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Crisis, políticas y reformas (2 de 3)

El cambio social y económico sólo podrá empezar cuando se sincere el reconocimiento de los problemas y se incorporen esos elementos en el planteamiento de las soluciones.

En la obra comentada, el ingeniero Temístocles Montás utiliza a Corea del Sur como espejo en que el país debiera contemplarse y señala los factores que la impulsaron hacia el desarrollo: educación y cambio tecnológico, altas tasas de ahorro e inversión, subordinación del sistema financiero a la estrategia de industrialización, subvaluación del tipo de cambio, tasas de interés subsidiadas para las exportaciones e instituciones diseñadas para orientar el mercado.

Y agrega que “el liderazgo político y económico de Corea del Sur, pensó en el largo plazo, enfocándose en los temas económicos”.

Ocurre que aquí, en esta pequeña isla, cuando la nación se asoma a la superficie suave del espejo, este le devuelve la imagen de un país cuyo liderazgo se muestra ausente de la visión de largo plazo, inmerso en las preocupaciones cotidianas, sumergido en la defensa de sus intereses particulares y de grupos, obsesionado por el poder y sus atributos materiales. Ese quizás sea el elemento básico para el cambio que en algún momento habrá de producirse.

El ingeniero Montás hace una reflexión que merece ser ponderada. Dice que “si la República Dominicana se moviera hacia sectores aun más integrados en las cadenas globales de valor, como el sector automotriz o electrónico, entonces la proporción de valor agregado doméstico en las exportaciones, disminuiría.” Ese es un gran dilema. Sin embargo, la política de inserción internacional tiene que tener en cuenta la dotación de recursos disponibles.

La realidad es que abunda la mano de obra menos cualificada, que no por eso deja de tener derecho a la sobrevivencia. Por eso, habrá que combinar políticas que garanticen empleo a esa mano de obra en sectores primarios mientras se vaya cualificando en un proceso que llevará tiempo, con otras que atraigan inversiones en polos de mayor tecnología. El desarrollo no puede ser selectivo, de unos en olvido de los otros, sino superpuesto.

Relacionado con lo anterior está el pobre desempeño de los eslabonamientos en la industria. Habrá que organizar mejor a los eventuales proveedores, dotarlos de información y hasta enseñarles técnicas gerenciales sencillas que permitan la estandarización y homogeneidad en la calidad de sus productos.

El autor propone políticas activas de empleo para modificar la inserción laboral precaria y la mala calidad del empleo. Sugiere que el énfasis se haga en la política educativa y que la mira sea alcanzar prestaciones universales en la seguridad social y en mantener un alto nivel de gasto social.

A esos fines, el ingeniero Montás subraya que “sin una adecuada capacidad fiscal del Estado no será posible financiar el gasto social, el gasto en infraestructura ni el gasto para el desarrollo institucional”. Y añade que “este es uno de los más grandes desafíos de la República Dominicana para los próximos años”.

A veces sucede que el demonio se encuentra sumergido en los detalles. La tendencia que ha predominado en el país es la de soslayar los problemas reales y quedarse en categorías abstractas.

Es cuesta arriba imaginar que pueda alcanzarse mayor cohesión social mientras la nación esté siendo sometida a un proceso permanente de invasión pacífica de mano de obra irregular, que penetra con total impunidad por nuestra frontera, desnaturaliza el mercado de trabajo, afecta a la baja el nivel de salarios, desplaza de sus ocupaciones a mano de obra dominicana, y hunde la evolución de indicadores sociales básicos tanto en educación como en salud. No hay gasto social capaz de aminorar ese gran daño.

Como también constituye una fuerte retranca el hecho de mantener la dualidad de un mercado formal regido por normas rígidas, que convive con uno informal ausente de ese cumplimiento.

El cambio social y económico solo podrá empezar cuando se sincere el reconocimiento de los problemas y se incorporen esos elementos en el planteamiento de las soluciones.

En cuanto a sostenibilidad ambiental, la recomendación que hace el autor es fortalecer la legislación y regulaciones vigentes. Me atrevería a mencionar que se echa en falta la vigencia de una política dirigida al desarrollo de la industria forestal.

El marco legal, pero sobre todo la práctica de los últimos decenios, ha estado orientado a la represión e inhibición de la actividad productiva forestal, a pesar del enorme potencial existente en esta materia. Se ha convertido el bosque en enemigo del ser humano, cuando debería ser su mejor aliado. Es imprescindible dejar de ver al productor forestal como delincuente en potencia, ofrecerle apoyo, quitar trabas y facilitar su labor emprendedora, en paralelo a la preservación de las cuencas hidrográficas.

En este momento, plantar árboles y producir madera para cosecharla en el plazo de decenas de años, en vez de reconocerse como un acto de asunción de consciencia acerca del valor de los recursos naturales que merece ser recompensado, se ha convertido en una actividad de alto riesgo que tiende a abatir la iniciativa individual o empresarial.

¡Qué desatino tan grande, sin que aparezca alguien que sea capaz de ponerle fin!

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