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La industria del libro en República Dominicana

La industria del libro existe en República Dominicana. Las condiciones están dadas para que una verdadera producción editorial haga su aparición en el mercado del libro dominicano.

Ensayos poéticos de Javier Angulo Guridi, editado en Cuba en 1843 es, según Max Henríquez Ureña, el primer libro publicado por un dominicano. La primera novela, Los amores de los indios de Alejandro Angulo Guridi, hermano del anterior, data también de la misma época y lugar. Pero la primera novela de largo aliento y calidad es Enriquillo de Manuel de Jesús Galván, publicada entre 1879 y 1882.

Estos datos no son únicamente curiosidades literarias sino también una muestra de lo que era la producción editorial de la República Dominicana. La bibliografía dominicana de los inicios de la República es muy reducida. Los escritores de entonces tienen el mérito de haber creído en su obra. Tienen el valor de haber hecho esfuerzos supra literarios para publicar sus opúsculos y plaquetas. Sin embargo, la creciente bibliografía de autores dominicanos desde el siglo XIX, no quiere decir que hubiera aquí una industria del libro, es decir una verdadera industria editorial.

Las diferentes ediciones del Enriquillo de Galván fueron, como se dice en términos editoriales, por cuenta de autor. La primera parte fue publicada por la imprenta religiosa San Luis Gonzaga, y la segunda por la de los hermanos García. Desde entonces, la práctica consistía en que el autor, con sus libros al rastro vendía a sus amigos y conocidos el producto de su imaginación hasta recuperar la inversión y, en algunos casos, obtener algunos beneficios.

En esas condiciones nadie, por más talento que tuviera, podía vivir de su producción literaria. Pero tampoco, por más lectores y compradores de libros que hubiera en República Dominicana a finales del siglo XIX y principios del XX; tampoco podía pensarse en una empresa editorial que permitiera a los pocos autores que había entonces vivir de su pluma. Tanto los propietarios de imprenta como los poetas, novelistas y ensayistas estaban de acuerdo en este punto. No había posibilidades de crear verdaderas casas editoriales en Santo Domingo y mucho menos en Santiago de los Caballeros.

Durante los primeros años y hasta bien entrado el siglo XX la costumbre seguía siendo la misma, con algunas variantes. Por ejemplo, un grupo de amigo consideraba que la obra de tal o cual poeta valía la pena publicarla, entonces reunían el dinero y pagaban la impresión. En otros casos, el gobierno, como se hizo mucho durante la Era de Trujillo, compraba la casi totalidad de la obra de un escritor siempre y cuando éste fuera del agrado del régimen. Esa era la manera que se asemejaba más a una editorial, aunque todo el mundo sabía a cambio de qué.

Esto no quiere decir que en otros países de América Latina no se practicara el “por cuenta de autor” ni que los amigos cotizaran para “ayudar” a un escritor. También se hacía lo mismo en otros países, pero en Argentina y México, por ejemplo, existían verdaderas casas editoriales casi con las mismas características que las que existían en Estados Unidos y Europa. A finales del siglo XIX había escritores alemanes y franceses que vivían de su pluma. Guy de Maupassant, por ejemplo, llevaba una vida de escritor de éxito a finales del siglo XIX; Stefan Zweig era, a principios del XX, el escritor mejor pagado del mundo.

Sin embargo, en Europa también se practicaba y practica aún la publicación por cuenta de autor. Esta manera de publicar ha existido siempre de manera paralela a la de las editoras. Existe el caso de grandes casas editoriales que venden su pie de imprenta para disimular que la obra fue publicada por cuenta de autor. Pero esas son prácticas deshonestas que no vienen al caso.

Todo cuanto precede es para decir que hoy día existen las condiciones para crear verdaderas casas editoriales, porque el mercado del libro existe en República Dominicana. A principios del siglo XXI, las editoriales dominicanas mantienen una actitud ambigua entre la economía editorial y el por cuenta de autor. En ambos casos las obras llevan el pie de imprenta de la editora sin que se pueda establecer la diferencia.

La diferencia consiste en que la obra por cuenta de autor, en muchos casos, no ha pasado por un consejo de lectores. No ha pasado por un filtro que le valore y aprecie. Y, en último caso, la obra pagada por su autor no le importa a la editora que la imprime, porque no la difunde como una inversión hecha por la empresa editorial. Si una obra no se difunde ni se distribuye como se debe, no se vende ni se lee. De manera que mientras las casas editoriales dominicanas no pongan en práctica una política de distribución eficaz directamente proporcional a la inversión que han hecho en un autor, no tendremos una verdadera producción editorial en República Dominicana.

La industria del libro existe en República Dominicana. Las condiciones están dadas para que una verdadera producción editorial haga su aparición en el mercado del libro dominicano. Casas editoriales que no sueñen con las subvenciones, pues la historia ha demostrado que los libros subvencionados padecen de falta de difusión, porque no dejan pérdidas al editor y el autor no tiene los medios para distribuirlos.

TEMAS -

Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.