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La cultura en las relaciones Domínico-Haitianas

Nuestro argumento es que la cultura ofrece claves para tratar de manera más profunda y sistemática la dimensión humana del convivir domínico-haitiano.

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La cultura en las relaciones Domínico-Haitianas

Un aspecto frecuentemente ignorado al tratar las relaciones Domínico-Haitianas es el referido al intercambio cultural. La preponderancia de temas relativos al comercio, migración, historia y geografía, han absorbido la atención casi por completo de las instancias y analistas encargados del seguimiento a la cuestión bilateral.

Sin embargo, este desinterés por los asuntos culturales también se explica por el hecho que, a pesar de compartir una misma isla, ambos países han demostrado un profundo desconocimiento del otro a tal grado que podemos referirnos a la noción de doble insularidad para soslayar el persistente estado de ignorancia: cada país vive de espalda al otro hasta que los imperativos propios a la vecindad se lo permitan.

Entendemos que la cultura debe ser un vector que facilite un mayor grado de conocimiento de uno y otro lado de la isla, lo cual contribuirá a la liberación de prejuicios y permitirá mayor franqueza y alcance en los intercambios correspondientes.

Pero al hablar de cultura no nos referimos exclusivamente a temas de diplomacia cultural, ese instrumento que se vale la política exterior para promover la divulgación de la cultura y artes de un estado particular.

Más bien nos referimos a potenciar, analizar, y dar a conocer mejor esos espontáneos intercambios que se dan a lo largo de la frontera domínico-haitiana, en universidades, librerías, y otros espacios no menos importantes.

Muchos haitianos se sorprenderían en saber que las obras de Jacques Roumain o Yannick Lahens pueden ser encontradas en las más importantes librerías de Santo Domingo. Además, en la actualidad concursan más estudiantes haitianos en las universidades dominicanas que en todo el sistema universitario haitiano.

Un turista que se pasea por la zona colonial tiene una alta probabilidad de toparse con uno de los restaurantes o clubes de Kompa administrados por haitianos y que son frecuentados por extranjeros y dominicanos en absoluta armonía y sano esparcimiento. Asimismo, actores haitianos son frecuentemente vistos en películas dominicanas a la vez que asociaciones de jóvenes haitianos organizan festivales o jornadas musicales apreciadas por cientos de estudiantes.

Todos estos nexos arrojan nuevas perspectivas sobre el migrante haitiano, a la vez que apaciguan esa imagen del dominicano como ser intolerante y xenófobo.

Ciertamente persisten grandes brechas, y el tema dominicano y haitiano sigue siendo objeto de distorsión y malinterpretación en uno y otro lado de la isla. No obstante, creemos que las controversias derivadas del comercio y la migración pudieran catapultar un conocimiento más acabado del vecino país.

Haití ha logrado colocar a grandes investigadores y promotores culturales en posiciones de renombre. Basta ver los aportes de Anténor Firmin, Laënnec Hurbon o Michel-Rolph Trouillot en las ciencias sociales, o de un Dany Laferrière, primer americano miembro de la Academia Francesa.

Lo lamentable es que lo logrado deja mucho que desear en términos de la comprensión de nan panyol (referencia a República Dominicana en créole). Haití solo cuenta con un puñado de investigadores dedicados a la cuestión domínico-haitiana, y pocos han versado su especialidad en temas de interés cultural.

Salvo pocas referencias, la literatura dominicana es prácticamente desconocida por los haitianos, a la vez que se muestra un gran desconocimiento por la música y artes dominicanas. Revertir esta situación no conlleva gran esfuerzo, pero sí una acción mancomunada que integre artistas, académicos, instituciones y personalidades locales o radicadas en el extranjero.

En ese sentido, y en vista de los logros en materia de turismo, aprovechamos para hacer un llamado a las autoridades y a la diáspora dominicana para ser más proactivas en dar a conocer por el mundo la cultura del país de Pedro Mir y Juan Luis Guerra. Es innegable que en grandes ocasiones de la historia, la cultura se ha colocado muy por encima de las circunstancias más retadoras de la civilización humana. También sirve como testimonio la correspondencia entre Stefan Zweig y el Nobel Romain Rolland en medio de la segunda guerra mundial, o bien el esfuerzo de Daniel Barenboim por crear una orquesta sinfónica compuesta por palestinos y judíos.

Los dominicanos y los haitianos continuamos atravesando por innumerables vicisitudes en nuestro quehacer bilateral. Son muchos los retos y materias pendientes que quedan por realizar. Nuestro argumento es que la cultura ofrece claves para tratar de manera más profunda y sistemática la dimensión humana del convivir domínico-haitiano.

Jean Marie Théodat es geógrafo e investigador haitiano, catedrático de la Universidad de París I Sorbona.

Roberto Mallén Brea es un sociólogo dominicano

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