Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Pruebas PISA
Pruebas PISA

¿Cuándo sabremos que nuestro sistema educativo alcanzó la calidad que aspiramos?

Sobre el artículo que publicamos en este mismo diario el 14 de diciembre, titulado PISA y las dos caras de la escuela, recibí doce comentarios vía correo electrónico. Varios de esos comentarios solo confirmaron lo que dijera Federico Nietzsche en su obra Humano, demasiado humano (2014), de que hay personas que al leer un libro o un ensayo lo hacen como si viajaran de paisajistas, en que no se atiende al detalle sino al mero conjunto. Sin embargo, cinco de los comentarios recibidos me obligan volver sobre el tema porque hasta gente educada cree, sinceramente, que elevar la calidad de nuestro sistema educativo es un objetivo preliminar, y no es así; ese es el objetivo más largo, el más costoso y el que requiere la mayor conjunción de esfuerzos y voluntades que ha de llevar a cabo el Estado y la sociedad dominicana durante los próximos 50 años. Pues la calidad de un producto elaborado por cualquier sistema natural, social, empresarial, institucional, científico, filosófico o moral queda supeditada a la acción contínua, inquebrantable y enérgica que tomen los participantes del sistema para destrabar los órganos que aprisionan o ralentizan los mecanismos destinados al logro de esa meta especifica.

Mi primer empleo fue ser maestro rural, pero sin título para ello. ¿Pero quienes fueron mis profesores? Don Andrés Brito, don Alfonso, doña Yuya Bournigal, doña Elsa Cabrera, las señoritas Carmen R. Liranzo, Dulce Arias, Nelly Rancier ¿Tenían ellos títulos de licenciados y magister en educación? ¡No! Todos ellos eran maestros autodidactas secundados por los tutores de sus alumnos; maestros hechos en las aulas, pero que estaban dotados de una altísima validez para la enseñanza porque percibieron muy temprano que sus alumnos debían aprender a pensar en base a las relaciones a menudo muy poco visibles entre conceptos, y también en base a generalizaciones estadísticas a fin de que desarrolláramos el hábito de pensar en una idea de conjunto lo que hacía posible ver y hallar variables en la presentación de hechos frecuentes o en la solución de problemas simples de la vida cotidiana. Ese estilo de dirigir los aprendizajes de los escolares es lo que hoy llaman aprendizaje por “juicio crítico”.

Aquellos maestros tenían una misión, un propósito, una imagen clarísima de que su autoeficacia laboral sería la mayor contribución a la motivación de sus alumnos para el cumplimiento de sus metas en lo referente al logro de un rendimiento observable y medible. Por eso, a pesar de que nuestra escuela era un rancho de tablas roídas por comején y techada de zinc agujerado, esos maestros nos enseñaron a distinguir un pensamiento deductivo de otro inductivo, a diferenciar los actos del discurso directo del indirecto, el uso del lenguaje según el contexto social, el lenguaje metafórico, el uso apropiado de palabras y frases, los postulados conversacionales y el dominio de la lectoescritura, sobre todo, en lo concerniente a la comprensión de un texto leído o escuchado, que se ha convertido en el cuco de los chicos que toman la prueba PISA. Incluso, aquellos maestros, que muchos como ellos fueron verdaderos apóstoles de la educación, nos enseñaban una especie de “regla” que desapareció de los contenidos curriculares: consistía en escoger el estilo expresivo apropiado cuando le pedimos algo a un varón y cuál estilo usar cuando la petición se hace a una hembra.

Al Gobierno de Medina se le critica de un modo mordaz cada vez que el techo de una escuela recién construida drena agua a chorro dentro de las aulas o cuando varios niños se intoxican con la comida servida en su escuela. Algunos de esos críticos llegan a ser tan poco honorables que preguntan adónde han ido los millones del 4% del PIB que se asigna al Minerd, con una puyita socarronamente insinuante. Y aunque el Plan educativo del presidente se ha visto deslucido en algunos de sus aspectos, lo cierto es que él lo inició por el borde correcto: la construcción de aulas, elevación de salarios a educadores, apoyo económico a miles de madres con hijos en escuelas, desayuno y almuerzo a miles de escolares, distribución de mochilas y creación de estancias infantiles y dotación de becas a jóvenes interesados en convertirse en profesores.

Había que empezar por las acciones detalladas más arriba por ser la parte de más rápido y fácil cumplimiento utilizando solo recursos monetarios, pues lograr una buena calidad de la escuela es la parte más larga y difícil de todo el proceso educativo. Recordemos que para que una vaca comience a producir leche, primero debe crecer a base de forraje y pasto seco, agua, vitaminas y vacunas. Tiene que entrar en período de celo para que un toro la monte y la preñe. Cuatro a cinco días después del parto es cuando comienza a salir de su ubre la sabrosa leche que consumimos con buenos nutrientes.

Lamentablemente, el Estado no ha podido defenderse exitosamente de las críticas al Plan educativo que lleva a cabo porque, erróneamente, ha encargado de esa tarea a decenas de tipos que el público los llama “bocinas” con altos salarios, pero que no son capaces de dar una respuesta racional a los críticos, pues una bocina solo sirve para amplificar sonidos, no para analizarlos. Por eso, los señores “bocinas” del Estado, con algunas excepciones, creen que hablar inexactitudes sobre un tema que desconocen como lo haría cualquier pasota, es equivalente a lo que diga una persona con una opinión legitima sobre el mismo asunto.

