Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

Gustavo Dimaggio, mártir de la agonizante dictadura de Trujillo

La dictadura tuvo tiempo de reponerse de su estupor y como fiera agonizante comenzó a dar zarpazos. Sus garras alcanzaron y ensangrentaron otras familias, además del hogar de los Dimaggio-Salcié.

Expandir imagen
Gustavo Dimaggio, mártir de la agonizante    dictadura de Trujillo

A Gisela y Albertina

El viernes 17 de noviembre de 1961, poco menos de seis meses después que Antonio de la Maza, Imbert Barreras, Amado García Guerrero, Salvador Estrella Sadhalá, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejada y Roberto Pastoriza dieran al traste con la vida dictador dominicano Rafael Trujillo, el joven estudiante Gustavo Dimaggio Salcié caería abatido por el disparo certero de un sargento de la policía que dirigía el tránsito en la populosa intersección de las avenidas Mella y Duarte de Santo Domingo. El sargento, como muchos dominicanos entonces, no comprendía por qué esos jóvenes proclamaban a voz en cuello, además de consignas contra el jefe: “¡Navidad sin Balaguer!

El 18, Ramfis y sus secuaces ejecutarían cobardemente a los conjurados sobrevivientes del 30 de mayo. La muerte de Gustavo Dimaggio, así como la de los complotados, el asalto al local del MPD y las agresiones de los “paleros” a connotados antitrujillistas da cuenta de que la dictadura no murió con el dictador. Ramfis y el régimen se resistían a creer algo que ya el exiliado Juan Bosch les había presagiado: “En este instante histórico [27 de febrero de 1961]”, le escribe Bosch a Trujillo, “su caso puede ser comparado al del ágil, fuerte, agresivo y voraz tiburón, conformado por miles de años para ser el terror de los mares, al que un inesperado cataclismo le ha cambiado el agua de mar por ácido sulfúrico; ese tiburón no puede seguir viviendo. No piense que al referirme al tiburón lo he hecho con ánimo de establecer comparaciones peyorativas para usted. Lo he mencionado porque es un ejemplo de ser vivo nacido para atacar y vencer, como estoy seguro piensa usted de sí mismo. Y ya ve que ese arrogante vencedor de los abismos marítimos puede ser inutilizado y destruido por un cambio en su ambiente natural, imagen fiel del caso en que usted se encuentra ahora. Pero sucede que el destino de sus últimos días como dictador de la República Dominicana puede reflejarse con sangre o sin ella en el Pueblo de Santo Domingo. Si usted admite que la atmósfera política de la América Latina ha cambiado, que en el nuevo ambiente no hay aire para usted, y emigra a aguas más seguras para su naturaleza individual, nuestro país puede recibir el 27 de febrero de 1962 en paz y con optimismo; si usted no lo admite y se empeña en seguir tiranizándolo, el próximo aniversario de la República será caótico y sangriento; y de ser así, el caos y la sangre llegarán más allá del umbral de su propia casa, y escribo casa con el sentido usado en los textos bíblicos” (Cfr. Obras completas, t. IX, SD, CNEP, pp.311-12).

Trujillo no sobrevivió a la emboscada como especifica Imbert Barreras, en su primera versión de los hechos: “Me di cuenta por los gritos y el metal de voz [de] que era el tirano y [de] que estaba herido, avanzó un poco más y cayó al suelo como a tres metros de donde yo me encontraba quedando en medio del pavimento de la autopista boca arriba con la cabeza hacia Haina, no se movió más”. Esa noche, como le había presagiado Bosch, la sangre llegó “al umbral de su propia casa”. La parte política fracasó en las horas que siguieron a la balacera de la Avenida. La dictadura tuvo tiempo de reponerse de su estupor y como fiera agonizante comenzó a dar zarpazos. Sus garras alcanzaron y ensangrentaron otras familias, además del hogar de los Dimaggio-Salcié.

La dictadura de Trujillo tenía mucho en común con la de Ulises Heureaux, pero no eran iguales. La de Heureaux murió con el tirano en julio de 1899; la de Trujillo, más estructurada y más arraigada en la mentalidad dominicana, aprovechó el descuido político de los conjurados para tratar de mantenerse en el poder. Por ventura Ramfis carecía de capacidad para gobernar. A pesar de esa limitación mantuvo las riendas del poder por espacio de seis meses y, como fiera acorralada, ordenó y participó, horas antes de huir del país, en el cobarde asesinato de los conjurados sobrevivientes del comando que ajustició al tirano en las afueras de la entonces Ciudad Trujillo.

Los padres de Gustavo Dimaggio eran excelentes amigos de los míos. Yo era niño cuando en la convergencia de las avenidas Mella y Duarte ese disparo aleve sesgó la vida de su hijo. Mis recuerdos de Gustavo se confunden con el mito que nació con su muerte, con el de sus contemporáneos, de los amigos de su edad. Para mí es la imagen del último mártir de la dictadura, la del héroe que, unas horas antes de la huida de Ramfis y de su familia es asesinado en el umbral de la juventud sin dar tiempo para que los avatares de la vida y sus circunstancias estropearan la imagen que conservo sesenta años después de uno de los tantos mártires de la lucha por la libertad y la democracia dominicanas.

TEMAS -

Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.