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Consejos políticos

“La multitud pierde su fuerza al sucumbir a la tentación del soborno, pero los que sobornan al pueblo se destruyen a sí mismos, cuando, comprando la fama a un precio tan elevado, hacen fuertes y osadas a las masas”

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Consejos políticos

Estimado candidato: Le expongo algunas reflexiones elaboradas por consejeros antiguos y sabios. Excúseme por ofrecérselas sin haberlas solicitado. Lo hago por el interés de la comunidad, la cual determinará si lo aúpa o hunde; idolatra o rechaza. Y también lo hago por el aprecio que le tengo.

Bienaventurado si alcanza su propósito, en cuyo caso habrá aprendido a entender el torbellino de las pasiones humanas y a esconder sus propias miserias.

Los consejos rezan así:

“La vocación política ha de fundarse, como en un suelo firme y seguro, en una decisión motivada por el juicio y la razón, y no en un impulso inspirado por vanagloria, por un cierto afán de rivalidad o por falta de otras ocupaciones.”

Siguen diciendo:

“Has de cultivar y ordenar tu manera de ser como si fueras a vivir el resto del tiempo en un teatro abierto a todas las miradas. Si no es fácil apartar del todo la maldad de tu alma, prueba al menos a suprimir y cercenar aquellos de tus defectos que afloran y destacan con más fuerza. Pues los hombres de Estado no solo rinden cuentas de lo que dicen o hacen en público, sino que también está sometida a escrutinio su conducta en el almuerzo, en la cama, en el matrimonio y en cualquier circunstancia, frívola o seria, de su vida.”

Y es que, “Tan enorme peso tiene en la vida política la credibilidad que inspira el carácter y viceversa.”

Eso si, nunca olvides que “la arrogancia cohabita con la soledad.”

Pero no creas que la apartas, rodeándote de amigos del poder; al contrario, “debemos ser amigos no ‘hasta el altar’ por no ser cómplices de perjurio, sino hasta donde lo permita cualquier ley, la justicia y el interés público.”

Por esa razón, “despójate desde este preciso instante de la sed de riqueza y de dinero, y, como hierro emponzoñado y plaga del alma, arroja esos vicios a las plazas de los tenderos y prestamistas, teniendo presente que el que se lucra de los fondos públicos es un saqueador de templos, de tumbas, alguien que roba a sus amigos, a traición...”

Recuerda que “la multitud pierde su fuerza al sucumbir a la tentación del soborno, pero los que sobornan al pueblo se destruyen a sí mismos, cuando, comprando la fama a un precio tan elevado, hacen fuertes y osadas a las masas.”

Cuando no seas nadie, ni tengas poder alguno, comprenderás que “el primer y mayor bien reside en la fama de los políticos: la confianza que les ofrece la posibilidad de entrar en acción. El segundo es que el afecto de la gente es para los hombres buenos un escudo contra los maldicientes y depravados.”

Y eso no se remedia con palabras, pero si las pronuncias, “el discurso debe estar repleto de carácter sin afectación, de verdadera altura de miras, de patriótica franqueza y de auténtica previsión e inteligencia.”

El odio no es aconsejable. Por eso, “si nuestros adversarios dicen o hacen algo bueno, no es preciso enojarse por los honores que ellos reciban ni escatimar palabras de felicitación por sus bellas acciones. Pues de este modo, nuestro reproche, allí donde sea necesario, no solo tendrá credibilidad, sino que incluso haremos que nuestros rivales estén predispuestos contra la maldad, si ponderamos su virtud y comparamos unas acciones con otras.”

En el fondo, “la crítica mezclada con el elogio... es a todas luces benigna y curativa, mientras que los agravios no son en absoluto decorosos en los políticos.”

Ten presente que, “el hombre de bien no es arrogante ni odioso, ni el prudente inflexible.”

En tal virtud, “es preciso que el político no provoque tormentas él mismo, pero que no falte en su puesto una vez que han estallado; ni que perturbe el orden de la ciudad peligrosamente, pero que acuda en su socorro cuando se encuentre eqwn una coyuntura peligrosa y arriesgada...”

Y, aunque te duela, “debes hacerte cargo también de tu propia naturaleza y, en caso de que tu talento sea inferior al de otro, escoger a los hombres más capacitados y no a los de cualidades semejantes.”

De ahí que, “igual que la partición de la mano en los dedos no ha hecho más débil su manejo, sino que le ha conferido habilidad técnica e instrumental, igualmente en la vida política el que comparte los asuntos de Estado con otros realiza sus tareas con mayor eficacia gracias a esa comunión de intereses.”

Plutarco te envía estos consejos, a pesar de que casi veintiún siglos lo separan de ti. Con aprecio, Yo.

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.