¿El primer libro de un dominicano?
A pesar del atraso cultural, Enriquillo, novela histórica dominicana (1882) de Manuel de Jesús Galván, es no sólo la primera que supera las cien páginas, sino también una de las obras maestras de la novela indigenista hispanoamericana del siglo XIX.
En República Dominicana, a pesar de lo reciente de su hoy inmensa bibliografía, no se ha podido establecer una vez por toda cuál fue el primer libro de un dominicano, cuál fue la primera colección de poesía publicada por uno de nuestros antepasados ni tampoco cuál fue la primera novela que publicara un natural de Santo Domingo. Varios nombres giran en torno a las primacías: Andrés López de Medrano, Esteban Pichardo, Francisco Javier Angulo Guridi y Pedro Francisco Bonó.
Los que han intervenido en esta discusión que nunca ha alcanzado los niveles de polémica están de acuerdo de que ningún libro de autor dominicano fue publicado antes del siglo XIX fuera de la colonia; sabemos que la imprenta comenzó a funcionar efectivamente a finales del siglo XVIII, (consigna Moreau de Saint-Méry [1783] en su Descripción de la parte española de Santo Domingo; que no se utilizaba para imprimir libros sino hojas sueltas y publicaciones periódicas de pocos folios que siempre se vieron sometidas a la censura parcial de la Corona, luego de que Sánchez Ramírez reconquistara (1809) la colonia que había sido cedida a Francia en 1795. Durante la ocupación haitiana (1822-1844), la censura era total.
Tanto Pedro Henríquez Ureña en La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, como Emilio Rodríguez Demorizi en La imprenta y los primeros periódicos de Santo Domingo, refieren que el libro más importante que llegó a imprimirse en Santo Domingo fue el Tratado de lógica de Andrés López de Medrano en 1814, pero, como consigna Henríquez Ureña, “su Tratado de lógica se ha perdido”. Una pérdida que implica que ese lugar se lo disputan entonces Esteban Pichardo Tapia y Javier Angulo Guridi y aquí asoma la polémica, pues habría que establecer si Pichardo, a pesar de haber nacido en 1799 en Santiago de los Caballeros, pude considerarse escritor dominicano. Su familia se trasladó a Cuba en 1801, su vida y obra literaria y lexicográfica se desarrollaron en Cuba. Vetilio Alfau Durán en su documentado e interesante artículo “El primer libro de versos publicado por un dominicano” (Clío, 92, 1952), pone de relieve que Pichardo en los poemas incluidos en su Miscelánea poética (1823) hace apenas alusión a su país natal.
Alfau Durán, en el prólogo a La fantasma de Higüey escribe: “En 1843 [Angulo Guridi] publicó en Puerto Príncipe, Cuba, su primer libro de versos en la Imprenta de Gobierno y Real Hacienda, bajo el título de Ensayos poéticos. Contiene unas cuarentas composiciones en las cuales añora la patria ausente. ‘Al Ozama’ al ‘Río Yuma’ (que confunde con el Yuna), a la ‘Torre del Homenaje’, a ‘Maguana’..., poesías de alguna extensión. Se ha dicho que es el primer libro de versos publicado por un autor dominicano [...] pero se evidenció que la Miscelánea poética, publicado en La Habana veinte años antes, en 1823, por el polígrafo dominicano Esteban Pichardo Tapia, que floreció en Cuba, es el que lleva la primicia”.
La tímida atribución de Alfau Durán a Pichardo de la primacía de primer libro de un dominicano no se sostiene. Pichardo sólo menciona su país de origen en uno de sus poemas; su novela El fatalista (1866) es considerada cubana; toda su obra lexicográfica es consagrada a Cuba. Simplemente se consideraba cubano.
Más por honestidad intelectual que por espíritu de polémica, Alfau Durán se corrige y le restituye la primacía a Javier Angulo Guridi no sólo por los textos que la componen sino también por la nostalgia que expresa en su obra.
El riguroso Alfau Durán da pie, en su prólogo a La fantasma de Higüey (1857), a la polémica: “[...] La fantasma de Higüey, es hasta ahora, probablemente, la primera novela dominicana publicada por un escritor nativo”. Tiene tanta razón como incurren en error los que consideran El montero de Pedro Francisco Bonó publicada por entregas en El Correo de Ultramar (París, 1856).
La publicación en periódicos y/o revistas de una obra no puede ser tomada en cuenta por los bibliógrafos por su naturaleza efímera. Y es precisamente por esta razón que la novela de Bonó (editada, como libro, por la Librería Dominicana en su Colección Pensamiento Dominicano en 1968), pierde la primacía; en cambio, La fantasma de Higüey (La Habana, Imprenta de A.M. Dávila, 1857), es la primera como anuncia Alfau Durán en su prólogo.
Determinar cuál fue el primer libro publicado por un dominicano o cuál fue la primera colección de poemas o, más aún, la primera novela podrá parecernos, a simple vista, un falso problema; pero es la parte escondida del iceberg, pues lo que se pone de manifiesto con esas estadísticas, además del carácter reciente de la bibliografía dominicana, es el abandono de que fue objeto la Colonia de Santo Domingo de parte de España debido al sitio a que las grandes armadas imperiales de Francia e Inglaterra, desde finales del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XVIII, la sometieron. Esa condición de frontera imperial, como diría Bosch, es la causa de la arritmia histórica dominicana que le costó al país años para tratar de ponerse a nivel de lo que se hacía en el Continente hispánico.
A pesar del atraso cultural, Enriquillo, novela histórica dominicana (1882) de Manuel de Jesús Galván, es no sólo la primera que supera las cien páginas, sino también una de las obras maestras de la novela indigenista hispanoamericana del siglo XIX.