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Golpe de timón

La propia pandemia ayudó a poner en evidencia que el país ha sido conducido por un rumbo torcido, por el que no podemos continuar, pues nos lleva al despeñadero.

El impacto de la pandemia, su rápida expansión en el país, las alarmantes noticias del exterior, la parálisis económica, el estado de emergencia, todo al mismo tiempo, creó una situación de incertidumbre sobre los riesgos de la propia sobrevivencia que produjo una especie de amnesia temporal de los viejos y graves problemas que venimos arrastrando como país.

Ahora, a medida que la situación se normaliza, o por lo menos, que estamos aprendiendo a desarrollar nuestras vidas en medio de la pandemia, poco a poco se va recobrando la memoria colectiva de nuestra cruda realidad.

La propia pandemia ayudó a poner en evidencia que el país ha sido conducido por un rumbo torcido, por el que no podemos continuar, pues nos lleva al despeñadero.

El tan cacareado crecimiento económico ha sido solo eso, pero no “desarrollo”, y ha estado anclado casi exclusivamente en factores externos. El endeudamiento público, por una irresponsable política de tomar prestado para cubrir déficit, construir obras no prioritarias y sobrevaluadas por la corrupción, financiar campañas electorales y hasta para pagar la propia deuda, nos pone de frente a la encrucijada de cumplir con un elevadísimo servicio de la deuda acumulada, en momentos en que necesitamos de recursos externos para la reactivación de la economía.

La baja inversión del Estado en el sistema de salud pública impidió que desde el primer momento se aplicara la prueba de forma masiva y gratuita. Más aún: se evidenció el desfase de un sistema de salud reactivo y no cimentado en la prevención y en la atención primaria. Igual la seguridad social privatizada, que sí ha servido para que el sector financiero extraiga grandes beneficios por la administración de los fondos de pensiones de los trabajadores, pero no alcanza para que haya un seguro familiar de salud para todos, ni seguro de desempleo.

La ausencia de institucionalidad y de respeto a la ley se puso de relieve en medio de la pandemia por las irregulares licitaciones y compras sobrevaluadas y por las reparticiones de alimentos hechas por el candidato oficial, violando el toque de queda, el que sí se aplica para el resto de la oposición.

También mantener a la candidata vicepresidencial del peledé al frente de la repartición de la asistencia social del Estado en violación de la ley y con el silencio del órgano electoral.

A medida que pasen los meses la tendencia será hacia la profundización de la crisis económica y social. Ésta solo podría contenerse si a partir del 16 de agosto asume la dirección del Estado un gobierno que tenga la voluntad y determinación de dar un golpe de timón y enderezarle el rumbo torcido que le han impuesto al país estos negociantes de la política.

El giro que hay que producir empieza porque el Estado asuma su verdadero papel, esto es: ser el principal garante de la democracia, de la ejecución de las políticas públicas, para el impulso del desarrollo nacional, la búsqueda del bienestar colectivo, los derechos económicos y sociales, la seguridad pública, la protección del medio ambiente, la defensa de los recursos naturales y la soberanía nacional.

Además, el giro tiene que incluir el cambio del actual modelo de crecimiento macroeconómico -centrado principalmente en factores externos, que por demás, por su orientación neoliberal ha privatizado los derechos fundamentales de las personas— para dar paso a un modelo de desarrollo productivo compartido que garantice la prosperidad y el bienestar colectivo, para lo cual hay que impulsar la producción nacional y las exportaciones, apoyar la manufactura, a los productores agropecuarios, la agroindustria, poner a producir millones de tareas ociosas; conservar y hacer un uso eficiente del agua; impulsar la producción en ambientes controlados; promover el cooperativismo y la asociatividad; dar apoyo a la mediana, pequeñas y micro empresas; garantizar el derecho al trabajo decente a los jóvenes, a la mujer y a la población en general.

Un aspecto clave en el necesario golpe de timón es la transformación de la calidad del gasto público. Esto esencialmente es acabar con la corrupción y el dispendio en el Estado: eliminar aberraciones como los salarios de lujo de los altos funcionarios, el barrilito y el cofrecito, las nominillas, el tráfico de influencia, las licitaciones arregladas, las obras sobrevaluadas, las instituciones duplicadas y sin funciones, entre muchas otras.

Como puede apreciarse, para enderezarle el rumbo al país se necesita inaugurar un Nuevo Orden Democrático que fortalezca la institucionalidad y la independencia de los poderes, la soberanía y el control ciudadano y el poder municipal; que haga respetar la ley, que acabe con la inseguridad ciudadana, la corrupción y la impunidad; que garantice la prosperidad y el bienestar de la población.

Ese golpe de timón en la conducción del Estado para enderezar el país y para impulsar un Nuevo Orden Democrático, solo puede llevarlo a cabo un gobierno que no esté al servicio de los intereses de grupos corporativos que le impongan su agenda, como tampoco que haya sido financiado por corruptos o por el narcotráfico, que luego vendrán a exigirle impunidad y protección.

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Guillermo Moreno es abogado y político. Presidente de Alianza País.