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El dilema de la oposición: ser o no ser

El PLD no cree en la democracia. Este partido, apoyándose en el patrimonio público, participa en los procesos electorales con una definida vocación de avasallar y mantenerse, a como dé lugar, en el control absoluto de los poderes del Estado.

¿Qué hacen legisladores de la oposición en una comisión bicameral que, sin disimulo alguno está a la espera que el Comité Político del PLD decida si las primarias serán abiertas o cerradas para proceder a consagrar esta figura en la Ley de Partidos?

La permanencia de esos legisladores de la oposición en la comisión bicameral los convierte en cómplices y legitimadores de un proceso viciado, antidemocrático e ilegítimo. Continuar ahí, “pintados en la pared”, es faltarse el respeto a si mismos, a la función de legislador y a las comunidades que los eligieron.

Este es un ejemplo del drama existencial de la llamada oposición política del país: no se decide a pasar de oposición formal a hacer oposición real y frontal al gobierno de Danilo Medina y del PLD, asumiendo las consecuencias que de ello se derive.

En la oposición hay sectores que en vez de dedicarse a hacer su trabajo, lo que están es pendiente de lo que va a pasar en la lucha de facciones que se libra entre Danilo Medina y Leonel Fernández, con la esperanza puesta en una eventual división del PLD. ¡Qué engañados están! Olvidan que son aves del mismo nido. En ese partido lo que hay son intereses y, al final, todo lo resuelven repartiéndose cuotas de poder, para lo cual la condición imprescindible es mantenerse en el Gobierno.

Otros sectores de la oposición creen que para acceder al poder deben parecerse y hacer lo que hace el PLD y, por eso, se afanan en reproducir cada vez que pueden las prácticas clientelares y asistencialistas. Y resulta que solo con un ejercicio político claramente diferenciado de las prácticas políticas tradicionales y, desde una propuesta alternativa al modelo neoliberal, impuesto por el PLD, es que la oposición podría articular una nueva mayoría en capacidad de sacar al PLD del poder.

Para hacer la oposición política que demanda la actual coyuntura lo primero es tener una clara y real comprensión de las características del adversario político que enfrentamos.

El PLD no cree en la democracia. Este partido, apoyándose en el patrimonio público, participa en los procesos electorales con una definida vocación de avasallar y mantenerse, a como dé lugar, en el control absoluto de los poderes del Estado y, por esa vía también constituir unilateralmente y a su conveniencia las altas cortes y los órganos arbitrales del Estado, siendo éstas las garantías para continuar su proceso de acumulación en total impunidad.

El PLD no cree en la institucionalidad democrática ni en la vigencia del Estado de derecho. Por eso, el Congreso es un mercado que le aprueba préstamos y leyes “a la carta”. Ha degradado al Ministerio Público a la complicidad por inacción frente a la corrupción y en la Suprema Corte de Justicia juramentó como magistrados a una mayoría de activistas políticos a los que les puso togas y birretes de jueces.

El PLD no cree en la pluralidad democrática y por eso, su actitud frente a los demás partidos y a los frentes de masas es la de comprarlos y, de no lograrlo, dividirlos o destruirlos.

Danilo Medina y el PLD se sienten obligados a permanecer en el poder pues le temen “como el diablo a la cruz” a la posibilidad de que pudiera llegar al gobierno un partido de oposición que les haga responder ante la justicia por los robos y desmanes cometidos. Por eso, el interés de Danilo Medina y su facción en las primarias abiertas es para, desde el control que tienen del Estado, imponerse al interior de su partido, al tiempo que se le facilita construir mayorías en torno a candidatos de su conveniencia en los demás partidos políticos.

Ante un adversario con esas características, el ejercicio de oposición política tiene que asumir líneas de acción muy definidas. Requiere de partidos realmente comprometidos en ir más allá de simplemente sustituir al PLD. De partidos cuyo objetivo político no sea ganar el poder para ser ellos los nuevos beneficiarios y depredadores del patrimonio público, manteniendo el actual estado de cosas implantadas por el PLD.

En una situación como la presente, con los poderes e instituciones del Estado a merced de los intereses del oficialismo, en que el PLD ha cerrado toda posibilidad de consensuar las reformas políticas imprescindibles, la oposición no puede equivocarse: Su escenario principal está en la ciudadanía y en las calles y, la forma de lucha, es la movilización pacífica, ascendente y generalizada.

Si las instituciones formales del Estado no nos representan, entonces es mandatario desarrollar un contrapoder ciudadano en asambleas abiertas y plurales, de participación directa, construido desde el territorio, de abajo hacia arriba, unificando a los pobladores en la exigencia de los derechos fundamentales que les son negados.

Hay que convertir cada barrio, cada comunidad, cada sector excluido, en un escenario permanente de oposición política.

Solo un ejercicio de oposición con esa determinación y vigor podría poner la nación en movimiento y construir una nueva mayoría política, social y ciudadana en capacidad de hacer realidad el desafío que tenemos por delante: Sacar al PLD del poder en el 2020 y hacer el cambio democrático.

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