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La OEA en la crisis dominicana de 1965

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La OEA en la crisis dominicana de 1965

La tarde del 24 de abril de 1965 se puso en marcha el proceso político y militar tendente a retornar al profesor Juan Bosch a la presidencia y restablecer la Constitución de 1963. Los cuatro días que siguieron a ese acontecimiento pueden considerarse entre los más intensos y complejos de la historia dominicana. Los constitucionalistas depusieron al gobierno ilegítimo del Triunvirato, encabezado por Donald Reid Cabral, ocuparon el Palacio Nacional y designaron al doctor José R. Molina Ureña como presidente interino del país hasta el retorno de Bosch, pues al primero le correspondía, según la Constitución, ocupar esa posición en su condición de presidente de la Cámara de Diputados, la cual, por supuesto, había dejado de funcionar luego del golpe de Estado del 25 de septiembre de 1965.

Mientras se producían estos acontecimientos en el centro político de la ciudad, las fuerzas militares de San Isidro, polo opuesto a las fuerzas militares constitucionalistas, bombardearon indiscriminadamente una extensa zona de la ciudad de Santo Domingo, al tiempo que comenzaron a quebrar la fuerte resistencia que habían puesto los militares y civiles constitucionalistas en los alrededores del puente Duarte. Según narran los historiadores de esos acontecimientos, el 27 de abril parecía que las fuerzas de San Isidro estaban cerca de una victoria militar, lo cual determinó que el liderazgo constitucionalista, con Francisco Caamaño a la cabeza, decidiera trasladarse a la embajada de Estados Unidos a solicitar la mediación del embajador William Tapley Bennett para lograr un cese al fuego y buscar una solución negociada al conflicto.

El embajador Bennett, seguro confiado de que las fuerzas de San Isidro se acercaban a una victoria, culpó, según su propio relato, a los constitucionalistas de la crisis que vivía el país; acusó al movimiento de estar infiltrado de comunistas y los devolvió a los que él llamó el “mundo cruel” de las calles de Santo Domingo. Esta decisión del embajador no le dejó otra opción a Caamaño y otros de sus acompañantes que trasladarse al puente Duarte para unirse a la resistencia que los constitucionalistas le hacían al avance militar de San Isidro. Este es el momento crucial que redimensiona la figura de Caamaño, pues la fuerte resistencia de las masas de combatientes constitucionalistas que estaban bajo su dirección, impidió el avance de los tanques de San Isidro y revirtió lo que parecía un triunfo seguro de las fuerzas militares conservadoras.

Ante este escenario, en las primeras horas del día 28 de abril, el sector de San Isidro conformó una Junta Militar encabezada por el coronel Pedro B. Benoit, cuyo primer acto fue “solicitar” la intervención militar de Estados Unidos sobre la base de que era necesario prevenir un triunfo comunista en el país. Esa misma noche desembarcó en Santo Domingo el primer grupo de soldados norteamericanos, primer paso de un despliegue significativo que llegó a 23,000 tropas, casi la mitad de las que en ese momento estaban desplegadas en Vietnam. Cuenta John Bartlow Martin que esa noche el embajador Bennett le solicitó al coronel Benoit, por requerimiento del Departamento de Estado, que enviara otro cable en el que dijera que la intervención militar se solicitaba para salvar vidas americanas, lo cual sirvió como la base jurídica interna en Estados Unidos para justificar la misma.

Ante el repudio que causó esta intervención alrededor del mundo, especialmente en América Latina, Estados Unidos buscó legitimar la misma con un involucramiento de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para darle carácter multilateral a lo que había sido un intervención unilateral de este país en un conflicto interno en otro país. Así, el 6 de mayo de 1965, la X Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, actuando a requerimiento de Estados Unidos, adoptó la decisión de crear una Fuerza Interamericana de Paz (FIP) en la que participarían tropas de varios países de la región.

Un hecho particularmente notable de la decisión de la OEA fue que la misma requería el voto favorable de por lo menos catorce países, y como a la posición de Estados Unidos le faltaba un voto para ganar, el voto decisivo fue dado por no otro que el embajador dominicano ante la OEA designado por el Triunvirato, quien obviamente no tenía autoridad alguna porque el Triunvirato había dejado de existir y la Junta Militar encabezada por el coronel Benoit no había sido reconocida, ni nunca fue reconocida, por ningún país miembro de la OEA. A favor de la Resolución que creó la FIP votaron Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Colombia, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Haití, Nicaragua, Panamá, Paraguay y República Dominicana. Votaron en contra México, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay. Venezuela se abstuvo.

El 31 de mayo, la OEA designó una Comisión Ad-Hoc, compuesta por Ellsworth Bunker, Ilmar Penna Marinho y Ramón de Clairmont Dueñas, embajadores de Estados Unidos, Brasil y El Salvador, respectivamente, ante la OEA, con el mandato de buscar una solución “negociada” a la crisis dominicana. Durante tres largos meses, esta Comisión “negoció con el equipo constitucionalista encabezado por coronel Caamaño, quien ya fungía como presidente de la República por elección del Congreso Nacional. Las actas de esas negociaciones reflejan cuan frustrante fue ese proceso para los constitucionalistas pues prácticamente en cada punto negociado (re-adoptar o no la Constitución de 1963, la fecha de salida de las tropas de intervención, a cargo de quién estaría esa decisión, la persona que encabezaría el gobierno provisional, entre otros) se impuso la posición del fuerte y veterano negociador Bunker en un ejercicio que podría considerarse de diplomacia apoyada por la fuerza. El 3 de septiembre tomó posesión el presidente interino Héctor García Godoy, dando inicio a una transición que desembocaría en un nuevo y largo ciclo político en la sociedad dominicana, pero esa es otra historia.

Estos acontecimientos afectaron seriamente la legitimidad y la credibilidad internacional de la OEA, pues esta se percibió como un instrumento al servicio de Estados Unidos para apuntar sus intereses en el marco de la Guerra Fría. Sólo luego de décadas la OEA comenzó a reponer parcialmente su imagen, cuando nuevos actores ingresaron a ella, y la propia región comenzó a generar consensos políticos, si bien precarios y algunos efímeros, que se expresaron a través de esta organización y del proceso de Cumbres de las Américas. Sin embargo, todavía hay heridas abiertas que no pueden subestimarse, una de ellas es ese sentimiento en importantes sectores de la sociedad dominicana de que su esfuerzo por restaurar el orden constitucional contra un gobierno producto del golpe militar fue frustrado por una intervención militar unilateral, a la cual la OEA pretendió darle legitimidad.

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