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Medio Ambiente
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El desguace territorial y ambiental (2 de 2+1)

Segundo. La costa es un sumidero de plásticos, herrumbres y toda clase de basura. Mientras esos desechos e inmundicias se acumularan en lugares lejanos a los centros urbanos principales, a pocos les había molestado.

Ahora surge el escándalo. Medios internacionales se hacen eco de la noticia. Y la titulan con encabezados como el del periódico ABC de España: Un océano de plásticos: Sobrecogedoras imágenes de la contaminación en República Dominicana. Por su parte, CNN lleva varios días publicando vídeos de la costa que dejan malparada a esta nación.

El daño, en materia de imagen internacional, ya está hecho. La amenaza al flujo turístico está a punto de materializarse. Y si se concretara, arrastraría el grueso de las divisas, inversión y empleo, con consecuencias catastróficas.

Muchos se están desgarrando las vestiduras como si se tratara de un fenómeno nuevo. La razón del ruido mediático interno es que el estercolero afecta a la costa de la ciudad donde se concentran los medios de comunicación. Y al río Ozama que bordea la ciudad primada.

El puente barcaza del río Ozama ha estado a punto de ser inutilizado por el impacto de toneladas de lilas, plásticos y desechos que circulan por las aguas. Al litoral del malecón no le cabe más basura.

Ante esas circunstancias, el ministro de Medio Ambiente solo atina a advertir a los empresarios que se preparen “porque algún día se dejará de usar plásticos en la República Dominicana”. Los empresarios responden que no es solo eso, sino que también se necesita educar a la gente. La Cámara de Diputados acaba de aprobar una ley sobre residuos sólidos sin mordiente alguna.

Lo anterior forma parte del mismo rito que ha mantenido a esta sociedad en hibernación a pesar de las cifras dinámicas de crecimiento económico. Los actores se expresan para no actuar, no hacer, no resolver.

La cultura que se ha entronizado es la de alardear, dar la impresión de resolver los problemas; crear ilusiones y siempre posponer su materialización. El eje de la respuesta es vender la imagen de que se hace lo que no se acomete.

Tan es así que muchos se preguntan a qué se va al poder. Antes se creía que era para resolver problemas nacionales, reformar, revolucionar. Pero, en esta época existe conformidad con administrar las estrecheces de los muchos y las vías anchas que aprovechan los pocos.

Pero, no lo duden, ya solo cabe actuar, con urgencia y diligencia máxima. Y eso toca a las autoridades, empresarios y ciudadanos. No vale escudarse en excusas. El desguace que está ocurriendo va a sepultar a esta nación si no se actúa con presteza para remediar los males.

Tercero. Lugares imprescindibles y de belleza extraordinaria como los manglares, están siendo secados para abrir puertas al martillo destructor de las edificaciones anárquicas, quebrando el frágil equilibrio ecológico. Quien tenga ojos para ver puede darse cuenta que eso está ocurriendo a lo largo y ancho del país.

Asimismo, normas de ordenamiento territorial de limitación de altura de las construcciones en áreas de playa o cercanas, están siendo irrespetadas o modificadas para complacer apetencias privadas, sin que se aclare qué razones de interés nacional motivan los cambios en las normativas. Ese es el camino del hacinamiento y la destrucción.

Ya ha sucedido en Juan Dolio. Y empezado a ocurrir en lugares paradisíacos como Macao o Cap Cana, donde se ha autorizado o se está contemplando autorizar la construcción de torres de vértigo en vez de las edificaciones limitadas a la altura de los palmares o los cocoteros.

El espíritu de lucro desbocado, irrespetuoso y repudiable, muestra a los vientos penachos de conquista, sin reparar que al país solo habrá de quedar la huella sucia y miserable de la degeneración de los recursos naturales, lo cual no les importa a esos malos dominicanos porque ocurrirá cuando a sus bolsillos ya no les quepa más dinero.

Cuarto. Las costas están siendo degradadas por el sumidero continuo de aguas pestilentes que se filtran al mar. Y con ellas, se han empezado a descalabrar las playas, heridas de muerte en sus barreras de corales y sus fuentes productoras de arena.

Quinto. Las aguas subterráneas están siendo contaminadas por las aguas negras y otros elementos, vertidos al antojo de cada cual, en busca de soluciones individuales a problemas colectivos.

Sexto. Los manantiales, cañadas y ríos se han convertido en recolectores de basura y desechos. Pronto no habrá agua potable para consumo humano. Y es obvio que tampoco habrá condiciones razonables para el desenvolvimiento humano.

Séptimo. Los campos son grandes basureros y guardianes de toneladas de recipientes plásticos, vaciados de su contenido de productos químicos de alta peligrosidad ambiental.

Octavo. Camiones furtivos y no furtivos siguen cosechando con impudicia las arenas y gravillas de los lechos de los ríos, sin que nadie se inmute.

Noveno. Las carreteras y caminos rebosan de materiales no degradables que los conductores y pasajeros lanzan en sus bordes, con total impunidad y sin rubor alguno.

Décimo. Los ciudadanos, cansados y en tensión, se ven agredidos cada minuto del día por la creciente contaminación visual proveniente de la proliferación en las calles de alambres de diverso calibre, tanto de electricidad como de telecables y transmisión de data, y por la presencia agresiva de miles de letreros comerciales y de promoción políticas, groseros y perturbadores.

¡Hasta cuando será soportable tanta indolencia en actuar y corregir!

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