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Elecciones en España

Los electores han querido enfatizar sus diferencias y renunciar a su derecho a elegir gobierno estable. Ahora esa responsabilidad recae en los grandes partidos, sin que haya garantía alguna de que asumirán con sentido de responsabilidad su rol histórico.

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Elecciones en España

España acaba de celebrar las cuartas elecciones nacionales en cuatro años. En el abanico ideológico hubo un empate técnico. La derecha se radicaliza con el auge de Vox y el desplome de Ciudadanos, mientras la izquierda se reduce por la caída de Unidas Podemos y la pérdida de votos y escaños del Psoe y Unidas Podemos. En adición, el soberanismo (independentismo) gana empuje.

Se ha atenuado lo ideológico y profundizado la polarización entre los defensores de la unidad de España y el independentismo.

En la izquierda, el Psoe, disminuido, conquista 120 escaños de diputados; 3 menos. Reduce su votación en 728,000 votos y pierde la mayoría absoluta en el Senado. Unidas Podemos queda con 35 escaños, 7 menos, y disminuye su número de votantes en 636,000 votos. En la derecha, el PP gana 21 escaños, queda con 88 e incrementa su votación en 662,000 votos. Vox, de extrema derecha, da la campanada y obtiene 52 escaños, 28 más de los que tenía, con 962,000 votos más. El gran perdedor es Ciudadanos que mantiene solo 10 escaños, con una caída de 47 y una pérdida de alrededor de 2.5 millones de votantes.

Ni izquierda ni derecha, por si solas, llegan al mínimo de 176 escaños necesarios para gobernar.

Los resultados confirman la dispersión del votante en sus preferencias y crean la obligación de buscar acuerdos entre fuerzas políticas diferentes.

La dificultad es que para que esos acuerdos sean duraderos tendrían que ser transversales, en forma de coalición entre los grandes partidos, lo cual implica borrar el sesgo ideológico (izquierda y derecha) y atender las prioridades fundamentales: unidad de España, control de la inmigración ilegal, crecimiento económico, empleo y prestaciones sociales.

Eso sí, podría haber gobierno inestable mediante el acuerdo entre fuerzas de izquierda e independentistas, a costa de mantener a España en situación de tensión y extrema irritación en medio del enfriamiento y las incertidumbres de la economía mundial.

Los electores han querido enfatizar sus diferencias y renunciar a su derecho a elegir gobierno estable. Ahora esa responsabilidad recae en los grandes partidos, sin que haya garantía alguna de que asumirán con sentido de responsabilidad su rol histórico.

Estas elecciones coinciden con una estadía temporal de quien escribe en Madrid.

Le llama la atención el breve período de campaña, apenas 10 días. El estricto reparto del tiempo entre los candidatos en el espacio de la televisión pública. La práctica ausencia de carteles de propaganda electoral en las calles.

Se abrieron cerca de 60,000 mesas electorales para alrededor de 37 millones de votantes. Un poco más de 600 electores por mesa. La votación, muy fluida, se efectuó entre las 9 a.m. del 10 de noviembre hasta las 8 p.m., es decir, 11 horas consecutivas de votación.

Las papeletas de votos estaban colocadas en mesas a la entrada de los recintos, organizadas por listas de candidatos de los partidos (Pero también los partidos las llenaban y enviaban a los hogares de los votantes). Cada elector tomaba las de sus preferencias, las marcaba con su elección, colocaba en un sobre, se dirigía a la mesa correspondiente, presentaba su documento de identidad. Los directivos comprobaban su corrección. Luego de eso, el elector introducía su voto en la urna para diputados y en la de senadores.

Las mesas estaban integradas por 3 directivos. El conteo en cada mesa se hizo en forma manual, pues contar 600 o menos votos en cada mesa en corto tiempo no ofrece dificultad alguna, siempre que estén integradas por personal con preparación apropiada.

A las 8 p.m. se cerraron todos los recintos y empezó el conteo de los votos, que luego de computados se transmitían por vía electrónica al organismo electoral.

A las 9 p.m., con exactitud, empezó la divulgación de datos. A las 9.25 p.m. ya se conocía el 35% del escrutinio. A las 9.35 p.m. el 53%. A las 9.40 p.m. el 60%. A las 9.50 p.m. el 70%. A las 10 p.m. el 80%. El escrutinio finalizó a eso de las 11.15 p.m.

Desde el 30 % escrutado se perfiló una tendencia que apenas cambió, como suele ser usual en todos los procesos electorales limpios.

Dada esta experiencia, uno se pregunta qué necesidad tiene nuestro país de disponer de un sistema electrónico de votación y conteo proclive a la confusión, opacidad y a la sospecha sobre los resultados.

Todo esto coincide con la merecida caída de Evo Morales en Bolivia, tras propiciar una burda manipulación en el proceso electoral electrónico y de haber intentado perpetuarse en el poder.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.