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El comercio exterior dominicano

Un país en vías de desarrollarse que tome dinero prestado a largo plazo para promover planes que incrementen la economía y satisfagan necesidades sociales, está dividiendo entre dos el gran trabajo del desarrollo.

Anteriormente los analistas económicos catalogaban a la República como un país de exportaciones, dando a entender que sus actividades mercadológicas dependían de las ventas al extranjero.

Pero ahora, si usted estudia el intercambio de bienes con otros países, se dará cuenta de que en estos momentos todo es al revés: el intercambio de bienes y servicios es mínimo en la colocación de nuestros productos en comparación con las grandes, medianas y pequeñas empresas que viven de la importación de toda clase de mercancías procedentes de los más diversos países.

Nuestro sector externo. Para un país grande y desarrollado el comercio exterior puede constituir un negocio importante: cualquier variación hace sentir sus efectos en la producción, en el consumo y en el nivel de empleos. Para la República Dominicana el comercio exterior es el corazón de su economía: del volumen de ingresos de moneda extranjera depende, en gran medida, la actividad económica. Si se generan divisas suficientes hay expansión. Si entra la misma cantidad que en años precedentes hay estancamiento. Si decrece hay contracción. La reserva monetaria de este país es determinante para la ejecución de planes de desarrollo económico. En fin, con una reserva acrecentada que esté en proporción con los requerimientos nacionales y que fuese leal, honesta y patrióticamente administrada, la inflación y la depresión se reducirían a lo mínimo y los planes de desarrollo se llevarían a cabo de manera acumulativa y sostenible. Insistir sobre el tema no es cargante ni fastidioso; hay que formar una verdadera conciencia que haga que el dominicano esté prevenido y resguarde y defienda su patrimonio.

Los últimos cuadros que contienen los números de la economía dominicana indican déficit acentuados, tanto en la balanza comercial; como en la balanza de pagos. Ese dato revela que la situación cambiaria del país ha estado viviendo períodos críticos que no han degenerado en quiebra gracias a los empréstitos extranjeros, a la repatriación de capitales y a las prestaciones de servicios. Hasta qué grado podrá la República soportar nuevas deudas, es una incógnita que merece ser despejada.

¿Cuál es la capacidad de endeudamiento del país? En el supuesto de que los empréstitos se tomen para la realización de proyectos que aumenten, indefectiblemente, el valor de nuestras exportaciones o eleven la prestación de servicios al extranjero se puede afirmar, sin mucho riesgo, que esa capacidad se amplía en el monto de los ingresos de moneda extranjera. Pero si los préstamos se destinan a obras no reproductivas, a servicios públicos o a la producción de bienes de exclusivo consumo doméstico, entonces hay que pensar inmediatamente en un límite; un límite que será señalado precisamente por las tenencias de moneda fuerte. De todos modos el endeudamiento como variable, al fin y al cabo depende de contingencias: nuestra capacidad fluctúa hacia lo más o hacia lo menos, por ejemplo, cuando el azúcar, el oro y otros bienes de exportación, ponderados en su conjunto, suben o bajan de precio.

El endeudamiento externo, usado inteligentemente, volcado en el área neurálgica; colocado sabiamente; contratado a lo largo plazo en el momento oportuno, obtenido en las mejores fuentes de financiamiento, presenta una gran ventaja en la temática del desarrollo; y es que transfiere parte de la carga a la generación venidera, la que, al soportar ese sacrificio, tendrá como contrapartida el esfuerzo que realiza la generación del presente para que los años futuros sean mejores. Un país en vías de desarrollarse que tome dinero prestado a largo plazo para promover planes que incrementen la economía y satisfagan necesidades sociales, está dividiendo entre dos el gran trabajo del desarrollo. Es muy distinto a los destinos de los préstamos actuales en los que las presentes y próximas generaciones han de soportar ese peso.

El actual gobierno en un frustrado esfuerzo ha creado dos organismos en una misión de aumentar las ventas en el exterior. Tales son el Banco Nacional de las Exportaciones (BANDEX) y el Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (CEI-RD).

Lo que se impone es usar expertos en mercadeo para determinar qué mercancías ha de elaborar la República Dominicana para llevarlas a los cincuenta Estados de la Unión, a los treinta países de Europa y a varios del cercano, mediano y lejano Oriente.

Se trata de formular una agresiva política de exportación, usando los mejores expertos en la materia, y más que nada aumentando la variedad y la cantidad de los géneros de interés para los consumidores extranjeros.

En el englobamiento de la política agresiva para las exportaciones estarán la de “reclutar” nuevas firmas de productores de zonas francas otorgándoles inventivos adicionales y en los avances de la tecnología de punta preparar jóvenes para que les den un valor agregado a toda clases de productos.

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