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Dominicanización de la frontera, y 10*

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Dominicanización de la frontera, y 10*

Profesor Vitriólico, ¿qué puede hacerse en la frontera dominicana?

—El país podría invertir en crear la franja verde de la esperanza: una cubierta forestal de especies autóctonas, económicamente explotable, con una profundidad de alrededor de diez kilómetros lineales, para desarrollar una industria forestal que satisfaga parte de la demanda maderera.

Oiga, maestro, ¿qué lo hace pensar que los haitianos no vendrán a hacer leña de estos montes, como ya lo están haciendo en nuestras demás sierras, eh?

—Hay un remedio que los locos y borrachos siempre respetan. El guardia con el tolete como garantía de aplicación de la ley; bien pagado, bien instruido y mejor adoctrinado.

Pero no todo va a ser monte. También hay tierras aptas para la agricultura.

—Podrían otorgarse concesiones fiscales generalizadas a emprendedores y empresas agropecuarias, agroindustriales, industriales y de servicios, cuyos centros de producción estuvieren situados a una distancia de no menos de 5 kilómetros de la línea fronteriza para evitar aglomeraciones poblacionales a ambos lados.

Profesor, la idea de zona franca generalizada hasta podría ejecutarse en toda la nación, no solo en la frontera. O, con impuestos reducidos, generalizados.

— De eso hablaremos luego. El Estado podría llevar a cabo inversiones potentes, en alianza con diversos sectores productivos. Cabría armar un tejido que abarque infraestructura de energía y comunicaciones, módulos ferroviarios, aprovechamiento de puertos y aeropuertos, y facilidades para lograr enlaces entre la producción industrial, agroindustrial y agropecuaria.

Ya eso es distinto.

— Habría que mejorar la capacidad de ejecución, pues abundan las conceptualizaciones, el bla bla bla, pero a la hora de ejecutar, la capacidad se diluye. Esa no deja también de ser la historia del subdesarrollo.

Así mismo es, filósofo, son gallinas que cacarean pero solo ponen huevos hueros.

—Te lanzo otra idea: construir, a varios kilómetros de la demarcación, una carretera de primera desde el norte hacia el sur o viceversa, junto a vigilancia armada y profesional permanente y una valla de seguridad que impida el paso de animales y gentes, salvo por los puentes a desnivel.

¿Y para qué serviría? ¿Para que los haitianos se adueñaran de ella?

—No, porque sería concomitante con intensificar la presencia activa dominicana en la frontera, creando intereses económicos, forestales y turísticos de gran relevancia económica.

Profesor, y quién va a ir a la frontera, a buscar qué. Enfermedades son las que pudieran pegársele al viajero o al turista, o exponerse a que lo secuestren.

—Esa imagen habría que cambiarla por medio de un conjunto de decisiones que convertirían a la frontera en un lugar de especial interés para todos. Hay que crear estímulos y seguridad para que los dominicanos y extranjeros visiten las localidades fronterizas y transiten por esa carretera y sus ramales secundarios.

¿A quién se le ocurre eso?

—Pues fíjate, según el Dr. Balaguer, si por algo debería ocupar el prócer Horacio Vásquez un lugar destacado en la historia es por la política de dominicanización fronteriza que ejecutó por medio de la creación de colonias agropecuarias y otras inversiones y que luego Trujillo copió. Ahora, más que nunca, hace falta ejecutar una política de ese tipo.

Filósofo, usted se expresa como si tuviéramos estrategas y gente entregada a cimentar el futuro, cuando lo cierto es que se vive del día a día. La frontera está tan lejana en el palpitar cotidiano de la clase política, que ya la dan por perdida. Con sus actuaciones han propiciado la haitianización fronteriza.

—Son las ilusiones las que empedran el camino del progreso. Sin ellas, el vivir no tendría sentido.

Filósofo, a lo mejor esas tierras ya son propiedad de los haitianos, pues ha habido demasiada permisividad.

—Buena reflexión, Abimbaíto. Habría que aprobar una ley que reserve la propiedad exclusiva del territorio fronterizo, hasta 20 kilómetros de profundidad con respecto a la línea fronteriza, únicamente a dominicanos de sangre. Y las que no lo sean, declararlas de utilidad pública. Eso si, pudieran ser arrendadas a extranjeros mediante un régimen jurídico especial.

Diantre, ¡Ese cáñamo sí aprieta!

— Habría también que aplicar a plenitud en esa zona la regla del 80/20, y hasta cambiarla a 90/10, con penas incrementadas, para garantizar trabajo a los dominicanos en esa línea fronteriza y permitir cero contratación a quienes se encuentren ilegalmente en territorio dominicano a todo lo largo de su trayecto.

¿Ya terminó?

— Observa que este diálogo empezó con el tema de las tensiones que afectan al mundo: sobrepoblación, desigualdad, migraciones. Y termina poniendo las íes sobre la inmigración masiva e ilegal haitiana.

Entonces, ¿ya terminó?

—Debes darte cuenta de que la inmigración ilegal haitiana profundiza aun más la desigualdad en tierra dominicana. Crea mundos diferentes, asimétricos; uno formal, con derechos plenos y condiciones de vida más estimulantes; otro marginado, fuera del círculo legalmente reconocido, sin protección social ni derechos. Ese es el camino del subdesarrollo permanente.

Y, usted parece que no se cansa de dar vueltas sobre el mismo tema.

—Hay que reiterar que estamos transfiriendo nuestra nacionalidad a los haitianos ilegales que nos invaden y que volverán a dominarnos, ya con la cartulina en sus manos que los acredita como dominicanos. Si no reaccionamos, nuestro destino es emigrar y asimilarnos a otros pueblos y culturas.

Y, entonces qué.

—No queda otra opción que luchar, seguir remeneando la consciencia, azuzarla, despertarla y expulsar del templo de la dominicanidad a los indolentes y traidores. O terminar de abandonar e irnos.

* Serie desigualdad e inmigración.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.