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Entre mujeres te veas

Su capacidad de dispersión es pasmosa: ponen a convivir en un mismo relato el calentamiento global con los especiales de temporada de Zara; el aumento de la tarifa de escolaridad con la política migratoria de Trump.

Solas, son complicadas; juntas, inabordables. Estar entre ellas es navegar en una galaxia de asombros, la que he explorado más de una vez con la intención de probar mis torpezas o de confirmar que este mundo sería rígido y gris sin ellas.

Sí, he estado entre mujeres de distintas edades, preferencias, formaciones y ocupaciones; de forma ocasional o intencional; en ambientes formales y coloquiales. En cualquier caso, me echo a un lado, busco un acomodo relajante y me limito a observarlas con el mismo cuidado que despiertan en ellas los detalles.

La interacción que prende en su conversación es casi siempre caótica, pero la van ordenando sobre la marcha hasta rematarla de forma armónica. En esa dinámica se permiten todos los tópicos. Suelen comenzar con uno ligero y antes de concluirlo abonan otros que luego se fragmentan en dos o tres y así sucesivamente.

No pocas veces cuento los temas que dejan abiertos creyendo que ya no volverán sobre ellos. Pero en giros inesperados hacen lo que yo llamo el “barrido en reverso” que es la acción de rescatar cada conversación casi en el orden exacto en que fueron dejadas. Hacen esto de forma fluida y natural como por reflejo instintivo.

Su capacidad de dispersión es pasmosa: ponen a convivir en un mismo relato el calentamiento global con los especiales de temporada de Zara; el aumento de la tarifa de escolaridad con la política migratoria de Trump. Las transiciones son inadvertidas y sin ¡perder la atención!

Pero el lenguaje emotivo que escolta cada plática me recuerda lo aburrida que es la masculinidad. Y es que para ellas todo merece una celebración. Entre gritos, risas y aspavientos hacen de cualquier motivo un coloquio de la vida: el nuevo tinte capilar, la cartera recién comprada o la decisión de salir con el primer pretendiente después de un divorcio traumático. Cada tema arranca exclamaciones de distintos tonos, pero igualmente delirantes.

¿Y qué decir cuando ese espacio se trasmuta en una terapia colectiva? Sucede cuando una de ellas confiesa su reciente tragedia, entonces el ambiente se quiebra en sollozos como si minutos antes no estuviera rebosado de euforia. A partir de ese momento la solidaridad habla a su antojo. Cada una aporta su pedazo de historia para aligerar la carga de la confesante. Emerge así una misteriosa fuerza de identidad que se impone a cualquier argumento. Entonces la causa de una se hace de todas, pero no dude usted que después de secarse las lágrimas vuelvan a humedecerse los rostros a causa de una risa histérica que las domina ¿por qué? Probablemente por haber llorado juntas. ¿Cómo entenderlas? Nunca; simplemente amarlas.

La expresividad es otro apellido de la feminidad. A veces suelto mi imaginación en terrenos de lo absurdo. En ese arrojo me sospecho un cuadro parecido de hombres contertulios. Lo primero es que, si el tema no está definido antes, como razón de la convocatoria, es propuesto de forma previa y, si surge sobre la marcha, entonces es mantenido hasta agotarlo y luego, en caso de ser necesario, pasar a otros. ¿Quién puede imaginar una sobria tertulia masculina cargada de interrupciones ociosas o diálogos superpuestos; de histerismos, arrebatos y roturas emotivas? Escuchar a uno de los opinantes sorprender el turno de su interlocutor con: ¡Qué bella te queda esa corbata! ¿Dónde la compraste? Es una situación de incómodo manejo entre hombres. Aún trivial causa una tensión inesperada ¿Cuándo los hombres nos estrenaremos en la sensibilidad de los detalles? No quiero imaginar la cara de algunos de mis amigos.

Ya me abruman los estudios de distintos tipos que no solo le atribuyen a la mujer más intuición y memoria que los hombres, sino mejor desarrollo del lenguaje, la coordinación y el control motor. Es un hecho consabido que la mujer tiene mayor número de conexiones cerebrales entre los dos hemisferios y que le permite ejecutar varias tareas al mismo tiempo. Conocer las razones científicas de estas capacidades nunca podrá compensar el asombro de verlas en plena ejecución en una conversación ociosa de amigas; es un señor espectáculo: hablan juntas, contestan el correo electrónico, se retocan el maquillaje, miran hacia un lado, vocean, echan un vistazo, cantan una canción, toman un café, limpian las gafas y mantienen en audio otra conversación. Pese a todo no pierden el hilo conductor que se convierte en un complicado circuito. Me basta ocupar dos atenciones motoras para volverme loco.

Pero donde esa multiplicidad funcional alcanza su grandeza es en la madre soltera, cuando se asume y ejercita como padre, madre, hermana, amiga y amante con tiempo apenas para estrujar la vida y extraer de sus entrañas pocas gotas de esperanza. En esa lucha del día a día esa mujer, tostada en la vida, consiente relaciones y tratos no deseados que consumen los escasos fulgores de su juventud pero que los mantiene porque necesita para salir a flote. Ya no se debe a sí.

He visto cuadros heroicos y silentes inmensamente inspiradores en los que la mujer se despedaza en trozos para armar un futuro familiar. He sido testigo cercano de esa proeza; solo me queda el vacío incierto del asombro y una pregunta siempre desierta: ¿Y cómo lo hace? No habría una respuesta certera sin partir de una razón poderosa: ¡es una mujer!

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Abogado, académico, ensayista, novelista y editor.