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Exorcistas

En nuestros días, por obra y gracia de la posverdad y las guerras culturales, primero se sataniza para después exorcizar. Algo así nos proponen dos profesores, Harold Vásquez, de INTEC, y Osmel Brito, de la PUCMM, quienes publicaron en Diario Libre, edición del 8 de agosto, el artículo “¿Qué pasó en Venezuela?: historia de una tragedia”.

En su análisis sesgado sobre el socialismo, más que sobre Venezuela, los autores terminan afirmando que “...pero, como el diablo, el éxito del socialismo se basa en su capacidad de haberle hecho creer a la gente que nunca ha sido implementado”.

Falso: ningún socialista convencido reniega de sus principios, ni los oculta: ese es un sistema que se basa en el conocimiento y la conciencia, antes que en el juego automático de leyes económicas ciegas.

La construcción de sociedades alternativas al capitalismo comienza cuando se pregonan, alto y claro, su programa. Así hicieron hace 161 años Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”.

Acusan al gobierno de Venezuela de haberlo destruido todo, por “... conducir a la nación en la ruta al socialismo”. Pero, ¿por qué el pueblo venezolano consideró impostergable encauzarse por caminos menos injustos e inhumanos? ¿Tendrían la bondad de explicarnos las estadísticas económicas del “exitoso” gobierno de Carlos Andrés Pérez, donde un simple aumento del precio de los pasajes, en medio de ajustes neoliberales exigidos por el FMI, fue la gota que colmó la copa, estallando el Caracazo en los días 27 y 28 de febrero de 1989? No olvidar que costó la vida a más de 3000 ciudadanos felices.

No hay revolución sin causas objetivas y subjetivas que las preparen. No se ponen en marcha millones de personas, muchas veces a riesgo de sus vidas, si por los cauces tradicionales se hubiesen resuelto las contradicciones antagónicas que las afectan.

Suspiran por el retorno del pasado los que se beneficiaban de alguna manera con el viejo régimen. Luchan por sustituirlo los que sufrían la carga pesada de su iniquidad.

Una encuesta de Pew Research Center, publicada el 25 de junio de este año, constataba que el 42% de los norteamericanos encuestados tienen “...una positiva impresión del socialismo”, y que esa cifra sube a un 55% entre los demócratas. El 8 de agosto, The New York Times publicaba un texto de Bárbara Ransby titulado “El Escuadrón es el futuro del Partido Demócrata”, refiriéndose a las muy populares congresistas Ilhan Omar, Alexandria Ocasio-Cortez, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib, continuadoras del senador Bernie Sanders, candidato a la Presidencia, que tiene 1,100, 000 seguidores en Tweeter, de un total de sus 9, 400,000, por encima del vicepresidente Mike Pence.

¿Quién persevera en construir un sistema que sea un boleto al desastre nacional? ¿Por qué tras décadas de feroz represión y adoctrinamiento anticomunista en Estados Unidos, está hoy el socialismo presente en el debate electoral nacional?

El socialismo no es “... la propiedad común sobre los medios de producción”. El socialismo se define como una época de tránsito entre las sociedades divididas en clases y un estadio superior humano (el comunismo) donde, abolida la propiedad privada, las clases y el Estado, los hombres convivan y produzcan en fraternidad y solidaridad, atentos al bien común. No hay recetas únicas para ello. No hay plazos a fijar. Hay infinitos caminos y una misma aspiración: trascender un presente injusto e insostenible y liberar las esencias creativas de los seres humanos. Tampoco se caracteriza por tener una propiedad única sobre los medios de producción.

Citar como referentes de las ideas socialistas a Rosental y Iudin y a su “Diccionario filosófico abreviado” publicado en 1939, en plena era estalinista, es un absurdo. Apoyarse en una obra superada por la vida, desconociendo referentes bibliográficos más actualizados, no es serio. Sobran los textos y autores prestigiosos que aportarían una visión contemporánea como son, en castellano, Atilio Borón, Héctor Díaz Polanco, Néstor Kohan, Ignacio Ramonet y Frey Betto.

