Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Familia
Familia

El árbol familiar Chicón

Al leer este libro me doy cuenta del montón de apellidos que se han unido al Chicón Wagner, en extinción por el predominio de las mujeres. Y es que todos somos hijos de un mismo tronco, con independencia del color de los ojos o de la piel.

Expandir imagen
El árbol familiar Chicón

Hace unos años, Edwin Espinal me hizo llegar una síntesis genealógica de la familia Chicón, pues sabía que tenía ese entronque de sangre. Ahora, Silvio Olivares me ha entregado un libro digital, titulado “Alfonso María del Carmen José de Calazón Chicón Cortés y Abelina Wagner de Castro, historia y legado”, preparado por Priscilla Isabel Jorge de Poulos y editado por Catherine E. González de Ayala.

Nombres largos, que daban lustre a aquellos emigrantes que buscaban en América remedio a la falta de oportunidades en su suelo natal.

Alfonso Chicón Cortés vino de Antequera, Málaga, España, probablemente en los años de 1860, y se estableció en Santiago. Allí casó con Abelina Wagner de Castro, con ascendientes en Hamburgo, Alemania. Ellos fueron los padres de mi bisabuela materna, Ana Matilde Chicón Wagner.

Dice la autora que Alfonso Chicón Cortés era propietario de una estancia en el lugar conocido como “Los Flamboyanes”. Este lugar daba nombre al camino homónimo de Los Flamboyanes, la avenida Juan Pablo Duarte de Santiago. Dicha estancia se extendía hasta el camino de Las Totumas (actual calle Hostos) y posteriormente urbanizada, en ella se construyó el hospital San Rafael de la sociedad La Caridad (inaugurado en 1920 y luego sustituido por el hospital José María Cabral y Báez en 1946). Asimismo, sobre dicho predio se extendió hacia el norte en 1905 la calle Unión, hoy Cuba, y se abrió la calle “No. 1.”

El Estado hace ricos a algunos, empobrece a otros. Esos terrenos tienen un valor incalculable, pero fueron expropiados para permitir el avance de la ciudad. No hay por qué preocuparse; la familia no los está reclamando.

En esa familia Chicón ha habido vicisitudes diversas. Perdura la fama de la belleza de sus mujeres y el matiz encendido de sus ojos azules.

Una sobrina de Ana Matilde, Altagracia de los Ángeles “Grá” Chicón González, casó con César Perozo, asesinado en San José de las Matas por sicarios de Trujillo, en 1932, junto a sus hermanos Andrés y Faustino.

En Memorias de un cortesano, Joaquín Balaguer cuenta que al producirse ese crimen, Andrés Perozo era profesor en la Escuela Normal de Santiago y Ercilia Pepín, directora de la Escuela Méjico. Estremecida, ella puso a ondear la bandera a media asta, lo cual no hizo Sergio Hernández, director de la Normal. Entonces, Ercilia “se quitó su falda, en presencia de los alumnos y maestros de su escuela y se la envió en una bandeja a Don Sergio, con un mensaje escrito con sus propias manos, que decía: Envíeme en cambio sus pantalones”.

Al final, acosado por la vergüenza, Don Sergio se suicidó.

Años después, Domingo Antonio Chicón González se integró como miembro de la expedición de Cayo Confites. Asimismo, un hijo de César, Manuel de Jesús Perozo Chicón (Masú), participó en la expedición del 14 de junio de 1959 y murió en Estero Hondo. Y, Tunti Cáceres Michel, de la misma rama familiar, participó en la conspiración del 30 de Mayo.

En asuntos más comunes, pero no menos humanos, Juan Bautista Chicón Wagner tuvo muchos hijos, tantos que, según la autora, “Cuando los americanos llegaron a la isla en 1916, impusieron una cuota escolar. Bautista no quería pagarlo porque sentía los americanos no tenían el derecho y no deberían estar en la isla. Quitó sus hijos de las escuelas públicas, y organizó su propia educación para sus hijos en su granja. La escuela tenía cerca de 70 discípulos—todos sus hijos.”

El peligro de ser tan prolífico lo dibuja con este relato: “Bautista fue invitado a un baile local. Se encontró con una muchacha bien hermosa. Fascinado por ella, mientras estaban bailando, le pregunta “¿quiénes son tus padres?” Ella sin conocer personalmente su padre, le responde que era Bautista Chicón Wagner. Para su sorpresa y horror esta chica era su propia hija, que él había engendrado.”

Ese episodio retrata vívidamente aquella sociedad rural de la época y el amancebamiento sin corresponsabilidad en la crianza de los hijos.

Uno de los referentes familiares fue el pintor Guillo Pérez Chicón, nacido en San Víctor, Moca. Las ocasiones en que nos encontrábamos, solía recordarme nuestro parentesco, y ahora siento que debimos haber mantenido una relación más cercana.

Los Chicón (o los Díaz) fueron los transmisores de la enfermedad de la realeza, la hemofilia, que afectó a algunos parientes míos, incluido mi hermano, quienes con tanto estoicismo demostraron voluntad de dominio sobre los demonios de sus padecimientos.

Al leer este libro me doy cuenta del montón de apellidos que se han unido al Chicón Wagner, en extinción por el predominio de las mujeres. Y es que todos somos hijos de un mismo tronco, con independencia del color de los ojos o de la piel.

Y si de orgullo se trata, los Chicón Wagner supieron integrarse a esta sociedad con humildad, sencillez, talante emprendedor y aportes en trabajo limpio, digno y en valores.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.