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La historia se muerde la cola

Marx solía decir que la historia se repite dos veces: en la tragedia y en la farsa. Me parece muy bien este concepto hegeliano retomado por el autor del 18 brumario de Louis Bonaparte. No se repite, cierto, pero se podría agregar que tartamudea y que, por momento, se muerde la cola simulando que se repite.

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La historia se muerde la cola

Todavía se recuerda hoy el discurso de toma de posesión de Antonio Guzmán en 1978. Un discurso casi acusatorio a los doce años de gobierno ininterrumpidos de Joaquín Balaguer. Un discurso sin concesiones, casi insultante. Menos de cuatro años después, el presidente Guzmán se daba la muerte en su despacho del Palacio Nacional apenas unos días antes de que fuera sucedido en la primera magistratura por su compañero de partido Salvador Jorge Blanco quien, nadie logra aún explicarse políticamente su gesto, se decidió, en las discutidas elecciones de 1986, por Balaguer en perjuicio de su correligionario Jacobo Majluta. Una decisión que le costó a Jorge Blanco no sólo la prisión sino también su carrera política y al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) catorce años fuera del Palacio Nacional.

Los tres períodos de Joaquín Balaguer que se extienden de 1966 a 1978 y que la historia reciente conoce como el “gobierno de los doce años” prescribió para el gobierno del PRD que se inició el 16 de agosto de 2000. Nadie parece recordar que durante esos años fueron objeto de persecución política no sólo los dirigentes de la izquierda revolucionaria (muchos de los cuales fueron asesinados), sino también altos dirigentes del PRD llegando incluso a prohibírsele al líder del Partido, José Francisco Peña Gómez, por disposición de la Comisión de Espectáculos Públicos y Radiofonía, el derecho a expresarse por radio y televisión. Esos detalles ya son del dominio de la prescripción. Como lo es también la persecución y prisión, además del ex-presidente Jorge Blanco, de los funcionarios del gobierno del PRD durante el período 1982-1986 y, más reciente aún, la preferencia de Joaquín Balaguer por Leonel Fernández, candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1996 en perjuicio de Peña Gómez que lo era por el PRD. Es como si el vértigo del retorno al poder hubiera dado un escobazo a un pasado que hasta los niños de diez años entonces recuerdan perfectamente.

Hay que admitir igualmente que en política no hay espacio para los sentimientos. Habría que admitir también que el pasado es pasado que sólo cuenta el presente y que, como dijo Bosch en su discurso de toma de posesión en 1963: “[...] si a la criatura de Dios no le fue dada la facultad de rehacer su pasado, le fue dada en cambio la de forjar su porvenir. La obra buena de los muertos, como su obra mala, es propiedad de la historia; pero la obra buena del porvenir es el fruto de las buenas intenciones y de la capacidad para convertirla en hechos.”

No se puede avanzar sin recordar un pasado que podría herir la sensibilidad de los “aliados” que facilitaron la llegada al poder. ¡Vaya pretensión más absurda! Absurda porque el PRD no tuvo necesidad del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), para triunfar en los comicios presidenciales de mayo de 2000; absurda, porque el PRD no tuvo necesidad de componer con el PRSC para obtener los resultados arrolladores en las legislativas y municipales de mayo de 2002; absurda, porque después de la reforma de la Constitución de 2004 no era necesario seguir haciendo concesiones a un partido que, después de la desaparición de su líder y fundador el 14 de julio de 2000, se asegura una carrera de partido minoritario; absurda, porque el PRD no era la formación política que debía poner en práctica la figura de la censura al impedir que el documental de René Fortunato, La sangre de los doce años, fuera proyectado en el Teatro Nacional, como si protegiera un pasado del que hasta el mismo PRD durante “el gobierno de los doce años” también fuera víctima. Absurdo que durante el gobierno de Hipólito Mejía (2000-2004), entonces candidato del hoy minoritario PRD, buscara proteger un pasado del que ni siquiera el propio Joaquín Balaguer era tan celoso. ¡O tempora o mores!

Marx solía decir que la historia se repite dos veces: en la tragedia y en la farsa. Me parece muy bien este concepto hegeliano retomado por el autor del 18 brumario de Louis Bonaparte. No se repite, cierto, pero se podría agregar que tartamudea y que, por momento, se muerde la cola simulando que se repite.

Puede parecernos que tartamudea, pues la actitud de la alta dirigencia del PLD cerró frente contra la escogencia del expresidente Fernández como candidato presidencial para los comicios de 2020. Prefirió a Gonzalo Castillo, candidato sin experiencia ni liderazgo políticos. Se comenta que descartar a Fernández fue por razones personales ¡Vaya usted a saber!

En política no hay espacio para sentimientos si el poder está en juego. El comité político, liderado por el expresidente Danilo Medina, prefirió descartar a Fernández y aventurarse con un desconocido basándose en la idea de que el PLD ganaba con cualquiera. Craso error. Castillo fue derrotado en primera vuelta, como expresaban los sondeos de opinión y las elecciones municipales y legislativas que precedieron las presidenciales. Todo parece indicar que ningún dirigente del PLD, mareados por el poder, fue capaz de recordar la experiencia de Jorge Blanco en 1986. Luego de la toma de posesión del presidente Luis Abinader hemos visto desfilar por la Procuraduría General de la Repúblicas algunos exfuncionarios del pasado gobierno y familiares del presidente Danilo Medina. Ya no es tiempo de lamentarse como le recordó Aixa a su hijo Boabdil en 1492 cuando se rindió en Granada: “¡No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre!”.

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.