Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Guerras
Guerras

Después de Semana Santa

Más que pedir que rueden cabezas, lo relevante es que se recomponga la base del sistema político y electoral para que la transparencia y la equidad sean la base de la competencia política...

La Semana Santa terminó con descanso y recogimiento para algunos, tal vez los menos; con exceso, bullicio y derroche de consumo para otros. Evidencia de que el signo de los tiempos corre parejo al vacío espiritual y hasta intelectual.

Transcurrió en medio de manifestaciones de confrontación áspera en el concierto internacional. Y en el espacio político nacional de conformación de un estado de frustración y opinión colectiva que presagia sacudidas fuertes.

Y todo esto es preocupante. El estado de tensión generalizada no presagia nada bueno, con independencia de que existan o no razones que lo expliquen.

El mundo de hoy está lejos de ser el de la certidumbre relativa que permitía desplazarse de un lugar a otro con seguridad y confianza. Ya nada es seguro, pues hasta las grandes y más avanzadas capitales viven la angustia y el temor de que en sus calles y vericuetos ocurran episodios devastadores, que cieguen la vida de inocentes.

Y la respuesta a tanta crueldad, y quien sabe si el origen de todo, llega por medio de la expresión más violenta de poderío militar en forma de bombardeo inmisericorde, que también borra vidas de inocentes, narrado como si se tratara de escenas de ficción proyectadas en pantallas de cine con imágenes frescas e instantáneas para recrear el goce de la humanidad en lucha contra si misma.

Y nadie sabe a dónde conducirá todo esto, aunque ya muchos temen que sea a una tercera y definitiva conflagración mundial, en que la Humanidad podría dejar de serlo, aniquilada por sí misma, destruida porque la incomprensión sobre lo que es distinto se convierte en odio, impide ver lo que une, y resalta lo que divide.

Algunos dirán que siempre ha sido así. El homo sapiens ha sobrevivido a su propia locura, obstinación y violencia, aunque pueblos enteros hayan sido casi exterminados por la confrontación salvaje.

Pero no es igual la guerra de antes, que tenía lugar a caballo y con espadas, y que se ejercía en nombre de un Dios verdadero, el de cada bando, cuyas consecuencias eran cruentas pero limitadas. O las más recientes basadas en el poderío convencional.

Ahora se tiene la “madre de las bombas no nucleares” que se lanza porque sí o porque no, no importa, puesto que ya no se sabe lo que es cierto o no lo es. Y se dispone de la fuerza para originar la hecatombe total, las ojivas nucleares, que cuando se disparen borrarán el rastro de la civilización.

¿Civilización?, caray. Es penoso comprobar hasta donde llega el desatino.

Y, como telón de fondo, en el pequeño terruño que arropa nuestros sueños, aquí y ahora, se presiente el maremoto, se oye a lo lejos el susurro de tambores que llaman a vengar agravios de carácter político, que se confunden y sintonizan con aspiraciones de regeneración y renovación.

Siempre ha habido vías de escape al calentamiento de la caldera social. Y, ahora, hay que empezar a prepararlas para bajar la presión.

Hay frustración y encono. No todo se ha hecho bien, ni tampoco todo se ha forjado mal. En el fondo, el peor de los males, que da paso al mayor enojo, reside en el ansia de continuar, en las maniobras perturbadoras del ordenamiento político y social que se llevan o han llevado a cabo para obtener ese fin.

Y en los medios utilizados para conseguirlo. Esa es la gran cuestión, puesto que esos medios puede que hayan servido para sacar de competencia a los demás, al tiempo que para crear desigualdades de riqueza y fortuna.

Es hora de reparaciones a la sociedad. Y de evitar disrupciones. Ambas a la vez.

Lo primero es que el ordenamiento institucional no puede ponerse en juego. Cada cuatro años la sociedad tiene la oportunidad de decidir, aunque menoscabada por las marrullas utilizadas, pero la tiene. Respetar esa decisión, aun tuviere elementos cuestionables, es la base de la convivencia.

Lo segundo es que hay un daño evidente al sistema político, que demanda de rectificaciones y de consecuencias. Lo que ha llegado de Brasil no deja dudas de que la organización política, y muchos de sus dirigentes, ha sido penetrada por prácticas impropias.

Hasta dónde y quiénes han sido partícipes de este contubernio, todavía no se sabe, aunque muchos índices señalan a implicados favoritos, cada cual según su conveniencia.

Aquí, si los señalados fueren tantos, puede que se llegue a la solución de Fuenteovejuna de que fue el colectivo y no otro el autor de ese crimen.

Sin embargo, la sociedad tienen el ojo puesto en este gran episodio y espera reparaciones, busca que haya un comienzo de regeneración. Y hay que tener mucho cuidado en satisfacer esa aspiración, porque actuar como si no hubiere ocurrido nada podría desatar una reacción inesperada y poderosa.

Más que pedir que rueden cabezas, lo relevante es que se recomponga la base del sistema político y electoral para que la transparencia y la equidad sean la base de la competencia política; y que se acometan las reformas económicas y sociales postergadas.

Llevarlas a cabo con sabiduría y desprendimiento, a sabiendas de que el período terminaría sin prolongación posible, ayudaría a desinflar la caldera social, al tiempo que constituiría una notable contribución al avance y progreso social.

TEMAS -