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Hablar con verdad y reflexionar con truco (4)*

Si no rectificamos ¡y pronto! esta sociedad dominicana y el Estado que la representa, está al tris de escenificar un suicidio colectivo, contrario a la esencia de lo numantino. O sea, indigno. Humillante.

Filósofo Vitriólico, he escuchado decir a algunos intelectuales que somos un país de migrantes. Y que, por tanto, deberíamos tener las puertas abiertas a todos aquellos que quisieran llegar y quedarse en estas tierras. ¿Qué le parece?

–Pues que hablan con verdad y reflexionan con truco.

¿Y qué significa eso? ¿Tal vez que no saben lo que dicen?

–No. Hay que respetar las opiniones de los demás, pues es la única posibilidad de que respeten la tuya.

Entonces, explíqueme lo que usted quiere decir.

– Hablan con verdad puesto que esta tierra ha albergado desde época antigua a pobladores de origen diverso. Y también ha sido y es el origen de emigraciones hacia destinos diferentes. Defender que nuestra frontera sea abierta, se enmarca dentro de una escuela de pensamiento, aunque en estas circunstancias históricas es muy perjudicial para los intereses de la dominicanidad, contraproducente e inadmisible.

Usted lo pone muy complicado, profesor Vitriólico. Me duele la cabeza.

–Somos una mezcla racial que durante años ha sabido convivir en armonía y que ha adquirido características propias que nos hacen diferentes a otros pueblos. Un dominicano se distingue a lo lejos por su manera de ser, actuar, pensar, amar, sentir, vivir. Todo lo cual significa que hemos creado una nacionalidad, que es algo más complejo que una etnia.

Claro, filósofo, hasta yo me doy cuenta de eso. Por ejemplo, usted pone a cualquiera de nosotros en el metro de Nueva York, en Madrid, Pekín o El Cairo, interactuando dentro de una multitud compuesta por gente de procedencia diversa, y por sus gestos y forma de hablar se conoce de inmediato que es dominicano.

– Así es , mi alumno. También sucede que millones de dominicanos han emigrado y viven en Estados Unidos o en otras áreas geográficas. La mayor parte de ellos terminará siendo absorbida por esas culturas y nacionalidades. Muchos ya lo han sido.

¿Eso significa, filósofo, que debemos permitir que los haitianos nos ocupen pacíficamente? Adónde está el truco que usted menciona.

–De ninguna manera debemos permitirlo, Abimbaíto. El truco está en que hay quienes pretenden no darse cuenta de que somos un espacio geográfico limitado y pequeño. Si permitimos que los haitianos sigan entrando será a costa de que los nuestros abandonen el territorio. Estaríamos entregando nuestro terruño, como de hecho ya está sucediendo, cometiendo una traición imperdonable a nuestros trinitarios y restauradores.

Pero ya estamos repletos de haitianos; no caben más.

–Si no rectificamos ¡y pronto! esta sociedad dominicana y el Estado que la representa, está al tris de escenificar un suicidio colectivo, contrario a la esencia de lo numantino. O sea, indigno. Humillante. Y está siendo así por falta de coraje y responsabilidad del estamento político, rendido a intereses mercuriales, cuya ocupación central es deshojar la margarita del poder, solo por el gusto de regodearse en sus efluvios.

¡Carajooooo! Digo yo. Rectificar no es solo no dejar entrar más haitianos ilegales, sino sacar a los que ya están. Filósofo Vitriólico, se equivocaría usted si piensa que este pueblo ha perdido el orgullo y el coraje de saber defender sus valores e intereses básicos, como bien supo hacerlo en el pasado.

–Estoy de acuerdo contigo, Abimbaíto. El pueblo no ha perdido ese orgullo ni sus esencias, pero parte de la dirección política y de los intereses económicos están rindiendo la patria y se preparan a tirar su cadáver en el despeñadero. La frontera es un coladero por donde los haitianos entran cuando y como quieren o les da las ganas, y de ahí siguen en directo hasta los campos, montañas, ciudades y playas.

Pues convóqueme a la pelea y me tendrá con usted hombro con hombro. A mí no es verdad que van a venderme gato por liebre, ni voy a dejar que me despojen de mi nacionalidad para dársela a los vecinos. Eso si que no. Tenemos un Tribunal Constitucional para que nos defienda a pesar de que han querido neutralizarlo, y, si no fuera bastante, dígame lo que hay que hacer y enseguida me pongo en zafarrancho.

–No con tanta virulencia, Abimbaíto. Te voy a explicar lo que hay que hacer cuando te tranquilices; un poco más adelante.

Entonces, profesor, por lo menos acláreme si existe alguna relación entre esta situación de ocupación ilegal del territorio dominicano por parte de los haitianos y la decisión del gobierno de no firmar el pacto migratorio propuesto por las Naciones Unidas.

–El gobierno, situado en esta materia en los cerros de Úbeda, aunque en este caso no sepas lo que es pero puedes buscarlo para que te enteres, acordó firmar el documento. Sin embargo, escarmentado por la reacción interna adversa que se produjo decidió no firmarlo, presionado por la fuerza de la opinión pública. E hizo bien, aunque no es suficiente. De lo contrario, la candela e indignación que se evidenciaba en los medios, hubiera causado una conflagración de proporciones y consecuencias insospechadas.

¿Usted cree que la cosa era para tanto?

– Sí, lo era. El pacto por las migraciones tiene su parte buena. Es un intento por proteger grandes núcleos de población emigrante y garantizar sus derechos humanos. Hay muchos emigrantes dominicanos que agradecerían esa protección. Tiene el inconveniente de que permite a burócratas internacionales inmiscuirse en asuntos soberanos. Y hacer válida su aspiración de convertirse en gobierno mundial, sin legitimidad alguna para hacerlo, e imponer sus prejuicios y dogmas.

Si es como usted dice, ¿qué viene ahora?

–Nadie conoce el futuro, pero si yo fuera el gobierno dominicano empezaría a poner orden riguroso en la frontera y a lo largo del país, con objeto de ejercer a plenitud los atributos soberanos, sin equívocos ni paños tibios, en vez de estar deshojando enigmas sobre una reelección prohibida por la Constitución.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.