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Tránsito
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El circulo destructivo del tránsito

Este tipo de fenómenos propio de América Latina, requiere de políticas y estrategias que sostengan el buen funcionamiento de los sistemas que componen las zonas metropolitanas

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El circulo destructivo del tránsito

El movimiento migratorio existente a lo interno de la República Dominicana, continúa incidiendo en el aumento de la población que reside y realiza sus actividades en las ciudades, congregando la mayoría de los habitantes en las zonas urbanas, para una relación de 78.0% (urbano) – 22.0% (rural), según proyecciones de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE 2017).

Este tipo de fenómenos propio de América Latina, requiere de políticas y estrategias que sostengan el buen funcionamiento de los sistemas que componen las zonas metropolitanas; en tal sentido uno de los sistemas estructurantes que inciden en la salud de las ciudades es el sistema de movilidad urbana integrado por el tránsito y el transporte.

A pesar de los esfuerzos realizados durante los últimos cincuenta años, expresados en una serie de iniciativas que han buscado solucionar los problemas que se derivan del estado de situación del tránsito en el país, la ausencia de una política oficial de movilidad urbana ha sido una tarea pendiente y al mismo tiempo es uno de los elementos que integra el circulo destructivo del tránsito.

Este círculo destructivo nos muestra como la inexistencia de esta política oficial, incide en el caos de la ciudad, esto a su vez alimenta la informalidad para suplir las demandas del sector y por lo tanto debilita la institucionalidad, disminuyendo las posibilidades de que el ente rector pueda diseñar, socializar, aprobar y gestionar una política oficial.

La situación expuesta no permite avanzar en la solución definitiva y sólo posibilita implementar soluciones temporales o cosméticas que actúan como parches, encubriendo los verdaderos problemas y alimentando la fuerza destructiva de este círculo de problemas estructurales.

Si el país contara con una política oficial de movilidad urbana, todos los actores involucrados en el sector tendrían claridad del modelo a implementar, aunando esfuerzos hacia la consecución de los objetivos establecidos. Esta visión de conjunto se vería reflejada en las calles y avenidas de las principales ciudades, transformando las iniciativas particulares en acciones colectivas que contribuyan en la disminución sustancial del caos y el desorden existente. La reducción del caos debilita el espacio de accionar de la informalidad y por ende consolida la formalidad, fortaleciendo de esta manera tanto la credibilidad del órgano rector como la confianza de la ciudadanía en el mismo.

Este circuito de problemas conectados de forma sistémica muestra una realidad que en la actualidad es percibida por el común de los ciudadanos a través de sus consecuencias, sin embargo, las causas deben ser resueltas por medio de soluciones estructurales, estableciendo una ruta de trabajo conocida y asumida por los actores involucrados. Tanto la proliferación del caos en las calles, las amenazas del aumento en la tarifa del transporte colectivo, la consolidación de la informalidad, el desorden del sector y el incumplimiento de las leyes son el resultado de no establecer esa ruta oficial.

La acción efectiva para enfrentar el circulo destructivo del tránsito permitirá al ente rector consolidar una serie de acuerdos y continuar tomando decisiones orientadas a sostener en el tiempo los avances que resulten de implementar una política oficial de movilidad urbana en el país.

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