Tampoco lo es citar como referente en el tema de los costos humanos del socialismo al holandés Frank Dikotter, que solo ha escrito sobre la revolución china. Incluso, en ese tema, Dikotter ha sido criticado por sus flagrantes errores y descuidos, como hace la investigadora china Kathleen L. Lodwick en un artículo publicado en China Review International, de la Universidad de Hawaii, en el volumen 12, número 1, del 2005, refutando su tesis colonialista de que “... el consumo de opio no fue más dañino que el de café, chocolate o té”.

No es una autoridad respetable Stéphane Courtois con su “Libro negro del comunismo” (1997). De este comencé a revisar el capítulo de Pascal Fontaine sobre América Latina, y en sus primeras páginas anoté 19 errores e inexactitudes, entre ellos algunos groseros, como afirmar que el asalto al cuartel Moncada y al Palacio Presidencial en Cuba tuvieron lugar el mismo año, cuando en realidad el primero tuvo lugar en 1953 y el segundo, en 1957.

Es falso, y los autores lo saben, hablar de socialismo en las experiencias de Ecuador y Brasil. Recordemos que Prensa Libre, de Rafael Bonilla Aybar, publicó en la primera plana correspondiente al día después del golpe contra Juan Bosch “Vencido el comunismo: depuesto Bosch”. Tampoco era socialista un gobierno como el del autoproclamado Nacional-Socialismo hitleriano.

Si el socialismo y las revoluciones fuesen por naturaleza, sistemas fallidos, no es muy inteligente gastar trillones en difamarlos, cercarlos, erosionarlos, aislarlos, bloquearlos y agredirlos, como han actuado, incluso, contra intentos tímidamente reformistas, sin importarles derrocar presidentes democráticamente electos, desaparecer 30 mil argentinos, bloquear por más de 60 años al pueblo cubano, o robar más de $35,000, 000,000 a Venezuela, para rendir de hambre, y enfermedades a su pueblo.

¿Por qué el capitalismo nunca ha aceptado la coexistencia pacífica con el socialismo, ni la competencia entre los sistemas sin interferencias?

Recomiendo la lectura de los informes del lógico-matemático y estratega geopolítico Albert Wohlstetter, que ha publicado Rand Corporation. En los años 60 Wolhstetter recomendó no levantar el bloqueo a Cuba, porque su avance estimularía a otros pueblos de la región a desafiar la hegemonía norteamericana.

¿No es curioso que en su artículo los autores no mencionen ni una vez los efectos de la guerra total contra Venezuela que lidera los Estados Unidos? ¿Acaso no afecta al pueblo venezolano?

Los datos sobre la caída del nivel de las reservas internacionales en divisas de Bolivia, son tendenciosos. Obvian que, en octubre del 2018, por su nivel de reservas internacionales, Bolivia ocupaba el lugar 65 entre 132 países del mundo, mientras República Dominicana ocupaba el puesto 104. Y tampoco dicen que, con cierre 24 de marzo del 2018, según el boletín del Banco Central de Bolivia, sus reservas internacionales ascendían al equivalente del 23% del PIB, superior a las de Brasil (18%), Colombia (14%), Chile (13 %) y Argentina (10%).

¿Se justifican estos pequeños olvidos en dos economistas formados en prestigiosas universidades norteamericanas?

Inquisidores y exorcistas fueron instrumentos de una maquinaria destinada a frenar el progreso y garantizar, intocados, ciertos intereses muy terrenales. Participaron en las persecuciones contra Galileo Galilei, Giordano Bruno, Miguel Servet y Fray Luis de León, sin lograr detener el avance de las ciencias ni de la sociedad.

Hoy pasa exactamente lo mismo.

Elíades Acosta Matos

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