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La economía del Caribe en la historia de Frank Moya Pons

«Ninguna otra institución jugó un papel como el de las plantaciones para integrar el Caribe en la economía mundial. El azúcar no fue el único producto de las plantaciones, pero sí fue el más importante y el que mantuvo a las Antillas en la mirada y el puño de las potencias metropolitanas. La plantación, junto con el sistema esclavista, dominó la historia del Caribe por más de 400 años. (...) Se ha dicho muchas veces que el Caribe es una región fragmentada, pero esto sólo es cierto desde una óptica sociopolítica y cultural. Desde la perspectiva de sus estructuras productivas y su papel dentro de la economía atlántica, el Caribe funcionó más como una unidad económica homogénea que como una región internamente diversificada». Frank Moya Pons, Historia del Caribe, 2017

Frank Moya Pons es, probablemente, el historiador dominicano que mejor ha incorporado el tema económico al relato de nuestra historia –sin dejar de reconocer los aportes de otros historiadores, entre los que se encuentran Roberto Cassá y sus aportes a la comprensión de la formación capitalista en República Dominicana, desde una óptica marxista. Moya Pons, un trabajador infatigable y de una producción historiográfica de extraordinaria calidad, ha logrado situar su obra más allá de nuestras fronteras y convertirla, de paso, en un referente obligado, tanto local como internacionalmente.

Es por ello que resulta oportuna la publicación de la tercera edición de su obra Historia del Caribe (2017), originalmente publicada en 2007, y que nos lleva por un interesante viaje histórico desde la colonización europea a finales del siglo XV hasta el primer tercio del siglo XX, unos 400 años llenos de luchas, guerras, esclavitud, migraciones, etc., que fueron condicionados principalmente por los intereses económicos en conflictos de las potencias europeas –España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania- y, posteriormente, por los intereses coloniales de Estados Unidos. El Caribe se convirtió en un escenario más – a veces el más importante- de esas luchas económicas y políticas que con frecuencia terminaban en conflictos bélicos que paulatinamente fueron configurando el mapa geopolítico de la región y sus características multiculturales.

En Historia del Caribe queda claro que el tipo de instituciones económicas –y de la forma en la que evolucionaron- que se establecieron en las denominadas Indias Occidentales tipifican dentro de la categoría de instituciones extractivas, tal como lo han planteado Acemoglu y Robinson en su conocida obra Porqué fracasan los países. La encomienda fue la primera institución establecida por los colonizadores en los mismos inicios del siglo XVI para la explotación de los recursos mineros, especialmente el oro. Al respecto, Moya Pons afirma que «La encomienda en las Antillas se diferenció muy poco de la esclavitud», al punto que muchos indios, agobiados por la explotación, cometían «suicidios en masa». Como consecuencia, la mano de obra indígena inició un proceso de rápida desaparición, luego de la intensidad con que los colonizadores explotaron las fuentes de metales preciosos y las practicas esclavistas a las que sometieron a la población indígena.

A partir de ese momento, la economía en el Caribe -con sus altas y bajas- giraría alrededor de las plantaciones -azúcar, jengibre, tabaco, cacao, café, algodón, guineo-, la esclavitud, los flujos migratorios, el contrabando y las políticas monopólicas de las metrópolis. En efecto, Moya Pons afirma que «Tanto Portugal como España colocaron bajo un régimen de monopolio toda producción en las nuevas tierras, así como todas las actividades mercantiles». Esas políticas tendrían efectos devastadores sobre el futuro del Caribe, que se convirtió en un centro de disputas de las metrópolis europeas y terminarían arruinando muchas economías caribeñas, así como dando origen a una recomposición de las posesiones europeas en la región.

En particular, el contrabando en las colonias españolas -nos dice el autor- «nunca pudo ser erradicado por razones mucho más simples: España no podía abastecer a sus colonias antillanas y estas tenían forzosamente que suplirse en las demás colonias en el Caribe». Como es bien conocido, ese contrabando fue un factor clave en el surgimiento de una colonia francesa -Haití- en la parte occidental de la isla La Española. El contrabando fue, pues, la respuesta natural de las colonias ante la imposición de políticas comerciales que obligaban al intercambio exclusivo con las metrópolis.

Por otra parte, los flujos migratorios fueron fundamentales para garantizar los procesos de generación y acumulación de riquezas en las colonias caribeñas, principalmente la mano de obra africana que fue traída a las colonias para suplir la desaparición de la mano de obra indígena. Pero esos flujos migratorios se mantuvieron entre las distintas colonias cuando el dinamismo económico de una colonia atraía mano de obra de otras colonias en declive económico. Al entrar el siglo XX Estados Unidos se convirtió en el destino principal de esos flujos migratorios. En este sentido, el autor señala que en los primeros 20 años de ese siglo desde el caribe inglés emigraron más de 70 mil isleños hacia Estados Unidos.

Pudiera inferirse que la migración ha sido, también, un factor clave en la configuración de la identidad nacional. Con el paso del tiempo los inmigrantes fueron absorbidos -para decirlo de alguna manera- dentro del espectro racial de cada colonia, dando lugar a nuevas combinaciones raciales que con el tiempo se legitimaron culturalmente dentro del nuevo contexto social. Esto parece sugerir la idea de que la identidad nacional es una realidad en construcción dinámica, condicionada, muy particularmente, por las migraciones.

Moya Pons es de opinión que el Caribe ha tenido unas estructuras productivas homogéneas, a pesar de la diversidad cultural; este planteamiento, a mi parecer, es compatible con una región que le ha resultado difícil llevar a cabo un efectivo proceso de integración. La Historia del Caribe es un libro de una atractiva lectura con más de 400 páginas llenas de enseñanzas para comprender mejor nuestro presente; por eso, en estas breves notas solo quisiéramos despertar el interés en quienes aún no lo han tenido la oportunidad de leer esta magnífica obra.

Pedrosilver31@gmail.com

@pedrosivler31

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