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Freno inducido

Somos una isla, pequeña en extensión y en población. Solo utilizando al mundo como mercado amplio para motorizar con intensidad las actividades productivas, podremos salir del subdesarrollo.

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Freno inducido

En un comunicado del pasado 2 de abril, el Banco Central afirmaba que la actividad económica seguía creciendo por encima de su potencial y que el crédito al sector privado en moneda nacional se expandía “en torno a 11.0% al cierre del mes de marzo, cifra superior al crecimiento del producto nominal”.

En consecuencia, el organismo monetario decidió subir la tasa de política monetaria de 5.50 a 5.75 puntos, lo cual es una medida de carácter contractivo.

En realidad, desde inicios del 2017 el Banco Central estuvo aplicando un freno monetario muy fuerte, solapándolo al ajuste fiscal que el gobierno se estaba imponiendo.

Las áreas fiscal y monetaria navegaron en la misma dirección, aplicando simultáneamente el freno, ambas a dos. Una para reducir el déficit público mediante un gasto menor; la otra no se entiende para qué.

¿Para vencer los miedos? ¿Por sistema, porque si, y ya está? Lo más probable es que haya sido para sujetar la única variable que se considera vital desde la perspectiva de la cúpula monetaria: el tipo de cambio.

En consecuencia, las autoridades actuaron para provocar que el dinero en poder del público con respecto al PIB, se redujera. La disponibilidad de billetes se restringió a valores similares a los del 2016. En abril de 2016 el público disponía de 84.1 miles de millones de pesos, mientras que en abril de 2017, o sea un año después, tenía 84.2 miles de millones de pesos en su poder. Es decir, la misma cantidad que un año antes.

De esa manera, los billetes en poder del público pasaron de representar un 3% del PIB en 2016, a solo un 2.5% en el primer semestre del 2017. Hubo menos dinero disponible para satisfacer la evolución económica.

¿Qué podía esperarse que sucediera mientras las políticas monetaria y fiscal se mantuvieran dando señales simultáneas de contracción? Podía esperarse que ocurriera lo que en efecto sucedió, una caída en el ritmo de crecimiento del PIB.

Así, en abril el índice de actividad económica interanual se desplomó registrando un incremento de apenas 0.6%, subió a 4.7% en mayo para bajar de nuevo a 2.7% en junio. El índice acumulado a junio muestra un incremento de 4%, situado por debajo del 5.5% proyectado.

Para enmendar los entuertos, en el mes de julio pasado el organismo monetario decidió hacer exactamente lo contrario de lo que pocas semanas atrás había hecho: disminuir la tasa de política monetaria de 5.75 a 5.25 puntos. Y, para concretarlo, dispuso reducir el encaje legal en 2.2 puntos, liberando de la caja negra más de RD$20,000 millones para que se dirigieran a aceitar el flujo de actividad.

Hace muchos años califiqué como pendular a este tipo de política, y ahora se comprueba que continúa con el mismo sello distintivo.

Pero si solamente fuera eso, podríamos darnos por afortunados. Al fin y al cabo, contraer la economía del país, sin siquiera haberse dado cuenta, es cierto que afecta a la baja el nivel de inversión, ingresos, salarios, producto. Pero lo hace en un plazo corto, con lo cual si en algún momento se pusiera remedio, el daño sería limitado.

Aparte de la constatación de que el péndulo sigue girando inmutable a los cambios que ocurren en el mundo, mucho peor que eso (qué lástima tener que conformarse) es mantener la economía sujeta a los golpes de suerte altagracianos, lastrada por taras que nunca se remueven.

Una de esas taras, entre tantas otras, es mantener una economía renqueante, aquejada de falta de competitividad, debido a factores diversos, entre ellos institucionales, cambiarios, fiscales.

Somos una isla, pequeña en extensión y en población. Solo utilizando al mundo como mercado amplio para motorizar con intensidad las actividades productivas, podremos salir del subdesarrollo.

Esto significa que deberíamos lograr insertarnos con mayor fuerza en el mercado internacional para dar ocupación total a los factores productivos, elevar la productividad y los ingresos. Y también atraer más turismo para que consuma en mayor medida los productos y servicios dentro de nuestro territorio, pero dotados de alto valor agregado nacional.

En lo primero, tener el mundo como mercado creciente de exportaciones de bienes, no hemos sido capaces de romper el molde que aprisiona el potencial competitivo. Somos deficitarios en los acuerdos comerciales vigentes. Y las exportaciones de bienes son un pálido reflejo del potencial dormido.

En lo segundo, turismo, se ha avanzado. Este es un sector con ramificaciones profundas sobre el resto de las actividades económicas, que registra un buen desempeño pero necesita de mayor apoyo para que involucre en mayor medida a todas las actividades humanas distintas a playa y sol, sin excluirlas, sino complementarlas. Requiere de reglas estables, reducción de incertidumbres, y reorientación para acometer retos pendientes. La falta de competitividad es una de las taras. La política del péndulo sirve para mantenerlas, no para superarlas.

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