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Obras públicas
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Inventando lo ya inventado

Ahora, se “inventa” lo que no se requiere y se elimina lo necesario. Se estila no mantener las obras para tener que construirlas de nuevo; a veces se echa asfalto sobre asfalto para impresionar, gastar un montón de dinero a base de préstamos externos y repartir utilidades financieras y políticas.

El término inventar significa “hallar o descubrir algo nuevo, no conocido”. También “fingir hechos falsos” y “levantar embustes”. Si uno se dispusiera a leer memorias y libros antiguos, se daría cuenta de que muchas de las invenciones no son tales, existieron años atrás, quizás con variaciones para ajustarlas al nivel educacional, tecnológico y densidad poblacional de cada época.

También repararía en que inventos antiguos, socialmente convenientes, dejaron de aplicarse y se cambiaron por otros que eran simples argucias para que particulares hicieran provecho de los recursos públicos, desnaturalizando el papel y funciones del Estado.

Asimismo, se daría cuenta de que en muchas ocasiones se “inventa” para confundir, engañar, con propósitos diversos, entre ellos, políticos.

Las memorias anuales de los organismos públicos recogen asuntos interesantes que ayudan a comprender el estado de cosas de la época en que se escribieron, pero también a comparar aquellas situaciones con las que vivimos en la actualidad.

Así, en la memoria preparada por el Departamento de Obras Públicas para el año 1926, durante el gobierno de Horacio Vásquez, se dice que:

“El sistema que finalmente hemos adoptado para la conservación de carreteras es el de peones camineros, uno para cada kilómetro. Cada trabajador está provisto de herramientas e implementos que necesita para rendir una buena labor y es responsable por el cuidado de este equipo. El trabajo que deben realizar y el orden que deben seguir le es indicado por los superintendentes, por mediaciones de capataces. De estos hay uno por cada diez kilómetros de carretera, aproximadamente. El recorrido de sus tramos lo hacen los capataces diariamente en bicicleta o a lomo de bestia.”

En esos tiempos de los años 20 del siglo pasado, existía el concepto de dar mantenimiento a las obras públicas para extender su vida útil y se destinaban recursos humanos y materiales dirigidos a la comprobación diaria del estado de las obras y su reparación inmediata.

Los recursos eran escasos y había que administrarlos con decoro. ¡Cuánta falta hace volver a esa práctica!

Ahora, se “inventa” lo que no se requiere y se elimina lo necesario. Se estila no mantener las obras para tener que construirlas de nuevo; a veces se echa asfalto sobre asfalto para impresionar, gastar un montón de dinero a base de préstamos externos y repartir utilidades financieras y políticas.

En las mismas memorias del Departamento de Obras Públicas, se lee:

“Estamos procediendo a organizar definitivamente el Cuerpo de la Policía Especial de Carreteras... para ese fin se ha aumentado el número de agentes... El servicio de 1927 se hará en motocicletas y se asignará un agente a cada tramo de carretera, con obligación de reportar su gestión cada día a la oficina central. Para evitar corrupción o negligencia, los agentes serán cambiados de un sitio a otro frecuentemente.”

Ese servicio de policía a bordo de motocicletas ejercía las funciones de vigilancia, cumplimiento de las normas y, por sentido común, asistencia a los viajeros. Por tanto, no ha inventado nada; se han adaptado a las circunstancias.

Según las memorias de la secretaría de Estado de Fomento del año 1926, en referencia a la ciudad de Santo Domingo, se dice:

“...No tenemos un puerto, vista la cuestión en relación a las crecientes necesidades del comercio exportador e importador... Dos medios están señalados para la solución de esta necesidad: la creación de un puerto artificial en el Placer de los Estudios, o la habilitación del puerto natural de Las Calderas, con la instalación de una línea ferroviaria para el traslado de las cargas... Lo primero parece estar indicado, si se quiere atender a los intereses creados y desarrollar la capacidad misma de la ciudad dentro de su propio perímetro... Ejecutado por cuenta del Estado, con inversión de varios millones de dólares, o conversión del puerto en empresa particular...”

Muchos años después se presentó un proyecto que sorprendió a mucha gente. Consistía en la construcción de una isla artificial frente al malecón de Santo Domingo. La idea era agregar área urbanizable con perspectiva marítima, playa y muelles.

Tal proyecto conmovió los espíritus; unos lo apoyaron; otros, criticaron. Al final, no se le dio el visto bueno, ni aparecieron los recursos para llevarlo a cabo.

Esa conceptualización es muy parecida a aquella concebida en 1926. Lo que se sustituye es la creación de un puerto artificial en el Placer de los Estudios por la de una isla artificial. En aquella época predominaba el comercio. En ésta, el turismo y los servicios.

El invento no era tal; ya estaba inventado.

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.