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El drama de la educación: escolaridad sin aprendizaje

En el informe del Banco Mundial se analizan las tres dimensiones del fracaso del aprendizaje: los bajos resultados, los fallos de las escuelas y los fallos del sistema hacia las escuelas.

«Cuando se imparte como es debido, la educación —y el capital humano que crea— reporta muchos beneficios para las economías y para la sociedad en su conjunto. En el caso de las personas, fomenta el empleo, la obtención de ingresos y la salud. Genera orgullo y abre nuevos horizontes. A nivel social, impulsa el crecimiento económico a largo plazo, reduce la pobreza, estimula la innovación, fortalece las instituciones y promueve la cohesión social. (...) Pero no basta con brindar educación. Lo que verdaderamente importa y genera rentabilidad es aprender y adquirir habilidades. Esto es lo que en realidad crea capital humano». Banco Mundial (2018), Informe sobre el desarrollo mundial 2018: Aprender para hacer realidad la promesa de la educación

Independientemente del estándar utilizado -regional o mundial- la República Dominicana tiene un sistema educativo sumamente deficiente, tanto en la educación primaria como en la superior. Así lo establece el informe de competitividad global publicado recientemente por el Foro Económico Mundial. En el pilar de competitividad que mide la calidad de la educación primaria -que también incluye a la salud- nos sitúa en la posición 105 de 137 países; y en el pilar de la educación superior ocupamos la posición 93.

Sin embargo, cuando se observan los factores que son considerados en ambas categorías -educación primaria y superior- es notorio que la calidad de la educación primaria haya sido colocada por encima de la calidad de la educación superior, aunque con una diferencia relativamente pequeña. En todo caso, una educación primaria que se sitúa en la posición 124 debe ser motivo de gran preocupación para un país que lleva unos cinco años invirtiendo - ¿o gastando? - el 4% del PIB en educación. Pero la calidad del sistema educativo superior es peor, de acuerdo con el informe global de competitividad, al situarlo en la posición 128. No es un resultado tan sorprendente si consideramos que desde hace varias décadas se han estado otorgando licencias para la apertura de centros educativos que no merecen llamarse universidades.

Existe una retroalimentación dinámica entre la educación superior y la primaria. En las universidades y en los institutos de educación superior se forman los maestros que luego irían a las escuelas a formar a los jóvenes que posteriormente ingresarían a las universidades -una proporción de ellos- a formarse como maestros. Como podrán imaginarse, se trata de una interacción entre dos sistemas que se retroalimentan deficientemente. Una especie de círculo vicioso...

Dentro de este contexto nos llega el informe del Banco Mundial, Aprender para hacer realidad la promesa de la educación (2018), en el que plantea que los avances que han hecho los países en desarrollo en materia de escolaridad (esto es, los años que los estudiantes han completado en el sistema educativo) no han estado acompañados de avances proporcionales en el aprendizaje. «Escolarización sin aprendizaje es una lamentable pérdida de recursos valiosos y de potencial humano», plantea dicho informe. Y lo califica como «un fracaso económico y moral».

En el citado informe del Banco Mundial se analizan las tres dimensiones del fracaso del aprendizaje: los bajos resultados, los fallos de las escuelas y los fallos del sistema hacia las escuelas. En cuanto a la primera dimensión -los resultados-, se tiene que la brecha en escolaridad de los países en desarrollo en relación con los países desarrollados se ha ido cerrando significativamente. Al respecto, el informe establece que «Ya en 2008, las tasas de matrícula en la primaria de un país promedio de ingreso bajo eran casi las mismas que las de un país promedio de ingreso alto». Pero, por el lado del aprendizaje la historia es diferente. Los mejores resultados en las pruebas PISA de los estudiantes de un grupo de países en vías de desarrollo -como República Dominicana, Brasil, Perú y Costa Rica- eran superados por los peores resultados de los estudiantes en los países desarrollados. A esto se agrega que las competencias y habilidades de los estudiantes están muy por debajo de los años de escolaridad que formalmente han completado. «Escolarización no es lo mismo que aprendizaje», sentencia el informe.

La segunda dimensión de la crisis de aprendizaje es atribuida al abordaje que las escuelas tienen de problemas que enfrentan sus estudiantes al momento de su entrada en el sistema educativo -malnutrición, enfermedades, problemas cognitivos, pobreza-; así, como también la eficacia del modelo educativo -profesores mal preparados y desmotivados- y la propia gobernanza de las escuelas.

Una tercera dimensión está asociada con los fallos del sistema educativo que provocan un desalineamiento con los propósitos del aprendizaje; o, dicho de otro modo, cómo el sistema educativo le está fallando a las escuelas. Por ejemplo, cuando burócratas y constructores se ponen de acuerdo en un esquema para obtener ganancias fraudulentas a expensas de la calidad de las edificaciones. Igualmente, pudiera ser que la agenda política de quienes dirigen el sistema educativo provoque una desarticulación entre los objetivos del aprendizaje y el interés de los políticos, como bien documentó hace un tiempo el informe de EDUCA.

Estas tres dimensiones configuran una crisis de aprendizaje que es tipificada por informe del Banco Mundial como una crisis moral, dado que el sistema educativo debe promover una educación incluyente y de calidad que fomente el empleo, el ingreso, la salud y reduzca la pobreza; y que, además, impulse el crecimiento económico, estimule la innovación, fortalezca las instituciones y promueva la cohesión social. Eso es lo que dice el Banco Mundial... Una verdadera revolución educativa que debe focalizarse en el aprendizaje en el aula, no en los medios publicitarios...

Pedrosilver31@gmail.com

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