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Ajusticiamiento
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Juan Daniel y el 30 de Mayo (1 de 2)

Juan Daniel Balcácer ha escrito bastante y bien sobre la gesta del 30 de Mayo, incluyendo un magnífico libro titulado Trujillo, el tiranicidio de 1961, y múltiples artículos, los tres últimos publicados durante el presente mes de junio.

Aquí quiero expresarle mi admiración, junto al agradecimiento profundo por haber escarbado en la madeja de datos y ayudado a que se entendiese mejor la conjura y se conociese el nombre de sus integrantes, algunos de ellos olvidados por mucho tiempo.

En esta entrega me propongo ampliar algunas de las consideraciones hechas por Juan Daniel.

Los historiadores tienden a organizar la historia para que les sea más fácil entender los acontecimientos y poder explicarlos con mayor claridad. Pero ésta se va encadenando mediante hechos a veces fortuitos, coincidencias inexplicables, difíciles de reducir en cuadrantes metodológicos.

En el caso del 30 de Mayo, los historiadores tienden a referirse a la existencia de varios grupos. Tres, dice Juan Daniel: el de acción, militar y político, aunque luego agrega otro grupo que llama de Moca.

Sin embargo, de acuerdo a los testimonios escritos dejados por algunos de los participantes en la gesta y a las declaraciones de algunas viudas de los héroes, solo hubo un grupo, acompañado de una división del trabajo. La unidad de mando fue indiscutible, aunque sea entendible que a los fines de exposición y análisis se creen categorías diferenciadas.

Chana Díaz, esposa del general Díaz, fue testigo de que el complot se inició en La Vega, en su casa, en junio de 1959, coincidiendo con la llegada de los expedicionarios del 14 de junio. Y se forjó en la reunión celebrada en ese lugar entre Juan Tomás, Antonio de la Maza y Antonio García Vásquez.

Previo a eso, De la Maza había solicitado a su concuñado García Vásquez, que se le uniera para organizar el derrocamiento de Trujillo, en términos sin concretar, como un compromiso de futuro. Por su parte, una hija de Juan Tomás, Marianela, estaba casada con Bienvenido, hermano de Antonio García Vásquez, lo que consolidó las relaciones entre ambas familias.

El compromiso alcanzado por los tres en esa reunión de La Vega, consistió en ir perfilando los detalles relativos a la culminación del complot, a la vez que se procedía a la ampliación paulatina de ese núcleo original mediante un sistema celular, sin que ninguno de los que se adhirieran supiera el nombre de los otros participantes, salvo el del general Díaz, que era el símbolo de mayor atractivo por su jerarquía militar.

Tal precaución hizo posible que al abortar la segunda fase de la conspiración, algunos de sus miembros no fueran identificados y sobrevivieran a la venganza del hijo del déspota.

Líder hubo uno, Juan Tomás, aunque el alma y la llama de la conspiración fue Antonio de la Maza, sobre quien recaía la responsabilidad de ejecutar la acción por encima de contratiempos y eventualidades.

Hubo una dirección central, que operaba en la casa del general Juan Tomás Díaz, ubicada en la calle César Nicolás Penson, en Santo Domingo, dado que el general fue puesto en retiro y volvió a establecerse en su residencia de Santo Domingo.

Ahí se reunían, de tiempo en tiempo ya en los meses finales de 1960, y luego cada semana en la proximidad del 30 de mayo, Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza, Modesto Díaz, Miguel Ángel Báez Díaz y Antonio García Vásquez, lo que no obsta a que en algunas ocasiones pudiera participar alguien más.

A ese núcleo directivo le correspondió aprobar el plan del ajusticiamiento en la avenida, el acopio de armas, recorte de escopetas, fabricación de balines especiales y de placas, el bosquejo de golpe de estado que debería llevarse a cabo a través de militares en activo, con cuya participación se contaba una vez conocida la muerte del tirano, el plan político y la proclama que debía de leerse en una emisora de radio.

En los últimos tiempos han surgido versiones de que hubo varios grupos que se proponían el mismo objetivo y que luego se unificaron en lo que llegaría a ser el movimiento que produjo la gesta del 30 de Mayo.

Deseos puede que los hubiera habido a lo largo y ancho del país, o que existieran dentro de aquellos que se adhirieron al que ejecutó la gesta, pero quienes la integraron lo hicieron como participantes en el movimiento cuya cabeza era Juan Tomás y cuyo corazón respondía al nombre de Antonio de la Maza Vásquez. O sea, un solo grupo y dirección única.

Juan Tomás, por sus amplias relaciones y ascendencia social, reclutó a la mayor parte de los participantes, incluyendo a Manuel de Ovín, a Mr. X (Giani Vicini), Severo Cabral, por cuya vía se obtuvieron las armas entregadas por la legación norteamericana. También incorporó a Amiama Tió, y junto a éste al general Román Fernández. Y vía su hermano Modesto, a Roberto Pastoriza y a Huáscar Tejeda. Además, sentó las bases para el apoyo posterior de algunos oficiales militares.

Antonio de la Maza sumó a sus hermanos Mario, Ernesto y Bolívar, a los hermanos Antonio y Bienvenido García Vásquez, a Tunti Cáceres Michel y a Miguel Ángel Bissié, e hizo contacto con algunos generales y oficiales para sondear su disponibilidad en caso de que Trujillo faltara. A pocas semanas para el día decisivo, logró la incorporación de Salvador Estrella, y por su intermedio de Antonio Imbert y Amado García Guerrero.

En Moca se habló con un pequeño grupo que pudiera servir de apoyo, entre los que se encontraban Leonte Schott Michel, posteriormente asesinado junto a Manolo Tavares Justo en Las Manaclas, y los hermanos Danilo y Reynaldo Rodríguez, quienes fabricaron un falso piso en una station Opel Caravan para transportar los fusiles que luego se usaron en el ajusticiamiento y que estuvieron guardados en Moca por pocos días y luego en la casa de Miguel Ángel Bissié.

Hubo muchos otras personas comprometidas en el complot o con cuya participación se contaba. La mayoría gravitaba alrededor de los participantes en la conjura.

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