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Crisis económica
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El 5 de julio y la importancia de votar

Dentro de 4 días, los dominicanos estamos llamados a expresar ese consentimiento para elegir a 266 funcionarios: 222 legisladores (190 diputados y 32 senadores), 20 representantes ante el Parlamento Centroamericano y sus respectivos suplentes, el presidente y el o la vicepresidenta de la República.

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El 5 de julio y la importancia de votar

El próximo domingo 5 de julio es el compromiso ciudadano con las urnas. Es el día en que el voto de los electores ha de ofrecer una respuesta concreta a la pregunta vertiginosamente abstracta que ha atravesado toda la filosofía política en el mundo occidental: ¿cuál es la fuente de la autoridad de quienes gobiernan? En una democracia, es el consentimiento de los gobernados, expresado en el voto, en los términos previstos por la Constitución.

Dentro de 4 días, los dominicanos estamos llamados a expresar ese consentimiento para elegir a 266 funcionarios: 222 legisladores (190 diputados y 32 senadores), 20 representantes ante el Parlamento Centroamericano y sus respectivos suplentes, el presidente y el o la vicepresidenta de la República.

Que las elecciones son una fiesta de la democracia es una frase que se repite siempre en estas fechas. Es cierto y, seguramente, éstas no serán la excepción. Pero esta vez se trata de algo más que de una celebración. Se trata de algo más que de celebrar la alternabilidad, la posibilidad de renovar el liderazgo al frente del Estado. Ahora se trata, además, de una decisión en la que está en juego la forma en que afrontaremos algunas de las decisiones más críticas a que se ha enfrentado el país, desde que se iniciara la prolongada transición hacia la democracia, la noche del 30 de mayo de 1961.

El Presidente y los congresistas que elijamos tendrán la grave responsabilidad de dirigir al país en medio de la peor crisis sanitaria que hayamos vivido, y hacer frente a la más delicada situación económica de que cualquier miembro de mi generación tenga memoria. Ello en un entorno en que la efectividad de las decisiones que se adopten no depende solo de factores internos.

En adición a las decisiones de política sanitaria y de política económica que nos conduzcan, en el mediano plazo, a sortear los estragos de la pandemia, las nuevas autoridades tienen por delante un desafío intangible tan o más relevante que esas urgentes calamidades: frenar el proceso de progresivo resquebrajamiento de la confianza ciudadana en las instituciones centrales de nuestra democracia, tal y como dan cuenta todos los estudios de percepción política, nacionales e internacionales, que se vienen realizando en los últimos lustros.

¿Qué haremos para recuperar la pujante industria turística? ¿Cuáles serán las líneas generales de la reforma fiscal que habrá de acometer el próximo gobierno? ¿Cuáles son las decisiones coyunturales que se tomarán, y las reformas estructurales que se llevarán a cabo en materia de sanidad pública y seguridad social? ¿Cuáles serán las políticas que con urgente necesidad se precisan adoptar para devolver empleo y seguridad laboral a los más de un millón 80 mil trabajadores cesanteados como resultado de la crisis; o a los más de 503 mil que han dejado de cotizar en la seguridad social?

Súmese a lo anterior el macrodesafío estructural que supone el agudo “síndrome de fatiga” de una democracia que, en términos de aprecio ciudadano, ha descendido de 72 a 44% en la valoración de las personas que la prefieren como sistema de gobierno, frente a otras alternativas.

Es la respuesta a esas acuciantes cuestiones y a otras muchas, lo que está en juego en la actual contienda electoral. Y es por eso que la necesidad de asistir a las urnas se vuelve tan preponderante. La decisión que resulte debe ser la expresión de la mayor cantidad posible de voluntades manifestadas en el voto, porque la magnitud de las decisiones que se habrán de tomar comprometerán de manera especialmente sensible los intereses de todos.

Hay motivos para el descontento y la apatía, para el temor y la preocupación por nuestra seguridad, dadas las circunstancias de salud impuestas por el virus. También hay razones para el encono, la frustración y la desconfianza. Pero no podemos desperdiciar la oportunidad que se nos ofrece el próximo domingo para decir nuestra voz, para ser partícipes de una decisión que se perfila como especialmente trascendente, porque las autoridades que vamos a elegir serán las responsables de conducir el país en medio de los vientos de tormenta que lo abaten.

Nuestra responsabilidad con las urnas es proporcional a la magnitud de la tarea que han de acometer aquellos que resulten electos, porque lo que hagan una vez tomen posesión no solo nos afectará de manera inevitable, sino además, en proporciones desconocidas. En ese sentido se trata, en primer lugar, de una responsabilidad con nosotros mismos, y con la idea de autogobierno colectivo que, desde Jefferson hacia acá, ha inspirado al constitucionalismo democrático.

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