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Juan Daniel y el 30 de Mayo (2 de 2)

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Juan Daniel y el 30 de Mayo (2 de 2)

La conjura del 30 de Mayo trascendía el hecho puntual del ajusticiamiento del tirano e incorporaba el propósito de establecer un gobierno provisional que llamara a elecciones libres, creara tribunales especiales para juzgar a quienes hubieran cometido crímenes políticos y efectuado robo del patrimonio público, confiscara los bienes mal habidos, y encaminara la existencia de un régimen democrático y de libertades.

En la gestión de todos esos componentes (vertiente estratégica), por sus amplias conexiones e influencia en el entorno militar, político, económico y social, el general Díaz era la persona del grupo mejor situada para aglutinar voluntades procedentes de sectores diversos y liderar la trama en toda su extensión.

En cambio, Antonio de la Maza fue el iniciador, armador de la conjura, quien la mantuvo viva contra viento y marea, el gigante, la espada decisiva sin cuya determinación y arrojo tal vez no habría habido ajusticiamiento. En otras palabras, el auténtico líder en la vertiente táctica, que terminó arropando la estratégica.

Sería mezquino y muy injusto centrarse solo en ellos dos.

Los integrantes de la gesta formaban un grupo de hombres recios, experimentados, inspirados por el ideal de la libertad, decididos a inmolarse por los derechos de su pueblo, iluminados por la locura divina de la redención nacional, imbuidos de valor. En eso, todos eran iguales, titánicos, colosales, hechos con la armadura de los héroes.

Unos (los que tenían más experiencia en el uso de las armas u otras habilidades afines al escenario de la acción) debían participar directamente en el ajusticiamiento, mientras que el grupo completo tenía la encomienda de incorporarse al desarrollo de la segunda fase en todos sus detalles; es decir, ejecutar la toma del poder.

Se ha criticado que en el ajusticiamiento se utilizaran tres fusiles de procedencia estadounidense. En las expediciones de junio de 1959, Cayo Confites y Luperón, también se usaron armas de procedencia extranjera, lo cual no significa que hubiera subordinación a país alguno.

El 30 de Mayo fue un hecho eminentemente nacional y patriótico, llamado a ser efectuado por decisión propia, sin interferencia de fuerzas extrañas.

El primer paso de la segunda fase consistía en iniciar el golpe de estado a través del general Román Fernández, secretario de estado de las Fuerzas Armadas. Y convocar a los militares con quienes se contaba para que se sumaran al golpe.

Simultáneamente, se debía tomar una o dos emisoras de radio con el objeto de transmitir la proclama e informar a la población que el tirano había sido ajusticiado, la noche del terror había terminado y alentarla a apoyar el golpe de estado.

No había aspiraciones de usufructuar el poder, lo que sí ha sido una constante en nuestros tiempos. Predominó el desprendimiento personal a favor del colectivo. Esa fue su grandeza: la renuncia a todo, vida, familia, bienestar y bienes, a cambio de la libertad del pueblo dominicano.

Se sabía que dado el clima de terror existente, el pueblo reaccionaría con cautela. La proclama se concebía como un instrumento útil para crear pánico y desconcierto en la familia Trujillo y favorecer el pronunciamiento de algunas de las unidades militares a favor del movimiento.

Entre los militares con quienes se contaba una vez ajusticiado Trujillo, estaban los generales García Urbáez y Guarionex Estrella, coroneles Mueses Franco, Juan Pérez Guillén y Renato Hungría, y eventualmente Neit Nivar Seijas. No se tenía certeza de su respaldo, pero se creía que una vez ajusticiado Trujillo existía un margen de probabilidad elevado de que secundaran el golpe.

Nada de eso ocurrió. Entre otras razones porque aquella noche el grupo de conjurados no estaba completo. Trujillo cambió de planes y decidió viajar a San Cristóbal el martes 30, en vez del miércoles 31. En la lucha contra el tiempo, no fue posible contar con el apoyo de todos, fuertes en sus singularidades.

La gente de Moca no pudo estar presente, salvo Antonio de la Maza y Miguel Ángel Bissié, quién entregó las armas según estaba previsto. En aquellos años las comunicaciones eran deficientes; no existían los celulares de ahora. Y la distancia en tiempo entre el Cibao y Santo Domingo era de varias horas.

La confirmación de que Trujillo viajaría ese día a San Cristóbal se recibió antes de las 7:00 pm, transmitida primero por el teniente Amado García Guerrero y reafirmada después por Miguel Ángel Báez Díaz.

Se había previsto que cuando Amiama Tió recibiera la confirmación de que el grupo se dirigía a la avenida a cumplir con su misión, se desplazara en un tiempo prudente a la casa de su compadre, el general Román Fernández, para asegurar el inicio de las acciones para la toma del poder. Esa confirmación se la suministró el general Juan Tomás Díaz alrededor de las 7:00 pm del 30 de mayo.

El destino quiso que el general Arturo Espaillat fuera testigo casual del ajusticiamiento y que desde el escenario de los hechos se dirigiera, quizás un poco antes de las 10:00 pm, precisamente a la casa del general Román Fernández para alertarlo de lo que estaba ocurriendo, quién tuvo que haberse sentido sorprendido de que la noticia le llegara por esa vía.

Y entonces, el general Román, luego de ponerse el uniforme y visitar el lugar del ajusticiamiento, tomó la decisión fatal de aislarse en el campamento de Sans Soucí, donde resultó imposible ubicarlo a pesar de que Amiama Tió y algunos más del grupo llevaron a cabo acciones intensas para localizarlo.

Esa noche, Juan Tomás avisó a Severo Cabral por medio de Manuel de Ovin para que supiera del hecho consumado y tratara de transmitir la proclama previamente gravada.

Pero, al no aparecer el general Román, ni estar presentes los demás conjurados, se desvanecieron las posibilidades de ejecutar el golpe de estado y culminar el plan político.

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