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La primavera en que el mundo se detuvo

La vida es como un tablero de ajedrez abierta a lo inesperado. El comercio es el motor del mundo, muchas empresas pequeñas y medianas tendrán que licenciar cientos de empleados para evitar el contagio.

Cuando Robert Wise presentó a los amantes del cine su reconocida película entre anticipación y ciencia ficción, El día en que la tierra se detuvo, buscaba por medio cinematográfico hacer una advertencia a la Humanidad del peligro que engendraba la era nuclear seis años después de que Estados Unidos lanzara en Hiroshima y Nagasaki la bomba atómica. Un bombardeo disuasivo que obligó al Japón a rendirse. Una advertencia que también parecía pesar sobre la guerra de Corea. El remake del filme de Wise que realizara en 2008 Scott Derrickson alertaba al mundo sobre las malas prácticas de los grandes países ante el medio ambiente.

Unos meses antes del armisticio de la Primera Guerra Mundial los soldados norteamericanos que desembarcaron en Normandía (Francia) importaron a Europa la gripe española que le costó a la Humanidad unos 22 millones de muertos muy cerca de los 30 millones, entre civiles y soldados, que habían perdido la vida durante la Gran Guerra.

Hoy día con la pandemia COVID-19 la Tierra, el planeta, no se ha detenido sigue girando sobre su eje y realizando sus imperceptibles saltitos de traslación, dejando atrás el invierno, cuando China anunció al mundo que en la ciudad de Wuham había surgido un virus más poderoso aún que la mortífera influenza de 1918 y que no había cómo hacerle frente.

Así, día tras día, el invierno quedó atrás y el virus fue ganando terreno y vidas hasta que poco antes del inicio de la primavera en el hemisferio norte del planeta, el concierto de las naciones se dio a la tarea, para evitar el contagio, de detener el mundo cerrando sus fronteras y pidiendo a la gente que se mantuvieran en sus casas; cerrando restaurantes y centros de diversión. Permitiendo naturalmente el abastecimiento de supermercados para que la población pudiera aprovisionarse en alimentos.

Estas medidas, odiosas por naturaleza, ha evitado un mayor número de muertes por el COVID-19, sin embargo, ha sido necesario en algunos países sin mucho sentido cívico declarar un toque de queda desde el atardecer al amanecer.

En 1918 no se conocían los métodos para evitar el contagio, además que algunas grandes potencias de entonces salían de una guerra de cuatro años con aproximadamente 30 millones de muerto y un alto número de heridos e igual porcentaje de víctimas de los gases que por primera vez fueron utilizados en Ypres (Bélgica), en 1915.

Hoy día, salvo uno que otro conflicto en África, en el Medio Oriente y otras regiones del planeta; el mundo se ha detenido. Se han cerrado las fronteras y cancelado los vuelos intercontinentales lo que implica la ausencia de correos de la manera tradicional, por suerte nos podemos comunicar por e-mail, por WhatsApp y gracias a la reducción de la brecha digital, el confinamiento y la cuarentena se hacen menos pesados para sobrellevarlo.

La vida es como un tablero de ajedrez abierta a lo inesperado. El comercio es el motor del mundo, muchas empresas pequeñas y medianas tendrán que licenciar cientos de empleados para evitar el contagio. Esta primavera ha sido trastornada para evitar más muertes, se han pospuesto los Juegos Olímpicos de Tokio; el béisbol de Grandes Ligas y la lista sería larga. El mundo acepta esas restricciones e incluso reconoce que la misa del jueves y Viernes Santos se celebre sin feligreses. Esto nunca se había visto y. como no se aplicaron semejantes medidas en 1918, el saldo de víctima de la influenza fue tan cuantioso.

Nuestro país, República Dominicana, se había propuesto alcanzar los 10 millones de turistas en 2020. La proyección, a pesar de algunos incidentes en busca de una campaña sucia para el país, era acertada; pero el ajedrez mundial no vio venir la pandemia COVID-19 y sus consecuencias.

Los empresarios turísticos saben que el turista es muy temeroso, no viaja cuando huele el peligro de un huracán en El Caribe o un tsunami en el sudeste asiático, mucho menos hoy día que el virus lo puede atrapar antes de llegar a su destino, en el avión, la estación de trenes, el autobús o en el trasatlántico.

Todo da la impresión de que no alcanzaremos la meta fijada para este 2020. No importa. La vida es el valor más preciado de la humanidad. Por esa razón reproduzco las palabras del exitoso empresario turístico, Frank Rainieri, quien expresó, a propósito de la parálisis de la industria turística, el pasado 7 de abril para Diario Libre: “Desde hace varias semanas el destino Punta Cana no genera ni un solo centavo, pues la materia prima es el visitante internacional y no hay vuelos debido a la crisis sanitaria que ha producido el COVID-19 en todo el mundo”.

Frank Rainieri, presidente & CEO de Grupo Puntacana, se muestra optimista de que en el verano esta situación podría comenzar a cambiar para bien y agregó: “Tenemos capacidad para recuperarnos, no debemos desesperarnos”.

Rainieri tiene razón con esas palabras cargadas de optimismo cuando el sector turístico y su red de empresas subsidiarias ha sido el más afectado en esta primavera en que el mundo se detuvo.

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Diplomático. Escritor; ensayista. Academia Dominicana de la Lengua, de número. Premio Feria del Libro 2019.