Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

Intereses nacionales

Y es que las luchas políticas internas ocultan lo esencial: a pesar de la apariencia de bonanza, la nación dominicana está herida de gravedad.

Lo que antes era colonia española, y hoy es pueblo dominicano, está lejos de haber experimentado, en cualquier momento de la historia, la tentación de alcanzar una especie de destino manifiesto que lo hubiera llevado hacia la expansión territorial.

Pudo y debió haber luchado por recuperar la isla entera, pero decisiones erradas y negligencias de sus gobernantes llevaron a que perdiera lo que debió haber sido su destino: una isla para un solo pueblo, el dominicano.

Mutilado geográficamente, ahora enfrenta el desafío de la absorción de su nacionalidad lograda a un costo enorme, carcomida ahora por la persistente determinación del pueblo vecino de cooptarla (¿usurparla?) vía invasión, perdón, inmigración no autorizada y por ende irregular.

Si tal cooptación (usurpación) terminara de completarse, estando como está en estado tan avanzado, a pesar de lo benignas que lucen las cifras de inmigrantes irregulares consignadas en estudios oficiales realizados con apoyo internacional, entonces el pueblo vecino, no obstante la precariedad de sus instituciones y de su débil organización política y social, habría logrado el propósito de sus líderes iluminados, los de la revolución racial y social.

Es decir, habría conseguido concretar la existencia de la una e indivisible, pero bajo el disfraz de un pueblo distinto al suyo, en raza, idioma, creencias, cultura; o sea bajo la pantalla encubridora de nuestra bandera, vacía de sus esencias.

Así como en aquella época en Haití resultó destruida la generación de riqueza en nombre de la liberación de los esclavos, existe el riesgo de que en estos tiempos se acelere y culmine la estampida silenciosa que ha estado desplazando a los dominicanos de su cuna, y cambie para mal el perfil del pueblo que ocupa nuestro suelo.

Quizás entonces, con el transcurrir de los años, continuarán llamándose dominicanos, pero lo serán con sentimientos diferentes, cultura distinta, composición racial más homogénea, instrucción muy baja, nivel económico deprimido, situación ambiental penosa; en definitiva, con un perfil que no le otorgará viabilidad. Se convertirán en un estado fallido, o mejor dicho, agravarán aun más su condición latente de estado fallido.

Quizás, conserven, por conveniencia, el nombre de dominicanos, pero los de verdad habrán emigrado hacia áreas diferentes, para integrarse a sociedades más viables y esperanzadoras.

Ese presagio pudiera ser el destino de un pueblo al que su himno llama indómito y bravo, pero que transita el camino que lo conduce a no poder decir jamás lo de siempre altiva su frente alzará. Si es que la alza, lo hará en otras latitudes, tratando de asimilarse a su vez a otra cultura y nacionalidad.

Y es que las luchas políticas internas ocultan lo esencial: a pesar de la apariencia de bonanza, la nación dominicana está herida de gravedad.

El liderazgo político está entumecido; ahíto de levedad. Inflado por sueños de poder vacuos, desconectado de una realidad social cada vez más caótica y angustiante; despreocupado del transcurrir firme de un proceso de desnacionalización tan evidente que por grande hasta Dios lo ve, pero no así la clase dirigente ni algunos especialistas en censos y encuestas.

Es ante este escenario que el país celebra haber accedido a ocupar una posición en el selecto grupo que integra el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Podría verse como la culminación de un propósito. La bandera desplegada en el organismo mundial donde se reúnen y discuten los gigantes que se disputan y reparten el mundo. Lo único es que estaremos allí obligados a alinearnos con total claridad a los intereses del bloque dominante.

Estar en el Consejo de Seguridad solo por figurar, y tener que inclinarse ante los amos con impudicia, no sería motivo de honra. Mientras que, contradecirlos en asuntos complejos, sería firmar una sentencia de exclusión. En esas circunstancias, de ninguna manera podría proclamarse tal acceso como un logro o conquista de la política exterior.

Lo único que tendría sentido sería aprovechar esa plataforma para promover el interés nacional, para lo cual habría que tener muy claro su significado.

Desde nuestro modesto punto de vista, el interés nacional exige, sobre todas las cosas, reforzar la nacionalidad; revertir la inmigración haitiana irregular; dominicanizar la frontera mediante la realización de asentamientos poblacionales significativos e inversiones proporcionales a la necesidad de desarrollo; e impedir que nacionales haitianos adquieran propiedad de terrenos, grande o pequeña, en una franja situada a no menos de 50 kilómetros lineales perpendiculares al eje fronterizo, o mejor aun, en ningún sitio de la geografía nacional.

Requiere también fortalecer la institucionalidad democrática. Y tejer una red de apoyo internacional labrada en base a principios e intereses comunes a ser defendidos, que a la vez sea factor de cohesión para enfrentar amenazas.

Para que el país pueda celebrar éxitos concretos en el desempeño de su diplomacia, los criterios anteriores deberían ser prerrequisitos a ser cumplidos y ser proyectados hacia el mundo como eje fundamental de la política exterior.

TEMAS -