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Carta al presidente

Gobernar es resolver los problemas fundamentales de la sociedad. Usted ha hecho, mucho, no hay que negarlo, pero ni por asomo ha resuelto.

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Carta al presidente

Excelencia:

Permítame dirigirme a usted, pleno de sinceridad. Le guardo aprecio; si no le halagaría.

Aquí en la encantadora villa de Moca el sable tiene filo, corta y se usa. La gente es buena y patriota, pero no perdona afrentas ni disimulos.

En su discurso tuvo la oportunidad de hacerse cálido, creíble. Prefirió reiterar costumbres rancias.

Al tomar como referencia el 2012, olvidó que agradecer es virtud, no debilidad.

Los números de aquí son tan pequeños, comparados con los suyos, que caben en un puño.

Ni siquiera Lilís acumuló tantas deudas. La deuda del tirano se comió el probable progreso de la nación. Líbrenos el Señor de que la suya se coma a la nación. Se ha endeudado para gastar en subsidios, dispendios, faroles, para quedarse en el poder.

Esta economía vive de los préstamos y su cacareada estabilidad depende del secuestro del ahorro de los fondos de pensiones para pagar la creciente deuda del Banco Central, sin que le preocupe saber quién pagará esas pensiones cuando toque honrarlas.

No somos competitivos. Y la inversión extranjera, tan necesaria, tiende a establecerse en renglones protegidos, alejados de la generación de divisas, salvo el turismo. Las utilidades no tienen base propia para ser repatriadas, pero no le preocupa, ¿verdad?

La economía también depende de las remesas. Mientras más familias dominicanas se expulsen al exterior y vivan en desarraigo, más remesas llegan. No es un dato para enorgullecerse. Esos dominicanos no volverán jamás.

El país se encuentra invadido por masas de haitianos depauperados y sin instrucción, que penetran al suelo patrio como Pedro por su casa y expulsan dominicanos. Esa mano de obra barata reclamará derechos políticos. Cuando eso suceda, habremos perdido la soberanía. Y a usted le corresponderá una cuota relevante de ese naufragio.

La tendencia mundial perfila al turismo, pilar del desarrollo, asociado a la sostenibilidad ambiental y la preservación de los recursos naturales. A pesar de eso, su gobierno no ha dudado en autorizar el desmembramiento del parque nacional Cotubanamá (detenido por la protesta social) y el cambio de la regulación para permitir la construcción de torres cercanas al litoral en algunas playas del este.

El Estado ha gastado lo que tiene y lo que no tiene al haberse empeñado en invertir en generación eléctrica, cuando debió hacerlo en distribución para eliminar pérdidas y promover la inversión privada con regulación estatal fuerte. Usted sabrá la razón profunda de no haber hecho lo que sabía que tenía que hacerse.

Le escribo, como ve, en pocas letras, de asuntos fundamentales (deuda, competitividad, inversión extranjera, expulsión de dominicanos, inmigración haitiana, sostenibilidad del turismo, electricidad) que forman una madeja espesa, en espera de soluciones responsables. No las ha habido.

Gobernar no es solo construir aulas, dar comida y útiles. Es lo fácil, lo que se ve. Los niños van a la escuela a aprender y desarrollar su intelecto. Eso no está ocurriendo.

Gobernar no es construir o remodelar hospitales. Eso es igual de fácil. Hay que asegurar que el servicio de salud funcione con eficiencia. Y no funciona.

Gobernar es ejecutar soluciones al transporte. Y no las hay. Los ciudadanos agonizan tratando de movilizarse en las grandes ciudades.

Gobernar es resolver el problema de seguridad ciudadana. Y no existe. Los ciudadanos temen salir a la calle por la alta probabilidad de que motoristas que transitan de a dos por motor, los atraquen.

Gobernar es fortalecer la institucionalidad. Se ha resquebrajado.

La gente cree que la justicia está secuestrada y se ha tendido un manto de impunidad. No encuentra respuesta, por ejemplo, a la exclusión del proyecto Punta Catalina del expediente judicial de Odebrecht.

Gobernar es resolver los problemas fundamentales de la sociedad. Usted ha hecho, mucho, no hay que negarlo, pero ni por asomo ha resuelto.

La juventud ha empezado a reaccionar. La gente está cansada. Hay una pérdida peligrosa de confianza. Es la razón de que multitudes ocupen cada día la Plaza de la Bandera en reclamo de transparencia y cese de la corrupción.

El imponente toque de cacerola que se ha escuchado a lo largo y ancho del país, debería susurrarle algo a su conciencia, antes de que sea tarde.

La sociedad y usted necesitan que acabe bien su período. Es sencillo: atrévase a volver a ser lo que fue cuando albergaba sueños juveniles de pureza y el poder no había cambiado su naturaleza.

Quizás consiga que la población le perdone. Yo lo haría.

Con respeto, le saluda Abimbaíto, amanuense de la gloriosa revolución del 26 de Julio.

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Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.