Déficit de razonamiento
Si las autoridades se hubieran llevado de la observación atenta de lo que ha estado ocurriendo aquí, no habrían mantenido a la población confinada ni aislada en sus hogares, ni cerrados los negocios, aparte de que tampoco existían condiciones sociales para que tuviera sentido hacerlo.
Si los gobiernos por venir tuvieran ante si una tarea relevante, sería la de que en las escuelas se enseñara a pensar, asimilar los contenidos, desmenuzarlos e ir colocando un sedimento que sea la base sobre la que se desarrolle la perspectiva de cada educando.
Nuestro pueblo muestra deficiencias en la capacidad de comprender, razonar, que se reflejan en la pobre ejecución de acciones que sigan un hilo secuencial lógico. En cambio, posee creatividad para encontrar soluciones prácticas a problemas cotidianos, por complejos que fueren.
La dificultad para razonar es una deficiencia temporal, mientras que la creatividad es innata, atributo genético y cultural.
El propósito de la escuela no es suministrar a los alumnos comida, ni insumos, ni otras prestaciones, aunque sean bienvenidas como mecanismos complementarios de apoyo. El objetivo es el aprendizaje, enseñar a pensar. Todos los esfuerzos deben dirigirse hacia esa finalidad.
Y para lograrlo es necesario remover por lo menos dos obstáculos de peso.
Por un lado, el exacerbado espíritu de gremio de la asociación de maestros, apegada a las compensaciones materiales y desprovista de inspiración para la enseñanza. Enseñar es un apostolado, no una compraventa de números y letras.
Por otro, la utilización de los recursos del 4% del PIB en lo que se vea y reditúe políticamente, como edificaciones e insumos, y solo marginalmente en elevar la calidad de la enseñanza.
La falta de comprensión de la población hasta de asuntos simples, se manifiesta en la vida cotidiana.
Ejemplo 1. A la JCE se le hace cuesta arriba cuadrar los resultados de las votaciones de cada mesa electoral, porque el personal nombrado no domina ni siquiera la aritmética más elemental. Tal situación ha llevado a traumas nacionales de envergadura.
El fallo que llevó a la cancelación de las elecciones municipales de febrero pasado, no es descartable que se debiera a errores causados por insuficiente capacidad de comprensión de los “técnicos” contratados para llevar a cabo el proceso informático.
Ejemplo 2. Ahora, con la pandemia, las autoridades se han empeñado en crear una escuelita nacional (el poder se complace en ostentarlo) desde la cual se imparten lecciones sobre confinamiento, comportamiento social, higiene sanitaria, partiendo de la premisa de que las instrucciones se bajan de la cúpula ilustrada a la base y todo se cumple según lo dispuesto.
Pues no. No se cumple. No se comprende ni se asimila el propósito de las instrucciones.
Se impone a la población la obligación del uso de mascarillas de protección, al tiempo de que se las contamina con las manos o guantes de quienes las entregan, incluido el propio titular del ministerio de salud.
Se anuncia que el transporte público se ha organizado en la ciudad de Santo Domingo con la intención de mantener la distancia física, pero al mismo tiempo se dispone que el servicio sea ofrecido únicamente por las unidades de propiedad pública, sin percatarse de que la decisión de descartar las privadas provoca un efecto contrario al deseado.
El resultado es aglomeraciones en el metro, colas en los autobuses. En vez de garantizar la distancia social, se promueve el apiñamiento de la gente.
Una cosa es diseñar las medidas en un escritorio. Otra ejecutarlas con lógica de modo que respondan a la necesidad que se quiera satisfacer.
Ejemplo 3. En esta zona geográfica los efectos de la pandemia son benignos, como lo demuestran con largueza los números de contagio y de letalidad, muy alejados de la agresividad mostrada por el virus en los países de clima templado.
Si las autoridades se hubieran llevado de la observación atenta de lo que ha estado ocurriendo aquí, no habrían mantenido a la población confinada ni aislada en sus hogares, ni cerrados los negocios, aparte de que tampoco existían condiciones sociales para que tuviera sentido hacerlo.
Lo apropiado hubiera sido localizar con premura los casos de contagio, aislarlos en centros adecuados e intensificar las medidas de distanciamiento físico y de higiene.
Se ha pecado por copiar lo que hacen otros, en vez de escudriñar nuestra propia realidad y actuar en consonancia. Ha estado ausente la observación y la lógica. Se ha actuado, además, sin sentido de la proporción.
La consecuencia es un país postrado por la pandemia económica, con caída grave en los ingresos de la población y pérdidas severas en el empleo, a la par que un Estado encaminado al hundimiento de sus cifras fiscales, costos que bien podían haberse aminorado si tan solo hubiéramos tenido la capacidad de haber pensado por nosotros mismos.