se ha hecho notorio que la distribución de los asientos del Consejo de la Magistratura entre representantes políticos, solo lleva al reparto de jueces, de quienes se pretende agradecimiento por su designación y se espera sean consecuentes cuando surjan situaciones que así lo demanden.

Ese Consejo no hace honor a las necesidades del momento histórico que vivimos. Lo que te han hecho, así lo demuestra. Pero no es argumento para caer en la ingenuidad de proponer modificar la Constitución para corregir esa anomalía. Ya habrá tiempo, de menores riesgos, para eso.

Sabes, Miriam, habrá que buscar la manera de que los jueces sean evaluados sin interferencia de los demás poderes públicos, por sus méritos profesionales, carácter, dedicación, competencia, madurez, templanza, comprensión y hoja de vida, sin que se les conozca ataduras políticas ni tendencia a dictar sentencias o decisiones motivadas en consideraciones ajenas al imperio de la justicia.

Y, ahora, el despropósito en que se han embarcado contigo evidencia la necesidad de que la procuraduría y los fiscales sean designados con total independencia del cuerpo político.

Intuyo que muchos de tus colegas rumian en silencio su impotencia. Y es que, sin justicia ciega, todo se descarrila y desnaturaliza.

Ahora tienes una responsabilidad mayor: has devenido en faro que debe guiar el paso seguro por aguas turbulentas y putrefactas.

Y si te lo impiden, por ese caudal de flaquezas que arrastra la condición de ser humano, tu ejemplo servirá de acicate. Esa acción temeraria acelerará el cambio. Nadie es tan poderoso como para poder detener el avance institucional.

Espero que no se atrevan a llegar tan lejos. Pero si lo hicieran, surgirán otras voces que tronarán como el rayo y, a la postre, repondrán la venda de la imparcialidad para escarmiento de quienes sueñan con tejer colchones para dormir sin sobresaltos, sin reparar en el contenido y alcance de sus actuaciones. Y se hará justicia.

Cuídate. Mi respeto, admiración y gratitud hacia ti, Miriam.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.