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Horacianas fiscales

Existe una seria deficiencia en el régimen legal instituido para asegurar la competencia, la moralidad y la responsabilidad en los funcionarios y empleados públicos.

Abimbaíto ha estado estudiando los asuntos públicos. Le duele comprobar la tendencia que lleva el déficit y la deuda pública. Y exclama:

-Los gastos sobrepasan en mucho a los ingresos, la deuda es cada vez más grande y pesada en proporción a los ingresos tributarios, y los recursos se usan sin atender a prioridades.

Una voz le responde:

-La gestión pública ha llegado a tomar una tendencia que, si a tiempo no se contrarresta, puede tener para el pueblo dominicano consecuencias demasiado funestas, y urge que se acuda inmediatamente a cortar el mal de raíz.

- ¿De qué mal me habla usted? -inquiere Abimbaíto y le contestan:

-Existe una seria deficiencia en el régimen legal instituido para asegurar la competencia, la moralidad y la responsabilidad en los funcionarios y en los empleados públicos.

Abimbaíto salta del asiento y dice:

- ¡Ah no! No vuele chichiguas. No invente. El empleo público es para quien salta y brinca en la campaña. Esa es la práctica. Fajarse, ese es el mérito. ¿Atajar para que otro enlace? Ay no.

La voz insiste:

- Los empleados a quienes está encomendada la percepción y aplicación de las rentas deben ser competentes, de reconocida honradez y responsables, no solo civil sino penalmente. Para hacer efectiva esa responsabilidad deben prestar fianza suficiente.

- ¿Fianza suficiente? ¿Responsabilidad penal? En qué mundo vive usted. ¿Asegurar su integridad para servir? ¿Exponerse a caer preso de mala manera? ¡Avenuncio! Salvo que usted se refiera a fianza moral en sentido figurado; eso es otra cosa. -exclama Abimbaíto y le contestan.

-Es de buena doctrina política y económica que debe proscribirse la prodigalidad en la inversión de las rentas públicas. La legitimidad de su existencia está en la necesidad y utilidad de su aplicación.

- El gasto público se hace al gusto de quien manda, pero ¿quién carajo es usted? -pregunta y le responden.

-No siempre han tenido esto en cuenta los Congresos dominicanos; pero hoy más que nunca están obligados los representantes del pueblo a no votar ninguna erogación de fondos públicos que no corresponda a una necesidad o no sea indiscutiblemente útil para la comunidad.

- El problema es que todo es relativo. -dice Abimbaíto y agrega: - Las prioridades son según el color partidario que se tenga y el dominio que se posea de las fuerzas en el Congreso. Eso explica que en ese organismo se aprueben préstamos, contratos, erogaciones, presupuestos, aun sin leerlos, sin cumplir su misión primordial de contrapeso, solo para complacer al ejecutivo.

La voz exclama:

-Deben suprimirse los empleos innecesarios o inútiles; bajo ningún pretexto deben autorizarse gastos superfluos, por lo menos desde el punto de vista de la oportunidad; debe reglamentarse la inversión de los gastos extraordinarios e imprevistos, y no establecerse tipos de sueldos que no correspondan a la condición de pobreza del Estado dominicano.

-Con esos planteamientos es difícil estar en desacuerdo. Aun así, tengo dudas. La tradición pesa mucho. -expresa Abimbaíto y le responden:

-A este respecto sería conveniente que nuestros legisladores adoptasen como regla el precepto de una antigua Constitución de Pennsylvania: “que los sueldos no sean tales que hagan a los ciudadanos preferir los empleos públicos al ejercicio de cualquier profesión”.

-Mire, no se meta en rojo. -dice Abimbaíto y sigue: - ¿Sabe algo? A los partidos del cambio les ha tocado gestionar las crisis y nunca han salido de la austeridad. Lo es tanto que, cuando la economía se restablece, vienen nuevos gobiernos y desequilibran todo lo bueno que se había hecho. Eso si es atajar para que otro enlace.

La voz responde:

-Los grandes sueldos asignados a los empleos políticos, sobre todo, son causa de desmoralización y de que casi nunca sean los más aptos los que los ocupan. La ley de presupuesto debe ir acompañada de las disposiciones necesarias para su buena ejecución.

-El problema no está en los sueldos sino en la eficiencia con que se presta el servicio, la calidad moral con que se desempeña y la motivación que la acompaña. -dice Abimbaíto y agrega: - Prefiero gente consagrada a servir, bien pagadas, que resuelvan y no bloqueen, que otros devengando sueldos que ni les alcanza para vivir, sin motivación. Oiga, no se vaya. ¿Quién es usted?

-Soy Horacio Vásquez. No se espante. Lo que acabo de decirle lo publiqué en diciembre de 1915.

-¡Ah sí! Por decir esas cosas su lápida fue tapada y su casa de Tamboril sigue cayéndose. Seguimos con los santos vestidos de diablo, y al diablo vestido de santo.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.