La calidad de un sistema social o institucional, como lo es la escuela, no es posible domeñarla sin antes alcanzarla y su alcance solo es posible a partir del cumplimiento de una larga lista de metas, entre ellas las que ya enumeré. Dije que la calidad de la escuela es la parte más larga, costosa y difícil de todo el proceso educativo porque esta fase demanda una metamorfosis completa de las actitudes, hábitos y creencias predominantes en profesores, la familia y la sociedad, y ahora mismo la actitud predominante en el profesorado respecto de su papel en la consecución de la calidad de la escuela equivale a una antimetamorfosis. El rasgo primario de una antimetamorfosis es su lucha por reducir o bloquear los objetivos de un proceso dirigido hacia la distinción social porque le resulta sospechoso de exigencia de compromiso con el mismo.

Lo que verdaderamente impacta en el rendimiento de los escolares es la calidad de la escuela. Esa es la razón por la cual cuando se quiere saber qué nivel de prestigio tiene el sistema educativo, sus profesores y sus alumnos, se recurre a medir el rendimiento de sus estudiantes ya que el rendimiento de estos es la imagen en espejo de sus profesores y de la dignidad con que se desenvuelve todo el sistema educativo. El rendimiento es lo que hace la distinción.

En cada cultura los alumnos tienen identificado el porqué estudian. En la República Dominicana como en Estados Unidos, se estudia por una motivación personal y de ahí conseguir un empleo bien remunerado. Los escolares asiáticos son distintos a nosotros, ellos van a la escuela y hacen sus tareas escolares e interiorizan eficazmente sus aprendizajes para cumplir con las expectativas de la familia y de la sociedad. En caso de que le vaya mal en un examen de matemáticas o de Química, ese estudiante japonés, chino o singapurense siente el impulso de intentarlo nuevamente pero duplicando su esfuerzo y estimulado por profesores y padres. ¿Hacen lo mismo los escolares dominicanos, maestros y sus padres? ¡Noooo! Bueno, pues ahí está el comienzo del pobre desempeño en la prueba PISA de nuestros escolares de 15 años.

En mi experiencia, una escuela con calidad observable se caracteriza por cinco aspectos básicos: 1) tiene un entorno seguro y fundamentalmente ordenado;

2) cuenta con un cuerpo de profesores emocionalmente estable, competente, motivador y con un acentuado sentido de compromiso social;

3) cuenta con recursos didácticos suficientes y apropiados para cada nivel;

4) tiene en marcha una cultura escolar que destaca el dominio de unos aprendizajes donde las proposiciones vagas o ambiguas no tienen cabida y donde el discernimiento de lo aprendido constituye una exigencia permanente como requisito para un correcto procesamiento de la información recibida y la recuperación posterior de dicha información por haber sido capaz de mejorar en cada curso su grado de atención. Además, dicha cultura tiene entre sus metas el logro de una comunicación interpersonal eficaz y reforzadora de vínculos, de paz y de negociación que reduce o evita las conductas hiperreactivas. También esa cultura escolar se empeña en probar que todos los alumnos pueden aprender, los maestros los respetan, confían en sus capacidades y los estimulan a confiar en ellos mismos; así, los alumnos responden a las expectativas del sistema y respetan a sus profesores;

5) la escuela mantiene un programa permanente de lectura y un espacio-tiempo para que maestro y alumno diluciden problemas particulares de razonamiento matemático o de cualquiera otra ciencia que tenga alguna aplicación práctica en la vida diaria. Un chico de educación media que no lee ni siquiera los titulares de las noticias de primera plana de un diario, nunca aprende a leer ‘de verdad’ y mucho menos logrará algún día comprender lo que lee, puesto que comprender es un proceso neuropsicológico complejísimo que demanda un gran esfuerzo de atención y los dominicanos no somos muy dados a prestarle atención a lo que escuchamos, leemos o vemos.

La lectura conduce al alumno al aprendizaje de nuevas palabras y frases; ese aprendizaje le ayuda a desarrollar habilidades para resolver problemas de la vida diaria como evitar “los malos entendidos” por desconocimiento de vocabulario. Un sistema educativo con calidad dispone de biblioteca en cada escuela que exista en cualquier lugar del país, tiene maestros que leen mucho pero además inducen a la lectura a los alumnos y a sus padres porque estos sirven de ejemplo a los hijos en su interés por la lectura. También la escuela estimula a la comunidad a la donación de libros. ¿Qué cosa creo que está contraindicada para lograr un buen rendimiento de nuestros alumnos? El afán de muchos padres de poner a los hijos en múltiples tareas: pelota, baloncesto, baile, guitarra. Son muy escasos los cerebros humanos capaces de prestar atención a varias tareas distintas al mismo tiempo con buen resultado.

Cuando el sistema educativo tenga todo lo enumerado, entonces veremos que en PISA se reflejará el logro de la calidad de la enseñanza que tanto deseamos.

menpe120@gmil.com

TEMAS -