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Duarte, padre nuestro

Orgulloso se siente todo buen dominicano de un padre fundador con las convicciones e integridad de Duarte. Solo mediocres o antinacionales pueden abjurar de su legado imperecedero.

¿Qué méritos tuvo este hombre para ser merecedor de la paternidad de nuestra patria, por encima de otros de su tiempo y posteriores a él?

¿Es Duarte el fundador de la nación dominicana? No. La nación dominicana es un resultado histórico social. Se forjó de una mezcla de razas, luego de siglos de convivencia, enfrentando toda suerte de adversidades en el territorio de la isla de Santo Domingo. Ese conglomerado humano terminó con una identidad propia que está en la base de la nación dominicana.

¿Es Duarte quien por primera vez organiza la acción de esta parte de la isla contra un ocupante extranjero? No. En muchos momentos, los habitantes de la colonia española de Santo Domingo enfrentaron desde invasiones de piratas y corsarios hasta intentos de ocupación por las grandes potencias coloniales. Incluso, cuando Duarte nace, el 26 de enero de 1813, hacía apenas 4 años de la llamada guerra de la reconquista que le puso fin a la ocupación de Francia, y volvimos a ser colonia española.

¿Era Duarte en su época el único que se oponía a la ocupación haitiana? No. Varios sectores lo hacían, pero todos buscando la subsiguiente protección de Francia, Inglaterra o España.

El gran legado de Juan Pablo Duarte, que le otorga su papel en la historia dominicana es ser el primero que se plantea la independencia de esta parte de la isla y su organización en Estado soberano en forma de república. Esto representa una ruptura con todas las luchas libradas por los habitantes de la parte Este contra invasores y ocupantes. Nunca, nadie había planteado nuestras luchas contra el ocupante en la perspectiva de la independencia nacional con la radicalidad en que era concebida y practicada por Duarte: “Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla”. Tampoco en un concepto abarcador tanto de la soberanía externa como interna: “La nación dominicana es libre e independiente y no es ni puede ser jamás parte integrante de ninguna potencia ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia ni mucho menos extraña”.

Pero Duarte no es solo el hombre de la idea de la independencia nacional sino el de la acción para convertirla en una fuerza material. Es Duarte quien organiza, a pesar de la represión impuesta por el régimen haitiano, a jóvenes de su generación en el grupo teatral La Filantrópica para concientizar a través de obras de Teatro. Es él quien organiza la sociedad secreta La Trinitaria para llevar a cabo la independencia y la fundación de la República Dominicana. Es Duarte quien despliega una estrategia para unir a todos los sectores opuestos a Boyer, incluyendo el movimiento haitiano de La Reforma. Duarte también es quien se ocupa de proveer los pertrechos para la conspiración armada para ponerle término a la ocupación haitiana.

La acción organizada por Duarte y los trinitarios la noche del 27 de febrero, expulsando al ocupante haitiano, proclamando el nacimiento de la República Dominicana y organizando una junta gubernativa para dirigir el país naciente, constituye el punto sin retorno de la independencia nacional.

Duarte es quien, a las luchas libertarias le da como contenido y direccionalidad la búsqueda de la independencia nacional. Duarte es quien asume con total determinación que en la parte Este de la isla de Santo Domingo ha cuajado una nación, la dominicana, con la identidad y capacidad suficientes para organizarse en Estado soberano.

A partir de las ideas y de la acción de Duarte el sendero hacia una patria que le diera albergue a la nación dominicana se hizo irreversible. Así quedó patente en batallas libradas por los dominicanos, en los 12 años subsiguientes a la independencia repeliendo las sucesivas invasiones haitianas. Pero la mejor evidencia de cómo, en los 19 años posteriores al 27 de febrero de 1844, había cristalizado la idea de la independencia nacional lo es la guerra restauradora, cuando Santana y un grupito de malos dominicanos anexaron la república a España. El pueblo dominicano, de sus entrañas parió un liderazgo militar y desarrolló una guerra armado, principalmente con machetes y palos, descalzo y harapiento, haciendo irse al ejército español.

Duarte, para legarnos una patria asume los mayores sacrificios, sufre persecución y destierro y toda clase de ignominia de los traidores de la causa nacional. La acción política de Duarte estuvo signada por una actitud de entrega, sacrificio y servicio, y nunca utilizó sus altos méritos como pedestal para provecho personal.

Orgulloso se siente todo buen dominicano de un padre fundador con las convicciones e integridad de Duarte. Solo mediocres o antinacionales pueden abjurar de su legado imperecedero.

Hoy tenemos que volver a Duarte, hacernos duartianos en la incorporación de su visión, ejemplo y práctica, para recuperar el hilo conductor que hemos perdido como nación.

Como nunca, adquiere vigencia lapidaria la advertencia que nos hiciera Duarte: “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos seremos víctima de sus maquinaciones”.

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