Concertando alianzas público-privadas
Uno de los errores comunes de los inversionistas extranjeros es asumir que los procesos se ejecutan localmente con los niveles de eficiencia del primer mundo. Ello limita la capacidad de evaluación objetiva y genera malentendidos difíciles de superar.
Había llegado por una semana a Bombardier Aerospace en México para preparar y asesorar en una negociación que llevaban con el gobierno federal, y que estaban estancadas por múltiples motivos. Sin embargo, permanecí más de un mes, y con varios regresos a ese gran país. Bombardier Transportation México, como se denomina en el país azteca, ha construido ferrocarriles y una serie de proyectos y alianzas interesantes y de gran valor para esa nación y para la casa matriz de la corporación. Toda alianza está precedida de negociaciones que sientan las bases para crear y distribuir valor.
Uno de los errores comunes de los inversionistas extranjeros es asumir que los procesos se ejecutan localmente con los niveles de eficiencia que en el primer mundo. Ello limita la capacidad de evaluación objetiva y genera malentendidos difíciles de superar. Se deben ajustar los modelos de análisis y toma de decisiones.
A partir del 16 de agosto en curso, el gobierno dominicano está dando pasos concretos para negociar y desarrollar proyectos y alianzas con el sector privado.
Todo negociador gubernamental, sea director, funcionario o ministro, tiene unas fuentes de poder inherentes que le permiten manejarse en las negociaciones muy diferente a su contra parte, el sector privado. El sector privado, por otro lado, se encuentra con una serie de retos para negociar con el sector público también diferentes a la típica negociación entre privados.
La experiencia nos indica que hay una serie de temores mutuos que van desde la inmensa corrupción en que ambos sectores se han dado a practicar en nuestros pueblos, hasta las tradicionales fuentes de poder que tienen todos los gobiernos y la incomprensión que suele tener el sector privado con esas fuentes de poder.
Estas fuentes de poder son:
1. Monopolio de poder. Cuando usted negocia en el sector privado, usted tiene alternativas de no acuerdo respecto a su contraparte. Estas alternativas le dan a usted la capacidad de pararse de la mesa y buscar satisfacer sus objetivos con otro agente del mercado. Por el contrario, cuando usted negocia con gobiernos es muy probable que usted esté obligado a negociar con ese órgano regulador o institución pues, obviamente, es el único que puede satisfacer sus necesidades. Este monopolio le otorga a las entidades gubernamentales un considerable poder de apalancamiento. Gestionar las alianzas con mucho cuidado es esencial, ya que el poder público es insustituible.
2. Privilegios del sector público. Todos los gobiernos disfrutan de privilegios que el sector privado no goza: la capacidad de crear leyes, regular negocios y emprendimientos, incautar activos, y en general posponer indefinidamente decisiones que llevan al sector privado a hacer concesiones que no harían a uno de sus pares del sector privado.
3. El interés público. Los funcionarios de gobierno, al menos los honestos y con formación de Estado, entienden que su deber es tomar decisiones que satisfagan el interés público. El problema viene cuando mal utilizan este mandato para ganar apalancamiento político mientras negocian con el sector privado. Durante la crisis financiera de Argentina en el 2001, el gobierno federal rehusó pagar su deuda externa declarando que tenia la responsabilidad de proteger su pueblo de los inversionistas y acreedores internacionales. Prácticamente cualquier gobierno puede sacar este argumento para denegar legítimos derechos y provocar en contra del inversionista un sentimiento público negativo y adverso. Esto, evidentemente, provoca miedos y reticencia del sector privado para invertir.
4. Protocolos. Para mantener y elevar su autoridad, los gobiernos descansan en una serie de protocolos, incluyendo aquellos que dicta o indica cómo los ciudadanos privados deben interactuar con las entidades del sector público y sus funcionarios. He visto a muchos altos funcionario de nuestra América Latina sentirse ofendidos por la forma amistosa, llana en que un norteamericano o canadiense suele dirigirse a un director, ministro o presidente.
Estos son algunos de los aspectos involucrados.
Es recomendable que el nuevo gobierno, además de cumplir a cabalidad el gran reto legal y ético que todos esperamos, no confunda seriedad con protocolos inservibles, desgastados y obsoletos, ni confundan honestidad con rigideces sectarias ni arrogancia moral. Un gobierno amigable empieza con las buenas maneras en sus procesos de toma de decisiones: la cercanía no es corrupción.
Ser amigables, transparentes y honestos, como un sistema operativo “friendly software”, atrae más usuarios, más contribuyentes y más desarrollo.