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Corrupción
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El crecimiento económico bajo la sombrilla de la corrupción

Más que crecimiento, a esto lo pudiéramos llamar como inflamación de la economía: una economía más voluminosa con las mismas patologías.

«Muchas veces, en los pasados cincuenta años, nosotros los economistas pensamos que habíamos encontrado la respuesta correcta para el crecimiento económico. Todo comenzó con la ayuda externa para llenar la brecha entre la inversión “necesaria” y el ahorro. [...] Luego, preocupados acerca de cómo el “exceso” de población pudiera abrumar a la capacidad productiva de la economía, promovimos el control de la población. Entonces, cuando tomamos conciencia de que las políticas del gobierno obstaculizaban el crecimiento, promovimos los prestamos oficiales para inducir a los países a realizar reformas de las políticas. Finalmente, cuando los países tuvieron problemas para repagar los prestamos que tomaron para hacer dichas reformas, ofrecimos perdón de la deuda». William R. Easterly, The Elusive Quest for Growth, 2002

Los países del primer mundo tienen una preocupación que es fundamental: cómo lograr un crecimiento sostenible que permita mejorar los estándares de vida de sus ciudadanos. Es un problema muy diferente al que tienen los países del tercer mundo –o, subdesarrollados, sin eufemismos– que, además de crecer, deben lograr una convergencia hacia los niveles de desarrollo ya alcanzados (y que se pueden mover con el tiempo) por los primeros. Es decir que la tarea no es solo crecer; también es necesario lograr que ese crecimiento se traduzca en un avance firme hacia el desarrollo.

En el reporte de la Comisión del Crecimiento (2008) – un esfuerzo patrocinado por varios países del primer mundo, y que dirigió el economista Michael Spence – se plantea que la medida del crecimiento se hace desde una perspectiva macroeconómica, pero que toda la acción toma lugar en el nivel microeconómico. De manera que el crecimiento macroeconómico puede tener distintos fundamentos microeconómicos. Una economía pudiera crecer debido que las unidades básicas –consumidores e inversionistas– están involucradas en procesos de innovación y de formación de un capital humano altamente productivo. Pero, también, pudiera crecer, principalmente, por una acumulación de factores sin cambio cualitativo; o sea, un crecimiento que deja al país en el mismo nivel de desarrollo. Más que crecimiento, a esto lo pudiéramos llamar como inflamación de la economía: una economía más voluminosa con las mismas patologías.

Es frecuente, en este sentido, que la gente aluda, en términos de lamentos, que no hay una correspondencia entre la macro y la micro; generalmente, la percepción es que el crecimiento económico no se siente en la mayoría de los hogares dominicanos. Es un sentimiento que es confirmado, una y otra vez, por las encuestas independientes. ¿Cómo es posible que, a pesar de los datos de desempleo, una gran mayoría de dominicanos piensa que el desempleo es uno de los problemas fundamentales? ¿Cómo es posible que con una economía creciendo por tanto tiempo la mayoría piense que vamos por mal camino? ¿Cómo es posible, además, que con una reducción tan grande de la pobreza, como afirma el gobierno, la mayoría sienta que está peor?

Sin dudas, debe haber –no siempre la hay– una relación inversa entre el crecimiento económico y los niveles de pobreza. Esto es, el crecimiento debe reducir los niveles de pobreza. La idoneidad de estos cálculos está condicionada por quiénes y cómo los hacen. Y se corre el riesgo que sean cálculos politizados, que luego aparecen en los reportes de los organismos internacionales. Pero no parece convincente que la pobreza se reduzca por la inclusión de alguien en un programa de asistencia social o en la ‘nominilla’ de las instituciones públicas. Salir de la pobreza debe significar un empoderamiento del individuo para desarrollar sus capacidades y sostenerse dignamente con su esfuerzo.

El crecimiento económico de la República Dominicana tiene otros problemas. Uno de ellos –señalado reiteradamente– es el creciente proceso de endeudamiento del público, tan minimizado por el gobierno. Recientemente, un vocero del gobierno planteó que “la deuda crece en términos nominales, pero que como el producto va creciendo, el ratio deuda-PIB se va manteniendo bajo control”. Es un poco difícil entender este planteamiento, pero la verdad es que ese ratio (deuda/PIB) solo puede crecer si la deuda del sector público crece más rápido que el crecimiento del PIB, tal como ha ocurrido en los últimos siete años, alcanzando a la fecha aproximadamente el 53% del PIB; de manera que no se puede afirmar que está bajo control.

Otra afirmación del gobierno es que el endeudamiento es para “financiar las necesidades de inversión”; no obstante, con un gobierno que solo asigna cerca del 15% de su gasto total en inversiones cuesta mucho creer que el endeudamiento es para esos fines, sobre todo, porque en promedio la deuda que se añade cada año es mayor que el gasto en inversión.

Después de todo, el mayor problema del crecimiento económico dominicano es que está ocurriendo bajo la sombrilla de la corrupción, que tiene proporciones sistémicas. Los reportes internacionales sobre corrupción nos colocan entre los países más corruptos del mundo. Y uno de los primeros en América Latina. ¿Por qué es tan importante este problema? Por sus vínculos con el funcionamiento de las instituciones públicas y privadas, que son, a su vez, las bases del desarrollo económico. Sin el funcionamiento apropiado de las instituciones nos quedamos atrapados en un circulo vicioso. Las instituciones son las que permiten el tránsito entre el crecimiento económico y el desarrollo. La historia reciente lo muestra: altas tasas de crecimiento y precario desarrollo institucional, y la corrupción es el principal obstáculo entre una cosa y la otra. Es un problema que el gobierno minimiza constantemente, pero que le pudiera resultar muy caro en términos electorales...

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