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El arte de la política

Es decir que el espíritu de nuestra Carta Magna hace perfecta armonía con esa concepción esencial, original, pura e invariable de la política...

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El arte de la política

El fundamento de nuestras costumbres e ideales sobre el amor, felicidad, política, democracia y demás temáticas trascendentales que forman parte de la conciencia ciudadana y del modo de vida occidental, fueron en principio concebidas en aquella civilización conocida como la antigua Grecia. Bastaría con dedicarse a estudiar esta remota cultura, a través del resultado del hábito intelectual de sus poetas, comediantes, arquitectos, gobernantes, guerreros y sobre todo a sus más prominentes pensadores, para darnos cuenta que al cabo de siglos después, la base y fuente del conjunto de nuestros saberes y artes propios de la sociedad humana occidental es la antigua cultura griega.

La democracia es una manifestación meramente política, ya que la misma está encaminada a organizar los asuntos de los ciudadanos, siendo en la ciudadanía donde reside la vitalidad de una democracia como modo de vida y gobierno, y es que para los Griegos, la política (del latín “politicus” y ésta del griego “politikoss”) en cuanto a su significado más puro y elemental se refiere, es distintamente aquellas cuestiones de interés público y del Estado que tienen que ser mediadas y tratadas por sus ciudadanos con capacidad civil; siendo este un principio universal que a pesar de tanto tiempo transcurrido, ha sido fomentado y desarrollado por el sistema jurídico de los distintos países democráticos occidentales, por medio de una serie de derechos de rango constitucional orientados a cumplir con métodos de envolvimiento y participación de la ciudadanía en la toma de decisiones concernientes al Estado.

Una veraz, real y efectiva democracia está determinada a tener vida, a ser diligente, eficaz y no contemplativa, virtudes las cuales desafortunadamente van en contrario a lo que actualmente sucede en nuestra República Dominicana, donde es realizable comprobar como nuestros pseudo-gobernantes y la clase política partidaria, han podido adoctrinar a una gran parte de nuestra sociedad para que caiga en el oscurantismo de haber hecho costumbre la absurda creencia de que nuestra democracia como expresión política o de organización social se resume únicamente en un sistema electoral con miras a elegir las autoridades de cada cuatrienio, con el principal, nocivo, equivoco y mal fundado fin de que posterior a dichas elecciones los ciudadanos votantes se dediquen y consagren a no tomar acción y a meramente contemplar las decisiones de las autoridades elegidas. Es que, si bien es cierto que nuestra democracia es representativa, también es participativa, como lo establece y consagra nuestra Constitución presente según el ánimo que nace de los artículos referidos a continuación:

Artículo 22, inciso 2, “artículo 22. - Derechos de ciudadanía. Son derechos de ciudadanas y ciudadanos. 2) Decidir sobre los asuntos que se les propongan mediante referendo”,

“Artículo 208. - Ejercicio del sufragio. Es un derecho y un deber de ciudadanas y ciudadanos el ejercicio del sufragio para elegir a las autoridades de gobierno y para participar en referendos. El voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su derecho al sufragio ni a revelar su voto”.

Conjuntamente, los artículos 203 y 272, tratan prima facie sobre la categorización de la participación política democrática ciudadana en dos clases de asuntos, los municipales y nacionales respectivamente. A su vez, el artículo 210 pone su atención a que nuestros cuasi cenutrios legisladores desarrollen un marco jurídico que regule en su amplitud la figura del referendo como medio de consulta popular.

Es decir, que el espíritu de nuestra Carta Magna hace perfecta armonía con esa concepción esencial, original, pura e invariable de la política, dado por el hecho, que luego de miles de años de evolución histórica occidental, una Constitución contemporánea como la dominicana, posee una serie de medios de cooperación civil y ciudadana, a los fines de poner en practica el arte de la política; sin embargo, como bien dijo Aristóteles en su docto tratado sobre el individuo en colectividad social , “las cosas se distinguen por su propia obra o facultad”, por lo que pareciera ser, que el comportamiento de la clase política partidaria dominicana, expresa una torpe y vulgar conciencia cívica, debido a que hasta este momento, nuestros desvirtuados gobernantes han evitado poner a disposición de la ciudadanía los mecanismos de participación democrática que nuestra más reciente Constitución establece para la colaboración ciudadana en la toma de decisiones que influyen de manera directa en nuestra condición de vida humana como la sociedad civilizada que aspiramos a ser.

Twitter: Joaquing1994

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