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Innovación y disrupción en el ecosistema educativo dominicano

Para fomentar la innovación es necesario que el capital humano perciba un sistema diseñado para apoyar su trayectoria hasta el éxito sin la mas mínima traba.

En estos momentos, a más de un año de vivir en pandemia con las escuelas y colegios cerrados (y la resultante disminución de aprendizaje), aunado a las evidencias del informe PISA que sitúan la educación dominicana entre las últimas posiciones de los países que participan en estas pruebas, es entendible la percepción de que una buena educación es un sueño lejano para los niños dominicanos.

Un ecosistema educativo que provea una educación efectiva no representa meramente un problema técnico; es decir, un reto con soluciones claras. De ser así, hace décadas que los niveles educativos hubiesen empezado a mejorar de manera progresiva con todas las estrategias que se han desarrollado para apuntalar el sistema, como han sido el Pacto por la Educación y la inversión de 4% del PIB en los últimos años. Podemos indicar como uno de los síntomas del malestar educativo el accionar con una visión a corto plazo de sus actores principales, entre ellos la ADP, colegios privados, padres, y el MINERD - cada uno con sus propios argumentos, intereses y justificaciones que han empantanado el proceso de desarrollo educativo y han dado como resultado un aprendizaje accidentado para los estudiantes. Aquí nuevamente pudiéramos concluir que la buena educación es un sueño lejano para nuestros estudiantes. Evidentemente, falta algún elemento que no hemos contemplado para motorizar la educación que anhelamos.

Posiblemente este “tira y jala” entre actores explica la ubicua apatía que presenta una significativa porción del estudiantado, que al ver las limitadas oportunidades de éxito al culminar su carrera educativa, percibe el limitado valor o aplicación práctica de los conocimientos que adquieren durante ella. Es responsabilidad de los educadores, con el futuro de estos jóvenes en nuestras manos, proveer las evidencias de que la educación que recibirán real y efectivamente les proporcionará un camino claro para su desarrollo personal y profesional.

Para parafrasear al eminente profesor de Harvard Ronald Heifetz: “Uno de los más comunes fracasos de liderazgo viene de aplicar soluciones técnicas a desafíos adaptativos”. En este caso, el desafío de diseñar un ecosistema educativo que provea aprendizajes y conocimientos efectivos y alineados a las necesidades de desarrollo nacional requieren de una nueva modalidad de análisis y una multiplicidad de acciones concomitantes para desenredar.

La teoría del profesor Heifetz pudiese ser una explicación del porqué desde hace unos treinta años los problemas y retos que enfrenta la educación dominicana son los mismos. Más importante aun, la frustración y el inherente pesimismo de los actores del sistema educativo que presumen, muy a su interno, que la educación es un tema para debatir ad-infinitum, pero sin una real solución. Tenemos que aceptar como razonable el sentirse abrumado ante los retos que enfrenta el futuro educativo de nuestro país por la complejidad del panorama descrito anteriormente, pero debemos hacer hincapié, sobre todo, en que no es un problema con una simple solución técnica.

Hace unos días presencié un webinario de la inversionista Cathie Woods de ark-invest (https://www.youtube.com/watch?v=89N30iZA1t8&ab_channel=ETFAnalyzer) que presentaba sus teorías ante un inminente problema económico mundial causado por la creciente presión inflacionaria (generada a su vez por una demanda acumulada de productos y su subsecuente presión sobre los “commodities”). El panorama económico mundial presenta grandes retos, sin duda alguna, evidenciados por las grandes inequidades existentes (tanto sociales como económicas) y lo normal sería apostar contra el mercado bursátil, contra el desarrollo. Sin embargo, el enfoque de esta líder está basado en las nuevas tecnologías, el continuo desarrollo de la innovación, y las eficiencias transformativas que estas causarán en un futuro cercano en la economía mundial. Puede ser que Cathie Woods esté equivocada en su análisis macroeconómico, pero su preferencia de enfocarse en lo posible, en la capacidad del ser humano de innovar y crear, me dejó una lección de optimismo ante los retos que implican los grandes problemas.

El objetivo de este escrito es sugerir que, ante la magnitud y complejidad del problema sistémico que presenta la educación en República Dominicana, nos enfoquemos todos en crear un ámbito de innovación en este sector tan crucial para los dominicanos y en el cual todos sus actores se beneficien de las eficiencias transformativas logradas, sin menospreciar la importancia de cada uno y de sus respectivos roles, pero muy especialmente, enfocado a beneficiar al estudiante. Como objetivo final, una equidad equitativa, valga la redundancia.

¿Cómo empezamos? Cambiando el matiz de las críticas al sistema educativo que busca culpables (que es un enfoque retroactivo y reaccionario), y enfocándonos en la atracción de capital humano para promover innovación en todos los ámbitos del sector educativo (proactivo y creativo).

Les pido imaginar un sistema educativo dominicano que a través de políticas públicas orientadas primordialmente a promover la innovación en el ecosistema educativo, en vez de tratar de resolver problemas específicos, provea de manera orgánica las herramientas necesarias para que cada uno de los 2.8 millones de estudiantes, los 100,000 docentes del sector público (ADP) y privado, el MINERD y MESCYT, universidades, las ONG’s y el sector empresarial privado sean protagonistas de su transformación sistémica.

Para fomentar la innovación es necesario que el capital humano perciba un sistema diseñado para apoyar su trayectoria hasta el éxito sin la mas mínima traba. Para esto debemos crear un marco legal (empezando con una reformulación de la Ley de Educación 66-97) amparado por políticas públicas que prioricen y fomenten la inversión desde el individuo hasta las grandes empresas con la finalidad de incentivar el desarrollo del ecosistema educativo desde la atracción por incentivo y no la obligación por convicción. Que las eficiencias transformativas desarrolladas guíen el camino hacia una educación de valor.

Muchos podrán pensar que esta es una propuesta fallida, teorías que no están aterrizadas a la realidad dominicana. A estos les respondería que no me atrevería a proponer una solución mágica, pero sí postulo un nuevo marco de referencia para elaborar estrategias sustentadas en la innovación. ¿Qué perdemos con tratar de hacer las cosas de manera diferente?

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