Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

El totalitarismo conduce a la barbarie

Durante ese largo período República Dominicana experimentó un gran desarrollo social, económico e industrial, pero esto no justifica la muerte de muchos dominicanos que simplemente exigían el derecho a la libre expresión de sus ideas.

Expandir imagen
El totalitarismo conduce a la barbarie

La misma noche que nació Alejandro Magno, el 21 de julio del 356 antes de J.C., Eróstrato, con la finalidad de obtener celebridad, quemó el Templo de Artemisa de Éfeso. Al confesar su propósito fue condenado a que su nombre nunca fuera pronunciado.

La historia de la Humanidad está plagada de personajes que cumplen la severa condena que se le impuso en la Antigua Grecia al acomplejado Eróstrato. Alemania, tal vez el país más culto de Europa en su época fue seducido por Hitler que, basándose en absurdas teorías racistas y en un mítico ser superior, condujo a millones de alemanes a conquistar el mundo, dejando un saldo de 54 millones de muertos. Hoy se prohíbe el acceso al búnker en donde se suicidó Hitler en abril de 1945 para evitar simplemente el peregrinaje de seguidores nostálgicos del nacionalsocialismo.

Respetando las proporciones, Trujillo como émulo de Hitler no debe ser favorecido por el olvido. Su régimen, su personalidad y en donde fue ajusticiado por aquellos valientes e intrépidos dominicanos merecen estar presentes en las actuales y futuras generaciones para que una dictadura similar no se repita jamás como anhelan ciertos desaprensivos ante el aumento de la violencia y de la delincuencia.

El 30 de mayo de 2021 se conmemoró el 60 aniversario del ajusticiamiento de Trujillo en el lugar en donde el dictador conmemoró, ¡vaya paradoja! sus 25 años ininterrumpidos de gobierno, no lejos del lugar en donde el arrojo de siete dominicanos puso fin a 31 años de una de las tiranías más temibles del Caribe, de América y, por qué no, del mundo moderno.

Desde ese afortunado martes 30 de mayo de 1961, Trujillo y lo que su sistema representó no han perdido actualidad en la República Dominicana. A pesar de leyes que prohíben enarbolar su régimen y su “doctrina” totalitaria, uno de sus nietos, aprovechando una supuesta prescripción de los crímenes de la dictadura, pretendió ser candidato a la presidencia de la República. Treinta años de historia dominicana no se borran con leyes ni decretos. Su historia es insoslayable, no importa que fuera un período de perpetua violación a los derechos humanos. La historia tiene la obligación de reportar quién era Trujillo y cómo funcionaban sus acólitos y, si necesario, dar un veredicto alejado de las pasiones contemporáneas. La historia no olvida. Es la memoria de los pueblos.

No se puede negar que durante la Era de Trujillo se modernizó la República Dominicana, tampoco a cambio de qué. Durante ese largo período República Dominicana experimentó un gran desarrollo social, económico e industrial, pero esto no justifica la muerte de muchos dominicanos que simplemente exigían el derecho a la libre expresión de sus ideas. Enumerar sus crímenes sería inútil; algunos pueden considerarse arquetipos de la tiranía pues siempre actuó de la misma manera, alevosamente, y por el mismo motivo: la intolerancia.

En 1937, bajo un absurdo pretexto xenófobo se persiguieron y eliminaron haitianos residentes en la frontera noroeste de República Dominicana porque supuestamente quitaban empleos, robaban y mataban dominicanos. Se les asesinó al arma blanca. Las cifras no han sido establecidas, pero la cantidad no es inferior a los principios que condujeron al régimen a este nefando acontecimiento.

Es cierto que Trujillo, obligado por la situación internacional (la Segunda Guerra Mundial), dio muestra de apertura “democrática” al aceptar judíos que huían de la persecución xenófoba de Hitler en Alemania; al aceptar republicanos españoles, así como también al permitir, en 1946, que la Juventud Democrática, organización de tendencia socialista, se manifestara “libremente” en las calles de la capital dominicana. Momentos de corta duración. El terror de un régimen totalitario, como el de Trujillo, nunca hizo una tregua al horror sistemático. Lo que sucedió después: asesinatos, secuestros, desapariciones, sin olvidar el fusilamiento de los expedicionarios de Luperón en 1949 y de Constanza en 1959; el inaceptable asesinato de las hermanas Mirabal y Rufino de la Cruz; de numerosos presos de la cárcel clandestina e ilegal de la calle 40 de Santo Domingo ni tampoco, meses después de la muerte del dictador, de los participantes en el complot del 30 de mayo de 1961.

Trujillo no puede perder actualidad. Hay que recordar sus crímenes. Evitar el olvido; evitar que las anécdotas del dictador y su régimen no nos hagan simplemente sonreír sin que podamos discernir que esa sonrisa esconde el terror de 31 años de totalitarismo.

Trujillo y sus 31 años de terror no merecen un anonimato imprescriptible. Hay que recordarlo bien, con detalles. Eróstrato destruyó un templo en Éfeso; Trujillo, asesinó sin compasión cientos de dominicanos: a Martínez Reyna y su esposa embarazada, a los expedicionarios de 1949 y 1959, a las hermanas Mirabal.

Luego su hijo Ramfis, sediento de venganza, fusiló cobardemente a los prisioneros implicados en la muerte del dictador antes de huir del país. “El día de la Libertad” sería una simple abstracción sino se recuerda insistentemente por qué ni qué simboliza la escultura de Silvano Lora en el lugar en donde cayó ajusticiado el dictador para que un régimen de esa naturaleza no vuelva a repetirse. ¡Nunca más!

TEMAS -

Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.