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La Ficción Montonera

La Ficción Montonera es el título de un magnífico libro escrito por Bruno Rosario Candelier, publicado en el 2003, en el que analiza con gran maestría las grandes novelas dominicanas que tuvieron como escenario las revoluciones llamadas de la montonera, entre ellas La Mañosa, Guazábara y La Vida No Tiene Nombre.

A la vez es un filón en que el autor ofrece su perspectiva sobre el devenir institucional del país hasta nuestros días, dejando material valioso para la reflexión y para corregir el rumbo del sistema político.

Rosario Candelier afirma que “en los tiempos en que Bosch escribió La Mañosa, la gente se conformaba con tener lo necesario para vivir, y aunque siempre han existido los ambiciosos, entonces no se conocía esa rapiña insaciable de nuestro tiempo.”

En la novela La Mañosa el profesor Bosch puso en la boca de uno de sus personajes, lo siguiente: “A mi mula le pude quitar las mañas, pero a los hombres nadie se las quita.” Y agregaba “Pretendían todos coger su tajada de la res que el general Fello Macario desollaba a su antojo en el pueblo”.

Abundando en el tema, Rosario Candelier dice, “solo buscan la tajada de la res, mientras ocultan sus verdaderas intenciones mediante la retórica populista y sus engañosas promesas que confunden a los que no saben distinguir entre aquellos que se sirven del pueblo con solapada demagogia y los que en verdad quieren servirle sin egoísmos subalternos y con vocación altruista.”

Hay que estar de acuerdo con el autor de La Ficción Montonera cuando asegura que “la búsqueda desenfrenada de dinero y de poder, que antaño era una ambición restringida a un segmento reducido de la sociedad, ya se ha vuelto norma común en todos los estamentos sociales.”

Y también cuando llega a la conclusión de que “la lección que aprende el pueblo es la de que no hay que estudiar para alcanzar prestigio y poder y para ascender social y económicamente... Vivimos en una sociedad que se rige por la suerte de los más vivos, que carece de líderes formados cabalmente con una concepción de que al Estado se va a servir no a servirse, y como carecemos de mecanismos institucionales que funcionen realmente, hemos visto el acceso al poder de la mediocracia.”

En Guazábara, de Alfredo Fernández Simó, se da un paso más allá, cuando se expresa: “en esta tierra, la inteligencia no ha ganado todavía su primera batalla política. El triunfo es siempre del audaz, del atrevido, del hombre de acción... Esa es la realidad criolla, la norma que nos rodea”.

Fernández Simó dibuja el fenómeno del clientelismo con los siguientes rasgos magistrales: “Dice el general que si ganan lo van a nombrar jefe en yo no sé qué parte; que le van a dar la administración de no sé qué negocio. Pero yo sé muy bien que todas esas cosas no son más que pamplinas que no se van a cumplir. ¿Y que puede hacer uno? ¡Dígamelo! Uno lo quiere, poique al fin y al cabo es su marido. Yo le peleo mucho al mío por esas cosas, pero él alega que si no es de sus amigos de influencia, de dónde va a sacá una mejoría.”

En La Vida No tiene Nombre, de Marcio Veloz Maggiolo, se expresa, con gran dureza, “aquellos pueblos de mi tierra, que tantas protestas levantaron cuando los gringos pisaron nuestro suelo, pronto se acostumbraron a servirles, cayeron en el servilismo que durante tanto tiempo nos ha hecho a los dominicanos unos payasos que bailan para el que más comida ofrece.”

Y es que no es una casualidad el hecho de que en las notas del himno nacional dominicano se trate de llevar a la emoción del alma patria la consigna de que nunca se debe ser servil.

Rosario Candelier, ahondando en las entrañas sociales, llega a la conclusión de que “desde entonces cada activista de la clientela partidaria espera que el partido triunfante le debe un puesto en la administración pública para cuya ejecución hay que desplazar a los antiguos ocupantes del cargo... Ese hecho insólito tiene varias implicaciones, entre las cuales están la de que las elecciones son casi siempre fraudulentas, de que se llega al gobierno para “hacerse” de dinero y de que la lucha para llegar al poder justifica todas las artimañas imaginables en cuyo trasfondo está la concepción, herencia de la montonera, del poder como botín.”

A los escritores señalados les debemos mucho por haber reflejado en sus obras las dolencias sociales que requieren ser atendidas. Sentían la necesidad y el compromiso de conmover con sus escritos la estructura social y política en pro de un cambio de mentalidad que llevara al país hacia el desarrollo.

Pronto habrá nuevas elecciones. La incógnita es si el resultado permitirá dejar atrás la historia de la montonera, en este caso urbana, o si continuaremos inmersos en esa maldición que mantiene postrado en el subdesarrollo a este pueblo.

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