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Capitalismo
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¿Es todavía China un país socialista?

«La propiedad estatal [en China] es de hecho más prevaleciente en el sector servicio que en la industria. El gobierno controla al menos el 85% de los activos del sector bancario; todas las telecomunicaciones y la red de transporte; y esencialmente toda la educación y los servicios tecnológicos y científicos. En adición, el Partido Comunista posee y controla prácticamente todos los medios públicos de información. Los servicios en pequeña escala e intensivos en mano de obra, tales como ventas al detalle y restaurantes son, naturalmente, predominantemente privados, pero la propiedad del gobierno y control es evidente en los sectores mas intensivos en capital y más intensivos en capital humano». Barry Naughton, Is China Socialist? - Journal of Economic Perspectives, V. 31, No. 1, 2017

Es la pregunta que muchos se hacen. Los casi 40 años de la primera etapa de la revolución china, liderada por Mao Tse Tung, representaron una etapa de implementación del pensamiento marxista en su versión maoísta. Una dictadura socialista con férreo control de los medios de producción y de los individuos. Al final de ese primer período Mao trató de mantener el poder político a través de la denominada revolución cultural, que se tradujo en una represión sin precedentes, encarcelamientos y ejecución de millones de chinos sospechosos de desviarse de la ortodoxia maoísta. Pero a partir de la muerte de Mao y luego de un período de luchas internas por el control del partido comunista surgió triunfadora la figura de Deng Xioping, quien inició un proceso de redefinición del modelo socialista chino a través de reformas económicas orientadas al uso de los mecanismos de mercado para la asignación de los recursos.

Han pasado ya 40 años desde que esa segunda etapa se inició, y la gran transformación que China ha experimentado en ese tiempo ha sido el motivo para que Barry Naughton, economista y experto en economía china de la Universidad de California-San Diego, escribiera en el Journal of Economic Perspectives -citado en el encabezado- un interesante artículo que trata de responder la cuestión de que hasta qué punto China puede ser considerada como un país socialista.

En cuanto a la capacidad del gobierno para influenciar la economía, además de la propiedad pública de los medios de producción, se incluye la habilidad para controlar los flujos de ingresos a través de impuestos y políticas regulatorias. En el presente se puede considerar que en China funciona una economía de mercado, aunque el Estado es “inusualmente grande, poderoso e intrusivo”. Y ciertamente, el Estado chino está en capacidad de definir los resultados económicos, ya que concentra la propiedad en sectores considerados estratégicos e intensivos en capital y de larga escala. En lo que se refiere a los ingresos tributarios, la presión tributaria en China es similar a la de los países miembros de la OCDE, la cual ronda en el 22% del PIB (sube al 32% si las contribuciones a la seguridad social son agregadas). Naughton considera que “Este patrón es sorprendente no solo por el nivel de desarrollo de China, sino también porque China depende muy poco del impuesto sobre la renta de las personas, cuya adopción es altamente correlacionada con un incremento de la presión tributaria”, como ha ocurrido en China en los últimos 20 años.

De acuerdo con Naughton el gobierno chino tiene un control -directo o indirecto- del 38% del PIB; sin embargo, en el sector industrial ha aplicado, desde hace unos veinte años, un proceso de liberalización y privatización que ha fortalecido a dicho sector y ha mejorado la eficiencia de la economía; de hecho, solo el 12% de la fuerza laboral es empleada en las empresas que son controladas por el gobierno. Destaca el autor que este proceso de reducción de la presencia estatal en el sector industrial, mediante la venta o cierre de las empresas deficitarias o no competitivas, ha sido acompañado de una creciente participación de la inversión extranjera.

Como ha sido resaltado ampliamente, la economía china ha presentado en las últimas décadas el mayor periodo de crecimiento del que se tenga conocimiento. Además de los procesos de liberalización y privatización que se han implementado el Estado chino ha sido exitoso en la creación de una cultura alrededor del crecimiento económico. Con este propósito se crearon incentivos -desde los 80s- para que los planes de los burócratas en las distintas localidades estuvieran alineados con los objetivos de crecimiento. Naughton destaca que “buen desempeño en el logro de esos objetivos se traduce en premios en efectivo y un mayor chance de promoción.” Esos incentivos son extensivos también a los recaudadores de impuestos. No hay evidencias de que estos incentivos, apunta Naughton, hayan sido exitosos en otros países, aunque en China, al parecer, sí lo han sido.

Resulta difícil categorizar a la China hoy, ya sea dentro del esquema socialista o el capitalista. Quizás la respuesta la podemos encontrar en el propio Lenin, citado por Naughton, quien se inventó el término “capitalismo de Estado” para “describir un Estado que busca sus propios intereses en el mercado”. Como se ha visto, el gobierno chino controla una gran parte de la economía, especialmente en el área financiera, las telecomunicaciones y los medios públicos -y hasta privados- de información. Y conserva también los rasgos autoritarios que tipifican a los regímenes socialistas; incluso, se ha hecho una reforma constitucional para permitir la reelección indefinida del actual jefe de Estado. En contraste, ha permitido y fomentado la iniciativa privada en la producción industrial, incentivando, de paso, a la inversión extranjera.

Den Xioping, el gran promotor de todas estas reformas hablaba de la aspiración democrática de China, y afirmó la tan repetida frase de que “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato.” Y hasta ahora el gato continúa cazando ratones. El problema es que actualmente el régimen está girando hacia una postura más intervencionista, justamente cuando menos lo necesita una economía que empieza a dar signos de debilitamiento.

Pedrosilver31@gmail.com

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