Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

Dictadura de partido

En la versión de dictadura de partido implantada por el peledé, no hubo ocupación militar del congreso ni disolución de la Suprema Corte de Justicia.

En un artículo anterior afirmé que el régimen político impuesto por el peledé puede caracterizarse como una dictadura de partido. Recibí el comentario de un lector que me expresaba que si bien este partido había ganado sucesivamente las últimas 4 elecciones presidenciales, había sido la ciudadanía la que mayoritariamente le había favorecido con su voto y que por tanto no podía hablarse de dictadura de partido.

Ciertamente un partido puede muy bien ganar dos o cuatro o diez veces sucesivamente las elecciones y no necesariamente eso sea sinónimo una dictadura de partidos.

Digamos que estamos ante una dictadura de partido cada vez que un partido político, estando en el gobierno, somete las instituciones y la legalidad democráticas a sus intereses, al tiempo de que se vale del poder económico y político del Estado para construirse una mayoría clientelar que le permite legalizar cada 4 años su permanencia indefinida en la dirección del Estado.

En la versión de dictadura de partido implantada por el peledé, no hubo ocupación militar del congreso ni disolución de la Suprema Corte de Justicia.

El peledé se hizo dueño del poder legislativo creando una casta de legisladores a los que ha hecho supermillonarios con el barrilito, el cofrecito, exoneraciones, sobornos de préstamos y mil negocios más. Con los recursos que maneja cualquier legislador oficialista para el clientelismo y para su campaña es casi imposible competir y, por esa vía, el peledé pretende mantener el control del poder legislativo.

Ahora bien, lo que hace al peledé una dictadura de partido no es que tenga mayoría en el congreso, sino que haya eliminado la independencia del poder legislativo y éste haya renunciado en los hechos a cumplir con sus funciones de control y fiscalización del poder ejecutivo y preservar nuestra soberanía.

La modificación en el 2015 de la Constitución para introducir la reelección para beneficio exclusivo de Danilo Medina, a la sazón Presidente de la República es un claro ejemplo de la subordinación de la institucionalidad y legalidad democráticas a los intereses de ese partido. Actualmente, y con el mismo descaro está en pie un nuevo proyecto de modificación constitucional para posibilitarle una segunda reelección y un tercer mandato a Danilo Medina.

Igual sucede con el poder judicial. Desde el Consejo Nacional de la Magistratura, el Poder Ejecutivo controla la Suprema Corte de Justicia y las altas cortes. Esa es la razón por la cual, cada vez que hay que tomar decisiones cruciales como el caso de la Sun Land, Funglode, los Tucanos, Odebrecht, ese poder judicial sometido nunca se equivoca y jamás lesiona los intereses del partido gobernante y sus dirigentes. La mayoría de esos jueces están ahí para responder precisamente en momentos así.

La segunda condición para consolidar una dictadura de partidos es disponer de una base clientelar que efectivamente se exprese electoralmente y así legalice su permanencia en el poder, en nuestro caso, cada cuatro años. A esos fines, el peledé ha implementado un sistema, desde los organismos y activistas del partido y de los distintos ministerios del Estado para armar listas en cada barrio y comunidad a través de un sistema de bono personalizado que luego se cobra electoralmente.

Una tercera condición es el control del partido oficial del proceso electoral. Utilización de los recursos del Estado a favor del candidato oficial. Cada ministerio, cada dirección general se convierten en comités de base del partido gobernante. Compra de votos y de cédulas. Trastrueque de resultados. Control por el peledé de directivos y del personal de muchas de las 158 juntas electorales municipales. Presidentes y secretarios de colegios electorales que son miembros del Partido oficial. Es muy reciente todo lo sucedido en el tollo electoral de 2016 para volver a contarlo.

En estas condiciones es que “supuestamente” el peledé ha ganado sucesivamente cuatro elecciones y que pretende permanecer en el poder. En esas condiciones, no podemos hablar ni de elecciones confiables, ni de voluntad popular, ni de soberanía ciudadana libremente expresada, ni de real competencia democrática.

Imaginemos otro escenario. Que el peledé no dispusiera a su favor de los recursos del Estado. Que no contara con senadores y diputados con barrilito y cofrecito. Que no tuviera un poder judicial que les garantice impunidad. Que no pudiera condicionar los planes sociales del Estado para su beneficio electoral. Que estuviera regulada la publicidad, los medios de comunicación, las encuestas con transparencia y equidad. Que se sancionara efectivamente la compra de votos. Que los colegios electorales contaran los votos tal y como sean ejercidos por los ciudadanos. La pregunta obligada es ¿Si estas fueran las condiciones de los procesos electorales dominicanos, acaso ganaría una elección?

Es decir, el peledé ha impuesto una dictadura de partido y se mantiene en el poder por la fuerza del poder político y económico que ha acumulado. Es una serpiente que se alimenta de si misma.

Las historias de estos partidos, enquistados por la fuerza en el poder, nunca tienen un final feliz.

TEMAS -