Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
En directo

La muerte impone lo que la vida reclama

La grandeza o bajeza de una nación es la suma de la madurez y el respeto de su liderazgo social, empresarial y político. Todo liderazgo ejerce una pedagogía.

Expandir imagen
La muerte impone lo que la vida reclama

El valor político de los funerales afirma Edward Hall, no debe ser subestimado. Las muertes de parientes cercanos de adversarios en conflictos tienden a producir treguas, reencuentros, abrazos. No necesariamente armisticio ni reconciliación, pero las quejas y malquerencias se posponen. La muerte es absoluta, nuestras apetencias relativas.

La muerte impone lo que la vida reclama, respeto y paz. En términos colectivos, respeto a la ley, a las instituciones, a la rendición de cuentas, a la transparencia, a la justicia sana e independiente que a su vez genera paz estructural, cultural, duradera, estable, ciudadana y republicana.

Sin embargo, nuestra incapacidad para gestionar los conflictos nos priva de la ilusión de que controlamos las circunstancias y nuestras vidas en términos absolutos, nos reta a desarrollar aptitudes, actitudes y recursos que no pensábamos que teníamos, obligándonos a valernos por nosotros mismos. Por eso lo evitamos, lo rechazamos, lo reprimimos, fingimos no verlo e intentamos olvidarlo. Lo único que queremos es que desaparezca, pero sigue empeorando hasta que se hace patente, explotando nuestros miedos y temores, pero también nuestra arrogancia y prepotencia.

Los conflictos se enconan no solo por el valor intrínseco que tenga la cosa en disputa, sino por la importancia psicológica, cultural y social que tenga el perder o ganar dicha cosa.

El abrazo y reencuentro circunstancial entre el expresidente Leonel Fernandez y el presidente Danilo Medina en el funeral de su padre, no debe ser exagerado en interpretaciones, pero tampoco subestimado. Sí llevarnos a una reflexión del liderazgo, la política y la condición humana.

En palabras de Monseñor Francisco Jose Arnaiz, los seres humanos hemos hecho de la vida un juego patológico: “o gano, o no soy feliz; y yo he de ganar siempre”. Y cita a Alfred Adler cuando afirma, “muchos se toman la vida como un juego destinado a lograr la superioridad”. Tenemos un enfoque erróneo de la vida: el ganar a toda costa, lo cual ha degenerado en una enfermedad psíquica, denominada ludopatía.

El peligro de esto es que “existimos en el lenguaje. Gracias al lenguaje y a las acciones repetidas creamos significados comunes... vamos construyendo el mundo en la medida que transitamos por él.” (Francisco Varela).

La grandeza o bajeza de una nación es la suma de la madurez y el respeto de su liderazgo social, empresarial y político.

Todo liderazgo ejerce una pedagogía.

Un liderazgo corrupto, irrespetuoso, trivial, genera una sociedad similar; un liderazgo honorable y respetuoso lo correspondiente.

Si algo nos está faltando como comunidad local y global es honor. Sí honor, esa calidad moral que nos hace cumplir con nuestros compromisos personales y sociales. Que empieza con honrarnos a nosotros mismos y honrar al otro para construir el nosotros, porque “el honor nunca se pierde, tan solo lo perdemos de vista...lo ignoramos. El honor no se disipa, no se negocia, no se mitiga ni desvanece. El honor siempre está con nosotros dormido en algunos casos, olvidado en otros, esperando que le prestemos atención, para dejar de pretender que no sabemos qué hacer con él. Mientras más caemos más significado tiene, mientras más le miras, más se fortalece” (S. Zambrano).

La nobleza de origen de nuestra Republica Dominicana la encarnan nuestros Trinitarios. La verdadera nobleza no es un asunto de sangre, ni de herencia. Ni mucho menos material. Se conoce al noble por sus hechos. Es el que sabe que lo imposible puede ser alcanzado y que el conocimiento es útil cuando tiene una función social. Es un Quijote cabalgando; un Gandhi esperando; un Martin Luther King soñando; es un Mandela y un Peña Gómez perdonando; es un Juan Bosch fundando a partir de círculos de estudios; es un Duarte independizando; es un Jesús transformado.

Por eso, Dios, Patria y Libertad es más que un símbolo nacional, es misión y destino.

TEMAS -

Nelson Espinal Báez Associate MIT - Harvard Public Disputes Program at Harvard Law School. Presidente Cambridge International Consulting.