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Congreso Nacional
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Crisis política, imagen del país y el lado oscuro de Punta Catalina

“El nuevo hallazgo se desprende de la filtración de un enorme número de documentos y registros del ‘Departamento de Operaciones Estructuradas’, una división de Odebrecht creada básicamente con el propósito de manejar los sobornos que entregaba la empresa. [...] Entre otras cosas, los registros revelan: Pagos secretos de Odebrecht por más de 39 millones de dólares vinculados con la construcción de la gigante central termoeléctrica de carbón de Punta Catalina en República Dominicana. Las dos investigaciones oficiales previas sobre el proyecto, que informaron no haber encontrado hechos delictivos, no mencionan estos pagos”. División de Sobornos del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), junio 25, 2019

Da la impresión, desafortunadamente, de que el país está entrando en una etapa de caos. Era previsible que el año 2019 estuviera dominado por la agenda política. Lo que no estaba previsto era que los acontecimientos tomaran el rumbo que han tomado y que la situación política se complicara de tal manera que no se vislumbra una solución civilizada a la crisis política que padece el partido gobernante. En el Congreso Nacional y en sus inmediaciones se vive una situación de militarización y de protestas que son unos síntomas de las graves tensiones que al interior del PLD socavan las mínimas posibilidades de una salida unitaria. Es un penoso espectáculo el que está dando un partido que tuvo en el pasado como rasgos distintivos el orden y la disciplina.

A veces –como se puede probar matemáticamente– la solución de un problema no está en el medio; puede estar en uno de los extremos; y en el caso del proyecto reeleccionista la solución está en reconocer que no se puede modificar la constitución para solucionar un problema personal. Que se haya hecho en el pasado no es un referente ético para hacerlo en el presente. En algún momento tenemos que comenzar a respetar las reglas del juego. Ya se está viendo el daño institucional que significaría cambiar la constitución para complacer egos políticos.

Las imágenes del Congreso Nacional militarizado sirven de alimento a los propósitos de quienes quieren, en el plano internacional, presentarnos como un país inseguro para los turistas, especialmente para el mercado norteamericano. Pero no debemos limitarnos a presentarnos como víctimas de una campaña internacional. El fracaso de los repetidos planes de seguridad ciudadana tiene su impacto en todos los sectores de la vida nacional, incluido el turístico. Y es ahora cuando se anuncia que se va a implementar un plan de seguridad turística. Para un turista que visita un país la tasa de homicidio no es lo determinante si se destaca que hay turistas que mueren en los hoteles, lo que magnifica la percepción de una probabilidad mucho mayor. Por eso, la defensa del turismo debe comenzar con garantizar a los turistas que las bebidas y los alimentos que van a ingerir en los hoteles reúnen los estándares internacionales. Debemos hacer nuestra tarea para que los competidores no se aprovechen de nuestras debilidades...

Con la situación política y el problema de imagen-país bastaba para catalogar a la presente coyuntura como un verdadero desafío a la capacidad de los dominicanos para sobreponerse a la adversidad; sin embargo, las nuevas revelaciones de Odebrecht – al amparo de un trabajo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación – han confirmado, para sorpresa de pocos, que Punta Catalina tiene un lado oscuro que la Justicia dominicana se ha esmerado en ocultar. Ahora, se comienza a entender por qué uno de los implicados alegó que en el expediente falta “to’ el mundo”. También se está entendiendo por qué el Ministerio Público hizo un trabajo tan selectivo y tan poco profundo. Como dato curioso: fuera de Brasil, la República Dominicana – dadas las nuevas revelaciones – fue el país que recibió el mayor monto de sobornos; sin embargo, fue el que menos solicitudes de colaboración hizo al gobierno de Brasil. Por ejemplo, Perú, que solo recibió soborno por unos 29 millones de dólares, hizo cerca de cincuenta solicitudes de cooperación a Brasil; en cambio, República Dominicana solo cinco solicitudes de colaboración.

Asimismo, esas nuevas revelaciones ponen punto final a la discusión de si Punta Catalina estuvo sobrevalorada o no. El hecho de que se haya podido establecer que Odebrecht otorgó casi 40 millones de dólares en sobornos – algunos prefieren llamarlos coimas para disfrazarlos – para conseguir el contrato de Punta Catalina, según las nuevas revelaciones, es prueba suficiente para concluir que la obra está sobrevalorada y que su lado oscuro es ahora mucho más claro. El departamento de sobornos de Odebrecht hizo esos pagos y los hizo bajo seudónimos, en un ejercicio que revelaba su carácter pecaminoso e ilegal.

Ahora resulta que los sobornos no son 92 millones de dólares; ya van por el orden de los 130 millones de dólares, de los cuales alrededor del 30 % corresponde a Punta Catalina. Es una realidad muy distinta a la que se nos quiso vender de que la termoeléctrica de Punta Catalina había sido la única obra de Odebrecht que se había ejecutado sin sobornos. ¡Vaya ilusión! La narrativa oficial, con la Justicia a su lado, tendrá que reelaborar su discurso ante el convencimiento social de que con dicha obra se produjo un mayúsculo desfalco de los fondos públicos. Aunque parece improbable que el Gobierno designe una nueva comisión para que arroje luz sobre un lado ya no tan oscuro.

Ciertamente, el país se encuentra en una coyuntura muy difícil; por un lado, el ciclo político no solo amenaza las bases institucionales de la nación, pone en peligro, además, la propia estabilidad económica; y con los peligros que acechan al turismo los riesgos económicos son aun mayores. Por eso, las nuevas revelaciones de sobornos otorgados por Odebrecht solo vienen a complicar, mucho más, una coyuntura que no necesitaba de nuevos escándalos...

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