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Karl Marx
Karl Marx

El postcapitalismo como alternativa

En cualquier caso, las sociedades, con altas y bajas, seguirán avanzando, y la verdad – aun la que se considera científica – será siempre objeto de interpretación.

«Dado que la empresa capitalista, por sus propios logros, tiende a automatizar el progreso, concluimos que tiende a hacerse, ella misma, superflua – a desmoronarse bajo la presión de su propio éxito. La gigante unidad industrial perfectamente burocratizada no solo expulsa a las pequeñas o medianas firmas y “expropia” a sus dueños, pero al final también expulsa al emprendedor y expropia a la burguesía como una clase que en el proceso corre el riesgo no solo de perder su ingreso, sino también algo que es infinitamente más importante, su función». Joseph A. Schumpeter: Capitalismo, Socialismo y Democracia, 1942

Postmodernidad... posverdad... son etiquetas que pretenden definir algunas de las características fundamentales de las sociedades contemporáneas. Y parecen sugerir que hemos alcanzado un umbral o estadio en el avance de la humanidad casi insuperable. ¿Qué puede venir después de la postmodernidad? ¿Acaso ha existido una sociedad de la verdad? En cualquier caso, las sociedades, con altas y bajas, seguirán avanzando, y la verdad – aun la que se considera científica – será siempre objeto de interpretación. Y de etiqueta en etiqueta nos llega una – hace ya un buen tiempo – que merece nuestra atención, pues hace alusión al final del sistema capitalista; un final que ha sido anticipado principalmente desde que Marx planteó su teoría – para algunos, seudocientífica – acerca de la evolución o revolución de los sistemas económicos.

Sin dudas, la influencia de Marx ha sido extraordinaria, tanto en la academia como en la política, al punto de que consciente o subconscientemente muchos miran la historia como una sucesión de modos de producción en la que el orden histórico determina la superioridad de un sistema sobre otro. En esta perspectiva, la desaparición del capitalismo, fruto de sus propias contradicciones internas, daba paso a un sistema superior, denominado socialista.

La idea de Marx de que el capitalismo estaba condenado a desaparecer era compartida por economistas del otro lado del espectro ideológico; tal fue el caso de Joseph A. Schumpeter – nacido en el mismo año que Marx murió, y que debe ser considerado como uno de los grandes economistas del siglo XX –, quien planteó que el capitalismo no podía sobrevivir. Este economista austríaco consideraba que esa idea no era interesante y que había sido planteada por otros economistas. Para Schumpeter lo interesante era la argumentación para llegar a esa conclusión. A diferencia de Marx, entendía que el final del sistema capitalista no iba a ser violento, sino un resultado natural de su propio éxito. La creciente concentración industrial pondría la producción de bienes y servicios en manos de unos pocos y que una sociedad altamente burocratizada y eficiente terminaría expropiando a los pocos monopolistas. No debe olvidarse que esos planteamientos fueron realizados en la primera mitad del siglo XX.

Las ideas de Schumpeter tuvieron una gran influencia en Peter Drucker, pensador y emprendedor austríaco que se destacó en la segunda mitad del siglo XX en las disciplinas gerenciales. También Drucker visualizó una sociedad postcapitalista en la que el conocimiento sería el principal activo y desaparecería la vieja dicotomía entre el capital y el trabajo. Incluso, pronosticó en 1993 que la sociedad del conocimiento llegaría entre el 2010 y el 2020.

Más recientemente, Paul Mason ha escrito un libro (Postcapitalism: a guide to our future, 2015) en el que argumenta que el fin del capitalismo llegará por medio de mecanismos muy diferentes a los propuestos por Marx. La idea básica es que el cambio tecnológico está socavando la operatividad de los mecanismos de mercado. «El proyecto postcapitalista se fundamenta en la creencia de que inherente a estos efectos tecnológicos está el desafío a las relaciones sociales existentes en una economía de mercado, y en el largo plazo, la posibilidad de que una nueva clase de sistema pueda funcionar sin el mercado, y más allá de la escasez», sostiene Mason.

En esta vertiente, la lógica del mercado está amenazada, de acuerdo con Mason, por la creciente participación de bienes informacionales (information goods) que pueden ser suplidos a un costo marginal igual a cero, lo que, a su vez, genera una caída en los costos de la producción manufacturera y de los servicios; asimismo, por la creciente automatización de los empleos que pone en peligro el 47% de los empleos existentes; tercero, por las externalidades positivas que se derivan por los efectos de redes y que causan rendimientos crecientes a escala en las corporaciones; y, como un cuarto factor, señala la democratización de la información como tal, que facilita el desarrollo de una economía colaborativa.

Para lograr una economía que esté sustentada en transacciones que no son mercado – es decir, la sustitución de los mecanismos de mercado – se requiere de una fuerte intervención estatal que según Mason no puede ser al estilo del viejo esquema socialista basado en la planificación central. En contraste, debe apoyarse en la planificación democrática, destaca el citado autor. Esto significa «una revolución en la intervención gubernamental, mediante la cual el Estado conscientemente da forma a una economía no de mercado, colaborativa y de fuente abierta».

Cuando se comparan estas visiones del fin del capitalismo con los planteamientos de Marx no es difícil concluir que este último mostró un mayor rigor científico en la descripción de los mecanismos que llevarían al colapso del sistema capitalista; en los primeros, más que una argumentación científica lo que se tiene es una profecía.

En ningún caso, sin embargo, parecen ser buenas aproximaciones del futuro de un sistema capitalista que ha mostrado una enorme capacidad para adaptarse a la evolución de la sociedad, como ha sido obvio en las distintas revoluciones industriales – cuatro, según Schwab – que han ocurrido desde que este sistema se levantó sobre las cenizas del sistema feudal... El postcapitalismo parece ser una etiqueta más.

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