Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Donald Trump
Donald Trump

Guerra comercial y factores internos

«La trayectoria económica promedio de los países de la región se ha visto influida, en parte, por un debilitamiento sincronizado de la economía mundial que ha derivado en un escenario internacional desfavorable para la región. Las tensiones comerciales y los problemas geopolíticos han redundado en una desaceleración de la dinámica del crecimiento mundial, mayor volatilidad financiera y un empeoramiento de las expectativas de crecimiento futuro. [...] A nivel nacional, durante el primer trimestre de 2019 la República Dominicana y el Estado Plurinacional de Bolivia fueron las economías que mayor crecimiento registraron dentro de la región (un 5,7% y en torno al 4,0%, respectivamente), seguidas por Panamá (3,1%), Guatemala (3,0%) y Colombia (2,8%)». CEPAL, Estudio Económico de América Latina y el Caribe, 2019

Por mucho tiempo, los Estados Unidos han acusado a las autoridades chinas de manipular la tasa de cambio para lograr ventajas competitivas en el intercambio internacional y lograr enormes superávits comerciales con el resto del mundo. Las sospechas en este sentido – si bien han estado fundamentadas, pero no demostradas inequívocamente – han tensado las relaciones políticas y económicas entre las dos grandes potencias. Pero en estos momentos esas relaciones se han deteriorado aún más con la decisión del Tesoro norteamericano de oficialmente catalogar a China como “manipulador de divisas”.

Es un ingrediente adicional – aunque muy importante – de la guerra comercial que episódicamente están librando las dos economías más grandes del planeta. La administración de Trump ha jugado agresivamente con la política arancelaria para lograr acuerdos favorables a la economía norteamericana en el corto plazo, pero de un dudoso impacto – en el mejor de los casos – en el mediano y largo plazos; sobre todo, porque en una guerra comercial entre dos países, como los involucrados, los resultados finales son muy perjudiciales para ellos y para el resto de la economía mundial. De acuerdo con The Wall Street Journal (agosto 6, 2019), “Lo peor en este conflicto comercial que tiene más de un año es que en días recientes EE.UU. ha impuesto o se prepara para imponer tarifas punitivas sobre casi todas las importaciones de China, como parte del interés de la administración [de Trump] para forzar a Beijing a cambiar las reglas y un modelo económico de altos subsidios que es visto como injusto los negocios de los extranjeros”.

En este contexto, las autoridades chinas podrían tener una gran ventaja política sobre las autoridades norteamericanas en términos de los compromisos que pueden asumir en defensa de sus intereses. Esta ventaja se refiere al régimen político en cada uno de esos países. En Estados Unidos, el presidente tiene que someterse a la voluntad de los electores, como en toda democracia. Y Trump está interesado en lograr su reelección el año entrante. Por tanto, una guerra comercial que se prolongue por más de seis meses podría significar una caída muy drástica en el crecimiento económico y un aumento del desempleo, lo cual podría ser fatal para sus planes de continuar en la Casa Blanca. De manera que esta presión podría restarle credibilidad a su compromiso de mantener una guerra comercial hasta las últimas consecuencias. Los chinos pudieran, por tanto, jugar al tiempo, conscientes de que una prolongación de la guerra comercial es incompatible con los propósitos reeleccionistas de Trump.

Desde esa perspectiva, el presidente chino Xi Jinping pudiera tener una ventaja estratégica sobre Trump, pues no necesita someter su presidencia al escrutinio de los electores, tal como se haría en una democracia. Por el contrario, el régimen autocrático chino le permite a Jinping unos márgenes de maniobra mucho más amplios y una mayor capacidad, en consecuencia, para retaliar más eficientemente. Un ejemplo claro de esto es la reacción de las autoridades chinas de permitir que el yuan se depreciara hasta superar los ¥ 7 por cada dólar, una marca no alcanzada en los últimos diez años y que perjudica notoriamente a la economía norteamericana. Esto también prueba que los chinos efectivamente han sido capaces de manipular el valor cambiario de su moneda.

En la medida que la guerra comercial involucre a otros países – algo que pudiera suceder, dado que el valor de la moneda china está definido en función de una canasta de monedas que incluye más de dos docenas de países – el comercio internacional se irá resintiendo y los temores de una recesión internacional se magnificarán.

La complicación del entorno internacional no es una buena noticia para la economía dominicana, pues implica una mayor vulnerabilidad local ante un potencial deterioro de los flujos de endeudamiento externo, de inversión extranjera, de turismo, y de remesas, entre otros. Esto se une a un entorno domestico suficientemente complicado por el ciclo político. Como ha sido reportado por el Banco Central, el crecimiento económico se ha desacelerado en el primer semestre de este año. Dada la fragilidad institucional que padecemos y el hecho de que en el 2020 tendremos un nuevo presidente son razones más que suficientes para que se abran grandes interrogantes acerca del futuro del país.

A pesar de la decisión del presidente Medina de no insistir en la reforma constitucional que lo hubiera habilitado para una repostulación inmediata, el panorama político sigue complicando al panorama económico. Ahora, habrá que ver hasta qué punto el gobierno utilizará las finanzas públicas para promover su candidato preferido, en una lucha interna que anticipa una batalla campal por la nominación presidencial. En ocasiones, la economía es esclava de la política...

Pedrosilver31@gmail.com
@pedrosilver31

TEMAS -